Mi experiencia en el periodismo son treinta años en el mundo de la tinta y el papel. Hace siete meses me estrené en el digital, y dos en Crónica Global. Es decir, soy un novato de libro en este formato.
Ahora que sigo cada día este portal, estoy descubriendo algo imprescindible en el éxito del periodismo: ser el heraldo. Dar el golpe el primero, y que la realidad no desmienta tu noticia. En eso está el secreto del triunfo (ayer, hoy y mañana) del periodismo.
A los grandes empresarios les ha empezado a temblar las piernas cuando ven que el hijo putativo de Pujol ha colocado a un ex comunista al frente de su lista única
No es teoría. El director de Crónica el pasado viernes adelantó que los grandes empresarios catalanes romperían su silencio cómplice sobre la locura de Mas y se atreverían a decir, aunque de forma florentina, que el rey está desnudo, como en la fábula del danés Andersen. Desgraciadamente, la historia no es un cuento venido del norte.
Hace unos días Carles Enric ponía de chupa de dómine a casi todos los empresarios. Les culpaba, con razón, de su silencio cómplice. De ser melindrosos.
Carles es muy atrevido. Yo no me hubiera atrevido, sabiendo que tiene razón, por aquello tan catalán de guardar las formas. En Cataluña este juego palaciego se da mucho en la política entre hermanos de teta y leche agria.
Entiendo el silencio pusilánime de los empresarios porque si algo tienen en su ADN, y no hace falta ser catalán (el principio sirve para los malayos, así que es una verdad universal), es ese temor reverencial al Poder, en democracia y en dictadura.
El Poder como concepto lo es casi todo para triunfar en el mundo de los negocios. La buena relación con el Poder en la prensa, que conozco bien, significa subvenciones públicas a fondo perdido. Pero no sólo en prensa: en el mundo de las finanzas es tener un banco como principal depositario; o, en cualquier actividad empresarial, contratos con las administraciones públicas, permisos, autorizaciones. En definitiva, luz verde.
Quijotes como José Manuel Lara son eso, Quijotes. La inmensa mayoría de los empresarios son Panzas contentas que les gusta aplaudir todo lo que proceda de la voz de mando. Ocurrió durante el franquismo, y ha continuado en la Democracia, por esa malaya verdad universal.
Pero llega un punto en que esa forzada sonrisa complaciente se vuelve un rictus helado por esta tragicomedia a la que nos conduce Artur Mas.
Con la antigua CDC los grandes empresarios se sentían seguros porque ese partido lo habían patrocinado durante los años del oasis catalán del ex Molt Honorable Jordi Pujol.
Pero ahora les ha empezado a temblar las piernas cuando ven que el hijo putativo de Pujol ha colocado a un ex comunista al frente de su lista única. Que Oriol Junqueras vaya de la mano tampoco les hace mucha gracia porque saben de qué pie cojea su gente; pero lo que aún les irrita más es que los 'antisistema' de la CUP, y sus mujeres de corte de pelo de hacha, sumen para que todos caigamos en ese precipicio de la DUI.
Por eso han intentado activar el freno de mano.
El problema es similar al de UDC. No se atrevieron a bajar del tren por el miedo a romperse la crisma. Si lo hubieran hecho en septiembre de 2012, cuando tocaba, otro gallo nos cantaría. No lo hicieron por el mismo miedo que ahora ha hecho despertar a las grandes empresas, muchos de la pequeña empresa se equivocan si piensan que esta aventura suicida le saldrá barata. No hay peor ciego que el no quiere ver...
Mas es el responsable del desafuero, pero esta locura no hubiera sido posible sin el silencio cómplice de estos empresarios hoy asustados
Mas es el responsable del desafuero, pero esta locura no hubiera sido posible sin el silencio cómplice de estos empresarios hoy asustados.
¿Y por qué tienen tanto miedo?, se preguntarán los separatistas que se limitan a repetir lo que les gusta oír. No a pensar por sí mismos.
La respuesta vale con este ejemplo: las empresas catalanas exportan la misma cantidad de euros a los vecinos del norte (Francia), que a nuestros vecinos del oeste (Aragón).
Francia continuará comprándonos, pase lo que pase, pero hace falta ser muy ingenuo, niño diría, para pensar que los aragoneses iban a continuar comprándonos como si no les afectara un hipotético rechazo a España...
Un psiquiatra neutral diría que el actual problema de Cataluña es una crisis aguda de infantilismo.