Los impagos de la Generalitat al sector sanitario alcanzan unos niveles cada vez más alarmantes. El Servicio Catalán de la Salud debe a los hospitales concertados casi 500 millones de euros, correspondientes a los meses de junio y julio. Semejantes demoras colocan al borde de la asfixia financiera a muchos centros. Éstos, a su vez, no tienen más remedio que retrasar los abonos a sus propios proveedores, con lo que la cola de los damnificados se alarga al infinito.
Paralelamente, el Gobierno de Artur Mas comunicó días atrás a las farmacias que no tiene un céntimo en caja y que, por consiguiente, se olviden de cobrar. Ya les adeuda julio, agosto y septiembre, por un importe total de 334 millones de euros.
A las farmacias les llueven sinsabores desde todos los ángulos imaginables
A estos establecimientos les llueven sinsabores desde todos los ángulos imaginables. El organismo que vigila la competencia les acaba de propinar un leñazo demoledor, el segundo en pocos meses. Ha dado a la luz un informe que fustiga su actual regulación. “Está diseñada para favorecer los intereses privados de los titulares de las oficinas. Contiene tal cúmulo de restricciones, que elimina toda concurrencia”.
El estudio arguye que los pacientes son los más perjudicados por el statu quo actual. “Si existiera rivalidad, los ciudadanos se beneficiarían de una mayor calidad del servicio, habrían de recorrer distancias menores para recoger los específicos y satisfarían precios más bajos por los no sujetos a prescripción médica”.
En consecuencia, el órgano anti-trust insta a liberalizarlo mediante la supresión de toda traba para el acceso al mercado, la dispensación de medicamentos y la titularidad de las farmacias.
Un ejemplo ilustra de forma palmaria sobre los benéficos efectos de la liberación. Me refiero al caso de Navarra. Hace 14 años se abolió allí el grueso de las cortapisas. Desde entonces, se ha doblado el número de oficinas y éstas han brotado sobre todo en las poblaciones pequeñas.
Carísimo oligopolio
En verdad, no tiene mucho sentido que un médico, un dentista o un oftalmólogo, por citar tres ejemplos, puedan abrir consulta donde le plazca y en cambio un licenciado en farmacia deba someterse al rígido intervencionismo que disciplina su especialidad.
A mediados de los años noventa, el colegio del ramo en Madrid puso el grito en el cielo porque un boticario de la capital tuvo la osadía incalificable de saltarse a la torera las férreas normas que limitaban los horarios. Ante sí y por sí, decidió abrir 24 horas diarias. Sobre el infractor llovió de inmediato un diluvio de requerimientos notariales, expedientes, amenazas de sanciones y acusaciones de toda laya.
Pero la borrasca amainó pronto y el arcaico corporativismo sufrió una derrota estrepitosa. Hoy menudean las oficinas que abren por la noche y son legión las que funcionan durante más horas que antes.
Las boticas constituyen un suculento negocio gracias al entramado de privilegios que disfrutan desde tiempo inmemorial
Las boticas constituyen un suculento negocio gracias al entramado de privilegios que disfrutan desde tiempo inmemorial. La instalación está estrictamente tasada según un sistema de distancias mínimas y cupos de población. La propiedad de las tiendas se reserva en exclusiva a los titulados. Los precios de los medicamentos se declaran inamovibles. Se prohíbe de forma tajante la práctica de descuentos. Sólo las farmacias, y nadie más que ellas, se creen facultadas para expender medicinas, incluso las no sujetas a receta.
Fruto de todo ello son unos altos márgenes comerciales y unos beneficios jugosos. De otra forma no se explicarían las sumas multimillonarias que han llegado a desembolsarse por los traspasos. El Tribunal de Defensa de la Competencia ya se pronunció hace años contra este régimen oligopolístico. Calculó que los consumidores y la Seguridad Social soportan un sobrecoste anual cifrado entre 360 y 420 millones de euros.
Los colegios de la profesión, erigidos en potente grupo de presión, defienden con uñas y dientes sus seculares prerrogativas a costa de los usuarios y de la pléyade de licenciados en paro que tienen cegado el acceso al ejercicio de su carrera. Tengo para mí que tarde o temprano acabará demolido el telón de acero que circunda el sector. Cuanto antes entiendan los colegios que las auras liberadoras son imparables, mejor para todos.