Entramos en la última semana de campaña con unas encuestas que, en general, dejan a Junts pel Sí cerca de la mayoría absoluta. Si las encuestas siempre deben tomarse con precaución, en el caso catalán los precedentes hacen extremar la prudencia.
Los partidos no secesionistas deberían aprovechar el paso atrás del independentismo y denunciar que mentir a los electores y no alertarles de los problemas que sus decisiones pueden provocar es una estafa
Es evidente que el votante no independentista no se siente comodo revelando su voto por teléfono. Hay miedo. La supuesta existencia de listas negras de catalanes no adeptos al régimen y el acoso de quien se resiste son la causa. Balaguer o las rectificaciones de Gonzalez e Iglesias son muestras del éxito de la presión nacionalista cuando algo no les gusta. Además, los independentistas llevan años hipermovilizados y los no secesionistas han empezado a movilizarse mucho más tarde.
Con todo, hay que partir del supuesto de que las encuestas estén en lo cierto y trabajar para dar la vuelta a la situación. En los últimos días las declaraciones de líderes internacionales, de la banca o del presidente del Barça dudando de que el club juegue la Liga española, suponen un cambio sustancial en el debate.
Hasta ahora el discurso secesionista se ha basado en que la independencia no tenía costes. Nos dirigíamos a un mundo feliz. Seguiríamos en la UE, no habría riesgo de corralito, las pensiones serían más altas, no habría deslocalizaciones de empresas, el Barça jugaría la Liga, seguiríamos siendo españoles, en la Meridiana había dos millones de personas...
Esta política de mentiras ha estallado. Ante la evidencia, la reacción del independentismo no ha sido pedir perdón por sus mentiras sino cambiar el registro y apelar a "la dignidad del pueblo" al estilo del referéndum griego, de populismo castrista o de Maduro.
Los partidos no secesionistas deberían aprovechar este paso atrás. Para ello deben centrar su discurso en poner de manifiesto las mentiras, el cambio de mensaje, a la par que denunciar que en política lo que es una estafa a los electores es mentirles y no alertarles de los problemas que sus decisiones pueden provocar.
La lista de Junts pel Sí no es de fiar. Ha mentido a sabiendas en sus declaraciones públicas y sigue mintiendo a una parte de sus votantes con el doble discurso de Mas: a unos les dice que esto es imparable, que la independencia va en serio; y a otros que no se preocupen que lo que quiere es pactar. Evidentemente, es un discurso tramposo que debe ponerse en evidencia.
La lista de Junts pel Sí no es de fiar. Ha mentido a sabiendas en sus declaraciones públicas y sigue mintiendo a una parte de sus votantes con el doble discurso de Mas
Evidenciar las mentiras, afirmar sin complejos que explicar los riesgos ciertos de la secesión es lo que deontológicamente toca, que las apelaciones al "orgullo del pueblo" frente a los "poderosos" es lo propio de todas las derivas populistas y antidemocráticas, es lo que se debe enfatizar esta última semana. Y hacerlo siendo conscientes de que, aunque pensemos que al final no llegara la sangre al río, cuando se bordea el precipio un accidente siempre es posible. Sólo hace falta mirar la historia y nuestro propio entorno.
Porque ahora que los secesionistas ya desprecian a los empresarios, a la banca, a la UE... habrá que recordarles que los refugiados todavía quieren venir a la UE y que no hay alternativa mejor para el "bienestar del pueblo" que el Estado de derecho, la economía de mercado y la pertenencia a la UE. Salvo para los que pretenden atrincherarse en el poder para preservar y ampliar su poder y su impunidad.
Y cuando esto remita, que lo hará, habrá que decir a los que ahora se movilizan in extremis pero que han permitido llegar a esta situación, que es hora de tener una estrategia a medio y largo plazo para evitar las recaídas. A ver si el susto sirve para que los que no creen en aventuras populistas se pongan las pilas y actúen en consecuencia.