Las personas que pertenecemos a la generación Baby Boomers y a la generación X, en la que me incluyo, somos los primeros de una nueva era en la que las relaciones ya no solamente requieren un contacto físico sino que tienen una plataforma virtual que se extiende por los cinco continentes y que permite encontrar y filtrar a otras personas con unos pocos clicks a través de aplicaciones creadas exclusivamente con ese fin.
Estas generaciones ya han integrado totalmente una realidad social en la que las relaciones son más heterogéneas y variadas, los matrimonios para toda la vida escasean y la soltería ha dejado de ser un estado civil sin retorno. Y, cuando todo esto y mucho más estaba por fin asimilado, han tenido que superar las barreras tecnológicas y abrirse a un nuevo universo virtual.
La red amplia el círculo de relaciones a niveles nunca experimentados anteriormente y consigue, como ningún otro medio, evitar una soledad no deseada
La generación Y, también conocida como los Millennials, que nacieron entre 1984 y 2004 y la generación Z, que también podría denominarse iZ, no han necesitado asimilar tantas realidades sociales sino que su reto está en la integración del mundo virtual a la realidad y en decidir a qué mundo le van a dedicar más tiempo a lo largo de su vida.
A nivel sentimental, las generaciones al madurar experimentan cómo sus círculos de amistades se consolidan y bloquean, y este hermetismo ha hecho que para solteros o divorciados sea cada vez más complicado encontrar una pareja adecuada por la vía tradicional. En este sentido, la red amplia el círculo a niveles nunca experimentados anteriormente y consigue, como ningún otro medio, evitar una soledad no deseada.
El éxito de las aplicaciones para encontrar pareja tiene varios orígenes. Sin duda, no hubiesen podido prosperar en las relaciones heterosexuales sin la libertad social y sexual de las mujeres, que después de siglos de reclusión por fin gozan de cierta igualdad y en sus relaciones deciden cuándo, dónde y cómo. Por otro lado, el mundo gay tras décadas de lucha vive su bien merecida libertad sexual y utilizan las plataformas de contactos sin tapujos.
Las aplicaciones para conocer parejas han pasado de ser el vehículo de los atrevidos a convertirse en la aplicación que permite a los lazy singles conocer a otras personas
En este contexto, las aplicaciones para conocer parejas obtienen cada vez más protagonismo y han pasado de ser el vehículo de los atrevidos a convertirse en la aplicación que permite a los lazy singles conocer a otras personas, seleccionar a las que les gustan y conversar a través de chats sin moverse del sofá. Los filtros que presentan las páginas de contactos permiten hacer una selección previa, imposible en un encuentro fortuito, y los primeros mensajes que se cruzan los interesados hacen que el arte de la escritura se encargue del segundo filtro. Y si hay un match, entonces vale la pena el esfuerzo de tomar un café o una copa de vino y que el destino y la química decida hasta dónde llegan.
Obtener testimonios de personas que utilizan las redes para encontrar pareja no es complicado, es un tema recurrente en reuniones con amigas. Las utilizan personas de todos los niveles profesionales y sociales. Eso sí, como siempre, sobre temas sentimentales, las mujeres somos más propensas a comentar con detalle.
Elena
Elena tiene 40 años, trabaja cara al público en una sucursal bancaria, está divorciada y tiene tres hijos. Ella no dudó: colgó su foto y su descripción en una red de contactos y su vida sentimental ha dado un giro. Gracias a Internet dejó de sentirse sola cuando sus hijos estaban con su ex marido y está encantada. Cuando hay match, se entretiene chateando con el interesado. En los mensajes es muy clara, si ve que lo que buscan es sólo sexo desconecta, si le gusta físicamente y lo que le escribe, queda para tomar una copa. Al principio se ponía muy nerviosa, ahora ya va más tranquila y se divierte. Conoce gente, sale, ríe y no siempre duerme sola.
Alba
Alba se divorció hace tres años y a los pocos meses su ex ya estaba casado con una antigua amiga. La adolescencia de sus hijos y la soledad de una guardia de custodia compartida la animaron a darse de alta en una aplicación para buscar pareja. Al principio no le gustaba ninguno, hasta que un antiguo compañero de colegio la localizó y salieron durante varios meses. Esa relación le hizo superar el primer periodo de separación y, aunque la relación no duró, vivió momentos de pasión adolescente que creía olvidados y volvió a coger seguridad en sí misma.
