Fira de Barcelona: cambalaches y arribistas
El consejo de administración de Fira de Barcelona ha confiado la búsqueda de un director general a la firma cazatalentos Seeliger y Conde, liderada por Luis Conde Möller. Se trata de encontrar sustituto al anterior titular del puesto, Agustín Cordón. Éste cesó hace pocos días a petición propia, a fin de asumir la consejería delegada de Grupo Zeta, editor de El Periódico de Catalunya, Sport y otros medios.
El mismo head-hunter ya gestionó el rastreo de los dos anteriores gerentes de Fira, José Gual en 2000 y Cordón en 2004, no sin cobrar por ello los honorarios pertinentes. Para común sorpresa, Gual se enroló en las filas de Seeliger y Conde, poco tiempo después de abandonar la Fira.
Pero entre la situación anterior y la actual hay una diferencia sustancial. Ocurre que ahora Conde forma parte del consejo de la institución ferial, en el que ingresó en 2011. Y encargarle precisamente a él la selección del candidato más idóneo se presta a toda clase de suspicacias. De hecho, fue criticada en el seno del propio órgano rector. A esos discrepantes, el episodio no puede por menos de recordarles, como dos gotas de agua, las chuscas andanzas de Juan Palomo.
El mandato conferido a Conde puede reportarle, en condiciones normales, una minuta equivalente al sueldo anual de la persona que se contrate, situado en torno de los 200.000 euros anuales. El intermediario, pues, se embolsaría un buen momio, a cambio del trabajo nada extenuante de entrevistar a unos cuantos aspirantes. La Fira sostiene que no cobrará.
Este gatuperio es polémico por partida doble, dado que pese a su gestión privada, el patrimonio de la Fira es público. Y cuando se maneja el dinero de todos, no sólo hay que ser honrado, sino además parecerlo. O dicho con otras palabras, si Conde pretendía trabajarse la búsqueda del directivo, pudo hacerlo sin ningún problema. Le hubiera bastado con dimitir antes de consejero de Fira. Pero no lo hizo. Así, se coloca simultáneamente en ambos extremos de la mesa de contratación. Cambalache habemus. Estar en misa y repicando nunca se consideró demasiado edificante.
Por lo demás, la Fira ha venido funcionando razonablemente bien gracias a la profesionalidad de su plana mayor y a que el consejo no suele inmiscuirse en el día a día.
Los miembros del órgano de gobierno se nombran por cooptación. Este sistema, en román paladino, consiste en que quienes ya ocupan un sitial en el sanedrín, señalan digitalmente a los miembros entrantes, o sea, a sus amigos, deudos y colegas.
En el actual consejo hay empresarios y ejecutivos de postín, como Pedro Fontana, quien ha compaginado cargos ejecutivos en entidades bancarias durante 25 años con la dirección de iniciativas como el COOB'92, Turisme de Barcelona, y la presidencia del Círculo de Economía y de la escuela de negocios Esade.
A Fontana parece que le pirran los cargos porque ha ostentado muchos en su dilatadísima carrera. Después de su prejubilación en BBVA, fue encumbrado a la presidencia ejecutiva de Áreas, empresa a la que llegó como consejero de la mano del citado banco.
El pasado verano, la sociedad Emesa, propiedad del abogado Emilio Cuatrecasas, traspasó su participación en Áreas a favor de la compañía francesa Elior, a cambio de un paquete accionarial de la propia Elior. De acuerdo con los fondos de inversión y otros accionistas del consorcio galo, Fontana ha sido nombrado director general mundial de la división de concesiones de Elior, que mueve un negocio anual de 1.600 millones de euros en 13 países y cuenta con 21.000 empleados.
Otro conspicuo vocal de Fira es Miquel Martí Escursell, de los autobuses Moventia. Martí fue uno de los máximos valedores de la infausta compra de Spanair con fondos de la Generalitat y del Ayuntamiento de Barcelona. La aparatosa quiebra de esta aerolínea costó a los contribuyentes catalanes la friolera de 200 millones de euros.
También está en Fira Jorge Clos Llombart, propietario de la cadena hotelera Derby, que acaba de trasladar la sede de su grupo a Madrid huyendo del infierno fiscal de Cataluña. La fuga no le impide seguir al frente del Gremio de Hoteles de Barcelona y en la vicepresidencia de Turisme de Barcelona, dependiente del Ayuntamiento.
Last but no least, también ocupa un sillón en Fira el inefable Carles Vilarrubí Carrió, que a la vez es vicepresidente de Rothschild España y del Barça. Está imputado en la Audiencia Nacional por sus oscuros trapicheos con Jordi Pujol Ferrusola, en concreto por una transferencia bancaria de 400.000 euros que éste le hizo llegar desde Andorra.
Vilarrubí compareció el pasado lunes ante el juez José de la Mata. En un estupefaciente alarde de amnesia, dijo que apenas conoce a Pujol Jr. Ver para creer. Vilarrubí forjó todo tipo de negocios con júnior durante lustros. Ahora sostiene sin ruborizarse que es casi un extraño para él. A buen seguro que el interfecto se habrá revuelto de indignación al ver cómo reniega miserablemente de él su antaño socio en enjuagues subterráneos varios.
Se sabe, entre otras minucias, que don Carles pagó una mordida de casi 600.000 euros al primogénito del ex muy honorable. Luego, en su comparecencia ante la comisión de investigación del Parlament, lo desmintió como un bellaco.
Curiosamente su esposa, la multimillonaria Sol Daurella, mandamás de las embotelladoras de Coca-Cola en España, acudió unos días antes ante un juzgado por el caso Cacaolat, encartada por administración desleal, estafa procesal y delito contra los trabajadores de una fábrica aragonesa del famoso batido.
Fontana, Martí, Clos y Vilarrubí están unidos por una característica común: les ciega su ansia por figurar, acaparar poltronas y medrar. Bien puede decirse que, entre unos y otros, en el consejo de Fira de Barcelona n’hi ha per llogar-hi cadires.