El 9 de noviembre de 2015 será una fecha recordada sin más como el día en que un Parlamento autonómico, nacido de la propia Constitución Española, decide por mayoría de diputados llevar a la práctica lo que un grupo muy selecto de intelectuales catalanistas a lo largo de las últimas tres décadas fueron preparando, organizando, incluso manipulando para conseguir la aprobación de una declaración unilateral de independencia del Estado español.
Ahora toca un corto tiempo de incertidumbre animado por los mass media para tensar más el cotarro y ver por dónde salen las primeras chispas, que saldrán...
Han transcurrido solamente unas horas de tan magnánimo acontecimiento cuando los primeros rebotes publicados en los medios de comunicación y por la propia voz del presidente Rajoy anuncian la inmediata anulación por parte del Gobierno central de dicha moción y su correspondiente tramitación a través del Consejo de Estado hasta finalizar en el Tribunal Constitucional.
Toda la responsabilidad del acto consumado va encabezada por la posible negligencia de la Presidenta del Parlament de Catalunya, casualmente ex presidenta también de la Assemblea Nacional Catalana, quien no ha tenido ningún reparo en saltarse el protocolo parlamentario de composición de mesas para conseguir su propósito tan anhelado que era aprobar dicha declaración.
Ahora toca un corto tiempo de incertidumbre animado por los mass media para tensar más el cotarro y ver por dónde salen las primeras chispas, que saldrán...
Pienso en hoy como uno de los días más aciagos para la convivencia entre catalanes en Cataluña y españoles en su conjunto
Personalmente y sin menoscabo de intentar sustraer la emoción sublime al otro bando que no es el mío, pienso en hoy como uno de los días más aciagos para la convivencia entre catalanes en Cataluña y españoles en su conjunto. Lo que pase a partir de ahora, algunos lo han querido, no será indiferente a nadie, ni emocional ni socialmente. Sin embargo, créanme si les digo que me siento por fin liberado de una duda, una sospecha, una incertidumbre que me ha acompañado a lo largo de los últimos años de mi vida política. Me explicaré...
Fue a principios del 2003 cuando a propuesta del Departamento de Historia Contemporánea de la UNED acepté indagar sobre un movimiento popular y político que tuvo su origen a principios de los años setenta en plena decadencia del franquismo y llegó a su esplendor a finales de lo que hoy en día conocemos como La Transición Española. Me estoy refiriendo a la Asamblea de Cataluña.
Tras 8 años de intensa investigación por fin pude presentar mis conclusiones ante un Tribunal presidido por un historiador de prestigio de la Universidad Autónoma de Barcelona que acabó preguntándome el motivo de presentar un trabajo tan cargado de emotividad en lo referente a Cataluña, ¡precisamente en Madrid! Mi respuesta no fue otra que emular a muchos colegas que tampoco fueron ¡profetas en su tierra!
Una de las conclusiones a las que llegué en mi tesis fue la de sospechar que el final de la Asamblea de Cataluña había quedado incompleto, al menos, para algunos de sus dirigentes, los más radicales
Una de las conclusiones a las que llegué en mi tesis fue la de sospechar que el final de la Asamblea de Cataluña había quedado incompleto, al menos, para algunos de sus dirigentes, los más radicales, que pensaban que la consecución del tan añorado Estatut no representaba el fin sino el principio de su objetivo final, la independencia de Cataluña.
Efectivamente, a finales de los años setenta la autoproclamada 'Assemblea de Catalunya Transformada' alentada entre otros por el histórico Pare Xirinachs, ya propuso la transformación definitiva de ésta en lo que hoy denominamos la Assemblea Nacional Catalana. Esta idea no llegó a cuajar en aquel momento por la falta de apoyo parlamentario tanto de Tarradellas como de Pujol posteriormente; simplemente ¡ahora no tocaba! Pero, como dijo el poeta Joan Maragall a principios del siglo XX en su carta al insigne escritor Miguel de Unamuno sobre el futuro de Solidaridad Catalana. “La Solidaridad hoy no está, pero estará cuando convenga”. Y el momento propicio llegó.
El 7 de noviembre del 2011, estando todavía gobernando el presidente Zapatero, pude asistir invitado a la conmemoración del XXX aniversario de la creación de la Asamblea de Cataluña en la Iglesia de San Agustín en el barrio del Raval en Barcelona. Cuál fue mi sorpresa que lo que se estaba cuajando allí eran los prolegómenos organizativos de la gran manifestación que tuvo lugar exactamente un año después. ¡Por fin había llegado el momento tan esperado! El que siempre deseé que no llegase.
Todo eran negaciones, incluso sonrisas cuando les advertía sobre la intención de la ANC y de quien le sustenta, Ómnium Cultural, de buscar una salida rupturista mediante una declaración unilateral
A partir de entonces intenté contactar con los líderes de mi propio partido y personas afines para prevenirles de lo inevitable. Las reuniones con Pere Navarro, obcecado en su derecho a decidir y que le llevó a la dimisión, fueron infructuosas; el mismo resultado obtuve con Miquel Iceta, siempre centrado en los tacticismos del partido; incluso envié cartas a la Secretaría General del PSOE con la esperanza de que alguien tuviera conciencia de lo que se estaba fraguando. De nada sirvió mi intención de prevenirles sobre lo que nos venía encima. De que el objetivo a alcanzar no era neutralizar a Mas y su gobierno sino quien mueve los hilos últimamente en la política catalana, la ANC; y de que Rajoy no era el problema de que hubiéramos llegado a esta situación sino la excusa.
Todo eran negaciones, incluso sonrisas cuando les advertía sobre la intención de la ANC y de quien le sustenta, Ómnium Cultural, de buscar una salida rupturista mediante una declaración unilateral. Que la corrupción dentro de este bucle de emociones ya estaba amortizada. A veces llegué a pensar que todos con los que hablaba se habían conjurado contra mí para negarme lo que era evidente, la conjura de los necios.
Sin rencor, pienso que ahora no es el momento de buscar responsables del despropósito al que hemos llegado pues aunque lo fueran por negación u omisión nunca lo reconocerían; la política es así. Sin embargo, hoy algo ha cambiado en mí. Ya no estoy solo en esta incertidumbre que nos espera. Ahora somos todos necios por no haber previsto lo inevitable aunque quizás lo único que me consuele de no haber conseguido mi propósito sea aquello de que nadie es profeta en su tierra.