Los ciudadanos se encuentran al regreso de las vacaciones con el país sumido otra vez en un lodazal de corrupción y podredumbre. El último escándalo tiene de protagonista relevante a la familiar Sumarroca y su polémica constructora Teyco.
Esta panda, como la de los Pujol Ferrusola, forma parte del selecto grupo de clanes familiares vernáculos que, al grito de “tot per Catalunya”, se enriquecieron de forma vertiginosa al amparo del poder nacionalista.
Los Sumarroca, como los Pujol Ferrusola, forman parte del selecto grupo de clanes familiares vernáculos que, al grito de “tot per Catalunya”, se enriquecieron de forma vertiginosa al amparo del poder nacionalista
El máximo exponente de la cuadrilla es el octogenario Carles Sumarroca Coixet, uno de los fundadores de CDC y también uno de sus mayores financiadores, ya sea de forma oficial o subterránea.
De orígenes muy humildes, el patriarca proviene de la minúscula aldea de Llimiana, en el Pallars Jussà. Comenzó a amasar su fortuna el día que Jordi Pujol desembarcó en la Generalitat. Son incontables las contratas públicas que ha recibido en los últimos treinta años. Lenguas viperinas aseguran que en muchas de ellas tintineó el habitual trasiego de maletines, pero nunca llegaron a denunciarse ante la justicia.
El abominable silencio sobre este asunto, típico de la “omertá” siciliana, perduró hasta el pasado 23 de julio, cuando un juez de El Vendrell ordenó la detención y encarcelamiento de su hijo Jordi Sumarroca Claverol, consejero delegado de Teyco. Salió de Quatre Camins el 10 de agosto, mediante el pago de una fianza de 600.000 euros. Mientras permaneció entre rejas, los servicios penitenciarios de la Generalitat le dispensaron un extraordinario trato de favor, como no podía por menos de ser, por tratarse de “uno de los suyos”.
El juez le acusa de haber satisfecho una mordida de 1,4 millones de euros al pujolista Daniel Masagué, cuando éste era alcalde de Torredembarra, para que otorgara a Teyco un aparcamiento y quizás otras obras. El pago de las coimas se hizo de forma fraccionada, a fin de no levantar sospechas, desde media docena de sociedades del grupo Sumarroca. Por este caso, el ex regidor, panadero de profesión, ya ha pasado dos veces por prisión.
Similitudes ominosas
Tras esta primera actuación, a finales de agosto llegó el bombazo. El mismo juez ordenó registrar las oficinas barcelonesas de Teyco en la calle Císter, sita a escasos metros del paseo de Sant Gervasi. Asimismo, se inspeccionaron las sedes de Convergència Democràtica de Catalunya y de su fundación CatDem (ex Trias Fargas), amén de cinco ayuntamientos controlados por dicha formación.
A raíz de tales pesquisas, se halló en una caja fuerte del despacho de Jordi Sumarroca un documento manuscrito que detalla un repertorio de ayuntamientos controlados por Convergència y las obras adjudicadas por ellos. Al lado, una columna con otras cantidades, que suman casualmente el 3%. El mismo 3% que Pasqual Maragall mencionó fugazmente diez años atrás y que desde entonces ha hecho correr ríos de tinta.
También se copió el disco duro del ordenador de Daniel Osàcar, ex tesorero de CDC y de la Fundació Trias Fargas, predecesora de CatDem. Osàcar dimitió tras la conmoción desencadenada por el saqueo del Palau de la Música, desde el que se desviaron casi 7 millones a Convergència por medio de la fundación Trias Fargas.
La defensa numantina que los prebostes políticos prodigan a sus recaudadores sólo se explica porque éstos son los guardianes de los secretos más inconfesables y siniestros de los partidos. Su silencio es oro
Este veterano cobrador de pasteleos dejó el cargo hace mucho tiempo, pero sigue disfrutando de despacho propio en las dependencias del partido de Artur Mas. Por lo que parece, continúa dedicándose a lo de siempre, o sea, a pasar el cazo para la bandería.
Semejante suceso recuerda punto por punto el del irrepetible Luis Bárcenas, que también siguió devengando emolumentos en el PP tras su supuesto cese como tesorero. La defensa numantina que los prebostes políticos prodigan a sus recaudadores sólo se explica porque éstos son los guardianes de los secretos más inconfesables y siniestros de los partidos. Su silencio es oro.
En el caso Palau, Osàcar se sentará en el banquillo acusado de los delitos de blanqueo de capitales y tráfico de influencias, por los que la fiscalía le pide 7 años y medio de prisión y multa de 20 millones de euros.
Al final, no parece sino que a los Sumarroca les ha ocurrido lo mismo que a Al Capone. El célebre mafioso, tras sembrar de actos criminales el Chicago de los años veinte y treinta, fue apresado por unas minucias tributarias. A los Sumarroca, que en los últimos tres decenios facturaron cientos de millones a las Administraciones, los han pillado por un miserable aparcamiento de 2,5 milloncejos. La codicia rompe el saco.