El editor Joan Ramon Riera ha tenido la buena idea de reeditar un libro publicado hace justo cuarenta años: 'La democràcia, per fer què?' (Ed. Els Llums), de Josep Pallach. Este socialdemócrata, procedente del POUM, tenía en aquel momento 55 años de edad. A Franco le quedaban escasos meses de vida y a él menos de dos años. Murió de un infarto de corazón, al día siguiente de presentar un nuevo partido: el PSC-Reagrupament. Este nombre sustituía al de Reagrupament Socialista i Democràtic, que él había fundado en 1974 por los mismos días que lo fuera Convergència Democràtica de Catalunya y también en Montserrat. ¡Ay, la estrella vespertina!
Pallach entendía que era posible otra España, y veía como una obligación el aprender a organizar la convivencia entre nosotros los españoles
Pedagogo de vocación y de profesión, Pallach tuvo desde niño un gran interés por la política. Si política quiere decir pedagogía, decía, esta es la única perspectiva realmente humana del desarrollo y de la regeneración política. Entendía que era posible otra España, y veía como una obligación el aprender a organizar la convivencia entre nosotros los españoles. Como militante de izquierdas y como catalanista, ejercía la autocrítica y expresaba conciencia de errores pasados.
Advertía sobre los procesos de radicalización y de ofuscación colectiva que pueden dispararse sin control. Insistía en que el pluralismo político es una condición básica para que haya democracia: aceptación general de unos principios básicos y reconocimiento de inevitables desacuerdos. Y se mostraba rotundo y tajante, veamos este párrafo que especialmente hoy merece ser releído: "Si la democracia se entiende como el medio capaz de preparar la sociedad de hombres libres y responsables que queremos que sean la sociedad catalana y la hispánica, hay que aceptar plenamente las reglas del juego".
Josep Pallach se refería con comodidad a España, y lo hacía como algo propio. Desde su perspectiva catalanista, proponía fórmulas federativas "con igualdad de derechos y de deberes para todos los pueblos de la península". ¿Café para tres o café para todos?
Identificado con la tradición española "de unidad sindical con libertad y democracia interna" --muy anterior, decía con gusto, a la constitución de la Primera Internacional--, señalaba el derecho de asociación obrera como la reivindicación "más profundamente arraigada en la historia de las clases trabajadoras hispánicas".
Se refería con comodidad a España, y lo hacía como algo propio. Desde su perspectiva catalanista, proponía fórmulas federativas "con igualdad de derechos y de deberes para todos los pueblos de la península"
Pallach se mostraba pragmático y razonable. Valoraba que en la Europa de 1960 hubiese más de 25 millones de estudiantes de enseñanza media; once millones más que en 1950. Y que en la enseñanza superior, el número de estudiantes se hubiese casi triplicado en quince años: 2,3 millones en 1950 y 6,3 millones en 1965.
Entendía el socialismo como exigencia de justicia social ordenando el crecimiento económico. Y le preocupaba la despoblación de la España interior. Sin embargo, y refiriéndose a las Cortes franquistas y a sus 'cien' procuradores elegidos por sufragio directo y secreto (pero no universal, subrayaba, puesto que sólo podían votar los cabezas de familia y las mujeres casadas), destacaba una situación desigual y muy desfavorable a las zonas más pobladas: A Barcelona y a Madrid le correspondían dos representantes, los mismos que a la despoblada Soria.
Al acabar de leer el libro, asombra que algunos de los siete prólogos y epílogos que hoy escoltan esta reedición de 'Democràcia, per fer què?' pretendan vincular a Josep Pallach con la antorcha del procés. Siempre fabulando, un magno deseo lo pide y que la verdad se calle cuando nos moleste. Pues lo siento, no puede ser.