Al igual que el turrón vuelve a casa por Navidad, es muy posible que también vuelva la guerra por Navidad. A semejanza de la no tan lejana guerra de Irak. A semejanza de Aznar, es posible que Rajoy nos meta en otra aventura de similares características. No lo descarten. Mariano sólo desea que pase el 20D. Que pasen la elecciones y las gane. Ya estamos en Siria. O donde ordenen, que para eso son militares. A García Margallo, ministro de Exteriores de España, le ha vuelto a traicionar su sinceridad inconsciente. Llegó Soraya de Castilla, sierva de los silencios y esclava de las futuras elecciones, y lo mandó callar. Mariano quiere ganar y luego... Luego lo que digan los países más poderosos. A la guerra. Y yo de presidente.
Mariano quiere ganar y luego... Luego lo que digan los países más poderosos. A la guerra. Y yo de presidente
Parece un párrafo de locura, pero no lo descarten. No se confíen. El niño guapo Albert apuesta por la aventura belicista. Se nota que no ha hecho la mili. Ni ha tirado nunca ni con un tirachinas. Ansias de poder. ¡Está España como para entrar en guerra! ¡Vamos! ¿Dónde están los medios? Con la de posibles terroristas que albergamos en el país. Parece que no fue bastante la advertencia del 11M. O la reciente del 13N en París. ¿A qué juegas, Rivera? Ganemos, la derecha, el 20D y rápido a la guerra, debe pensar Albert. Apoyo a Mariano y cuatro años de poder y negocio armamentístico. Y negocio de ataúdes. Muerte. Funerales. Dolor. Y miseria. Eso no lo conoces, joven Albert.
No me creo que García Margallo haya pecado de ignorancia. Más bien todo lo contrario. Ha expresado el sentir del Gobierno y del partido. Cosa que no debería. De ahí la llamada al orden. No vayamos a despertar al oso dormido del "No a la guerra". Entonces, adiós poder en las elecciones. Dejémosle que duerma, que ya nos arrebató unas elecciones en 2004, contra pronóstico. La imprudencia de Margallo y Rivera son motivo de reflexión y alarma. De inquietud. El criterio mayoritario de los españoles permanece contrario a la guerra. Pues, dice Soraya, no mencionar tal palabra hasta Navidad. Primero ganar, después Navidad. ¡Ay!
No juguemos a potencia del mundo cuando no somos nada. No juguemos como Aznar que las consecuencias son terribles. Y pagan los ciudadanos de la calle. De los pueblos
No juguemos a potencia del mundo cuando no somos nada. No juguemos como Aznar que las consecuencias son terribles. Y pagan los ciudadanos de la calle. De los pueblos. A la guerra no irán los jóvenes del barrio de Salamanca de Madrid, no. Irán los jóvenes de provincias, hijos de campesinos, que están en el ejército para ganarse la vida. Jóvenes expulsados del mercado laboral por la reforma laboral de este gobierno. El dolor se repartirá por Cuenca, Cádiz, Palencia, León o cualquier otra provincia. Que los problemas que han creado las grandes potencias lo resuelvan ellas. EEUU, Rusia, China, Francia o Gran Bretaña, que manejan la ONU, son quienes deben poner orden. Que no nos incluyan a los incautos, Mariano. Aprenderías de Aznar, se supone. Los cinco grandes se bastan. Ellos pueden. Que lo hagan.
Si ellos no son capaces, que Dios nos coja confesados. Porque nosotros, ¿adónde vamos, Mariano? Suenan tambores de guerra y se olvida lo que pasa en casa. Una forma de ganar. Una forma de engañar. El murmullo por la capital hace que los árboles tiemblen. Que las fuentes se congelen. Queremos luces. Nada de guerras por Navidad. Con que vuelva el turrón nos vale. En casa, por Navidad, y sin sobresaltos.