Las previsiones se han cumplido. Como indicaban la práctica totalidad de encuestas y estudios de opinión hechos públicos en las últimas semanas, los independentistas han ganado ampliamente las elecciones al Parlament de Cataluña del pasado domingo, 27 de septiembre.
La opción independentista ha quedado lejos de su objetivo. Pese o precisamente por la alta participación (77,44%), no han llegado al 50% de los votos (47,8%)
Bien es verdad que le resultado de la coalición Junts pel Sí, con 62 escaños queda sensiblemente por debajo de los 71 que tenían en la pasada legislatura CiU y ERC, integrantes de esa candidatura, más destacados miembros de la sociedad civil. Sin embargo la CUP ha obtenido 10 actas de diputado, siete más que en el anterior mandato. Son, sin duda, junto con Ciutadans los grandes triunfadores de la noche electoral.
No obstante la opción independentista ha quedado lejos de su objetivo. Pese o precisamente por la alta participación (77,44%), no han llegado al 50% de los votos (47,8%). De hecho, 1.900.000 votos son prácticamente los mismos que en la seudoconsulta del 9-N.
Sea como sea, hay que felicitar a los vencedores. La estrategia de una lista transversal trufada con nombres de cierto prestigio de la sociedad civil, con el presidente saliente y aspirante a repetir emboscado en el cuarto lugar de la candidatura, el líder de la oposición en el quinto, más la añagaza de prometer la tierra prometida sin explicar los costes que hay que asumir ha dado buenos resultados. A la coalición de Junts pel Si hay que sumar los antisitema de la CUP, empeñados en salir de Europa y el euro. Ahora está por ver si unos y otros son capaces de entenderse en el parlamento y cambio de qué. Además, estoy convencido de que la inacción del presidente Rajoy y su actitud displicente, han sido el mejor acicate para despertar el voto independentista dormido.
Los resultados de estas elecciones van a ser muy difíciles de gestionar y se va a necesitar mucho dialogo y grandes porciones de negociación (y es posible que alguna dimisión)
Sorprende, de todos modos, el sentido acrítico de una buena parte de los votantes de Junts pel Sí que han preferido la incerteza de lo desconocido sin pararse, un tan siquiera, a escuchar a los que han advertido hasta la saciedad de los graves inconvenientes que nos acechan si el gobierno opta por el camino de la inseguridad jurídica; o sea, salida de los organismos internacionales -como la UE, la ONU o la OTAN- hacer caso omiso de la corrupción, o poner en riesgo las pensiones de nuestros mayores.
Los resultados de estas elecciones van a ser muy difíciles de gestionar y se va a necesitar mucho dialogo y grandes porciones de negociación (y es posible que alguna dimisión) para llegar a algún acuerdo que haga este país gobernable y no tengamos que volver dentro de 2 meses otra vez a las urnas.
En teoría, ahora se tendría que escoger un presidente de Gobierno que, a su vez, nombre un Consejo Ejecutivo. En buena lógica, ese equipo lo que debería hacer en primera instancia es zurcir el país. Las últimas elecciones han dejado una sociedad dividida en dos mitades. Sin solución de continuidad haría bien en dedicarse a recuperar el desballestado Estado del bienestar. Recuperar los estándares que tuvimos en la asistencia sanitaria hasta 2010. Cubrir las bajas en los últimos 4 o 5 años se han producido entre los docentes. Dar unos servicios sociales dignos de un país desarrollado. Buscar la inversión necesaria para realizar las infraestructuras que tanto se precisan para seguir progresando y poner el país a punto para los retos que le futuro nos tiene reservados.
De hecho, para ese tipo de cuestiones ha sido elegido ese parlamento y el gobierno que de esa elección se deriva. Sería una grave irresponsabilidad pretender asumir competencias que no están recogidas en la legalidad vigente.
Si algo ha quedado claro tras estas elecciones, es que ahora empieza todo y la negociación (dentro de la legalidad) es inevitable
En cualquier caso, si se aspira a iniciar el cacareado proceso de “desconexión” del resto de España lo mínimamente razonable sería esperar a las elecciones generales anunciadas para el 20 de diciembre. Después de los supuestamente 300 años de sometimiento no vendrá de 3 meses.
Si algo ha quedado claro tras estas elecciones, es que ahora empieza todo y la negociación (dentro de la legalidad) es inevitable. Mariano Rajoy, o mejor quien le suceda, tras las próximas elecciones generales, en la presidencia del Gobierno de España, no puede negar las evidencias.
Como sostiene Josep Borrel en un artículo publicado en El País (27/09/11), España tiene un grave problema en su relación con Cataluña. La “conllevanza” orteguiana no es ya la solución, si es que alguna vez lo fue. La abúlica indiferencia de Rajoy, tampoco. Y algunas de sus actuaciones agravan el problema. Una sociedad no puede desarrollarse normalmente en el seno de un Estado si una parte muy importante de la población cree que estaría mejor sin él. Pase lo que pase, habrá que restablecer el diálogo, mejorar la información, extremar el respeto y hacer las reformas constitucionales, financieras y fiscales necesarias para que esa parte disminuya hasta el límite de los que hacen de la independencia una cuestión de dignidad ante la que no hay razones que esgrimir. Pero que no justifica un salto en el vacío negando la ley de la gravedad.
En consecuencia, ahora toca dialogo, negociación y pacto.