Vivimos momentos tristes, al menos para una parte de la ciudadanía catalana y por ende de la española. El 27 de septiembre de 2015 será una fecha recordada por algunos como una jornada importante y significativa de cara a lo que ellos entienden como el primer paso a la libertad, el voto de su vida, según constan en los panfletos desplegados por Junts pel Sí.
Otros, los más numerosos si nos atenemos a los datos reales y no a la propaganda masiva lanzada desde los medios audiovisuales controlados por el Gobierno catalán, hemos contemplado ese día como la consumación de algo que se intuía dentro de nosotros pero que nos negábamos a aceptarlo.
Los resultados del 27S, dada la desorientación del electorado, nos demuestran la frágil situación política y socioeconómica en que nos encontramos
Una buena parte de la sociedad catalana, esa que iba emergiendo poco a poco desde los años oscuros del tardofranquismo y que despegó definitivamente en la Transición, ha decidido votar por la escisión o ruptura de sí misma. Y ha decidido dejar a la otra parte, la más numerosa, en la disyuntiva de rechazar esa actitud provocadora con la consecuente desconfianza interna que ha generado en muchos de nosotros, o de superar y buscar puentes de diálogo para ir a no sé dónde con la única intención de no perder la confraternización con la familia, los amigos, los vecinos de nuestro entorno, etc., una relación que ya creíamos superada y que ha sido gravemente alterada por lo que algunos han denominado la espiral del silencio.
Los resultados, dada la desorientación del electorado, nos demuestran la frágil situación política y socioeconómica en que nos encontramos. Para nosotros, el colectivo que formamos la dirección de Ágora Socialista, representantes del socialismo no identitario en Cataluña, el 27S fue la culminación del fracaso político de una sociedad, la catalana, que ha perdido el rumbo, el seny, en la búsqueda de su propia autodeterminación sin tener en cuenta ni respetar que la libertad que ellos proclaman acaba justo cuando comienza la de sus conciudadanos que conviven con ellos y son mayoría.
Los resultados son concluyentes. La opción secesionista no ha conseguido su propósito de justificar en las urnas su hipotética mayoría absoluta tanto en votos como en escaños. Por el contrario, el juego numérico de la Ley d'Hondt y el tamaño de los distritos (en Barcelona cuesta un escaño 2,4 veces más en votos que en Lleida) los hace vulnerables al capricho de la CUP, un movimiento pseudo anarquista favorable a la secesión y contrario a la realidad y a la concepción del Estado actual. Grave paradoja si llegan finalmente a un acuerdo de gobierno dos conceptos ideológicos claramente antagónicos.
Hay que admitir el fracaso del proyecto socialista en estos comicios, aferrándose al error continuo de negar la evidencia de que su votante potencial mayoritario no comparte otras tesis que no sean las aceptadas por el PSOE
Por otro lado, pese a los esfuerzos de los medios de comunicación del PSC para suavizar la frustración de su electorado, nos vemos en la obligación moral de admitir el fracaso del proyecto socialista en estos comicios, aferrándose al error continuo de negar la evidencia de que su votante potencial mayoritario no comparte otras tesis que no sean las aceptadas por el PSOE.
La inconcreción sobre los conceptos de nación, derecho a decidir, el pacto fiscal, etc., y los asiduos coqueteos con partidos de carácter separatista como ERC derivados de la época del Tripartito han creado una confusión innecesaria entre los dos partidos socialistas, hecho que ha obligado al votante fiel socialista a echarse en manos del partido emergente Ciudadanos como única salida aparte de la abstención.
Esperamos que esta ingrata experiencia haga reflexionar a la dirección del PSC en la necesidad de un cambio de estrategia que pase por el retorno a los principios del socialismo generado desde la Transición. En ese camino siempre encontrarán el apoyo del socialismo no identitario en Cataluña y España.
Lamentamos que tras un largo camino recorrido, la clase política que nos representa nos haya hecho llegar a esta situación desinhibiéndose de toda responsabilidad moral y civil, una clase política preocupada más de protegerse de la justicia que de responsabilizarse de sus propios actos ante la sociedad. En definitiva, una clase política que nos ha dejado en la tesitura de tener que decidir si queremos ser españoles o catalanes. Un largo camino para tan pesadas alforjas.