En la plataforma de contactos, Alba ha encontrado a un galardonado actor de cine e incluso a un diputado, lo cual refleja cómo la utilización de estas aplicaciones está dejando de ser un secreto. Ella recomienda utilizar redes de pago porque el compromiso y la seriedad de los usuarios es mayor pero, aún así, hay que insistir porque de cada diez citas, encuentras a alguien interesante.
María
María opinaba que coquetear a través de internet salvaba su matrimonio, que hacía ya demasiado tiempo que estaba apagado. Sin dudarlo colgó una foto de una conocida suya ajena a las redes sociales y se presentó como Paula, interiorista canaria y soltera. Pocos días después conoció a Miguel un abogado madrileño que se enamoró de ella en la distancia y cada semana intentaba ir a verla. Estuvieron un tiempo chateando y luego pasaron a largas conversaciones telefónicas y a María cada vez se le hacía más difícil reconocer sus mentiras. Cuando se sinceró, Miguel la trató de loca y desequilibrada y la amenazó con interponerle demandas legales. No volvió a saber de él, ni tampoco a chatear con desconocidos.
Jan
Jan es un ejecutivo alemán cuyo trabajo en una multinacional le obliga a viajar continuamente. Cuando viaja utiliza las redes para encontrar en las ciudades de destino algún contacto, preferiblemente mujeres trabajadoras, a las que invita al cine, al teatro o a tomar una copa. Jan insiste en que su objetivo no es el sexo sino evitar la soledad de las cenas de hotel. Lleva quince años quedando en sus viajes con desconocidas y su experiencia es de lo más variada. En Estados Unidos las ejecutivas de más alto nivel utilizan las redes para quedar y Jan se ha encontrado cenando con una importante abogada en Chicago o disfrutando de un musical neoyorkino con una diplomática de las Naciones Unidas.
Carlos
Carlos es un intelectual gay de origen latinoamericano que, tras décadas en Nueva York, ahora vive en Madrid. Carlos lleva utilizando las redes online de contacto desde que se crearon y comenta que en Nueva York las utilizan todos los solteros heterosexuales y homosexuales. Sus cálculos son sorprendentes porque afirma que si te sientas en un bar un domingo en Chelsea a tomar un brunch, de las diez mesas en las que hay parejas, la mitad con seguridad se han conocido a través de las redes.
Además el mundo gay las utiliza para convocar eventos, como reuniones de barbudos o homenajes a Liza Minelli. Para Carlos, la maternidad y la opinión social nos hace a las mujeres vivir pendientes de los demás, mientras que cuando los gays superan reconocer públicamente su identidad, viven con más libertad y eso hace que las redes en este tipo de relaciones adquieran otra dimensión.
Todavía avergüenza reconocer que se utilizó el medio de internet para encontrar pareja, como imagino que antiguamente era tabú reconocer la contratación de servicios de agencias matrimoniales
Hace poco se casó una compañera mía de colegio. Ella trabaja en un museo y conoció por internet a su pareja, que es profesor universitario. En la boda, cuando los amigos les pidieron que les contasen cómo se habían conocido, ella respondió que en una fiesta. Su respuesta refleja una realidad que es que todavía avergüenza reconocer que se utilizó el medio de internet para encontrar pareja, como imagino que antiguamente era tabú reconocer la contratación de servicios de agencias matrimoniales.
Personalmente, no soy usuaria de estas aplicaciones porque estoy felizmente casada, pero no dudaría en utilizarlas si mi situación fuese distinta. Con frecuencia recomiendo a mis amigas que sufren de soledad que utilicen el potencial de las redes para relacionarse y abrir el abanico a personas de otros círculos y nacionalidades. No es fácil convencer a personas de la generación Baby Boom y de la generación X que sienten vergüenza de exponer sus carencias sentimentales públicamente. En mi opinión, deben superar lo que los demás puedan pensar y, como el diputado o el actor, aprovechar el potencial de la tecnología para buscar un poco de afecto y compañía.