El 27S está ya a la vuelta de la esquina. Queda un mes escaso y la candidatura Junts pel Sí tiene claro que la independencia está por encima de todo. Sus mensajes se centrarán en agitar los sentimientos identitarios y se abandonarán temas espinosos.
El nacionalismo necesita que todos los suyos vayan a votar para conseguir esa ansiada mayoría absoluta que les permita seguir con su manido “procés”
El último ejemplo lo tenemos con la inmigración. Xavier García Albiol, el candidato del PP, ha puesto el tema encima de la mesa. Todos los partidos se han manifestado en contra. Junts pel Sí ha preferido decir que el tema no está en campaña. Primero, porque tener una postura común en la amalgama de personajes que componen la lista es una cuestión harto difícil. Segundo, porque el nacionalismo siempre se ha sentido incómodo en cuestiones migratorias. Sobre todo CDC, que ha mantenido tradicionalmente posturas nada alejadas de los postulados de García Albiol. Y hoy, decir cosas como las que decía, sin arrugarse, Marta Ferrusola o Heribert Barrera pueden conllevar problemas. Mejor callar.
El soberanismo quiere centrar su batalla en sus propias las soflamas. Los suyos están muy movilizados y quiere mantener esta movilización hasta el 27S, con la inestimable ayuda de una Diada en plena campaña. Todo su interés se centrará en dibujar una nueva Cataluña más libre, más democrática, más plural y más social. Se presentará la nueva Ítaca como el único objetivo a conseguir. Lo demás no importa. La inmigración, tampoco.
En la nueva Cataluña se pagarán las pensiones y se cobrará el paro sin ningún tipo de problemas. Es más, las pensiones serán más y mejores porque sobrará el dinero a raudales. Europa, a pesar de la pérfida España, abrirá las puertas a la nueva Cataluña porque Europa no puede prescindir de Cataluña. La economía irá viento en popa. Más exportaciones, más crecimiento, más reparto social de la riqueza. Incluso, tendremos menos casos de cáncer y menos accidentes de trabajo --véase el programa electoral de CiU en las elecciones de 2010-- y, evidentemente, los inmigrantes serán felices en su nuevo país de acogida.
Por si alguien tiene dudas, los nuevos ciudadanos de Cataluña podrán tener la doble nacionalidad --sin preguntar a España, claro--, el Barça jugará la liga española y, si no, la francesa que está ansiosa por abrir sus puertas, tendremos las energías más limpias y el problema del agua desaparecerá de un plumazo. Y, si alguien no tiene bastante, se pone sobre la mesa la aspiración más querida del soberanismo: el pancatalanismo.
Por debajo de la línea roja de la mayoría absoluta, a Junts pel Sí no le valdrá ningún premio de consolación. No le valdrá que las CUP le apuntalen
Durante la campaña este mantra será recitado día a día y acentuado a medida que se acerque la fecha de las urnas. El nacionalismo necesita que todos los suyos vayan a votar para conseguir esa ansiada mayoría absoluta que les permita seguir con su manido “procés”. Lo necesita porque la polarización del voto está activando el voto contrario a la independencia. A pesar de la división, y debilidad de los partidos constitucionalistas, el voto del no, el que se quedaba en casa en unas autonómicas, está dispuesto a salir. A plantar cara.
¿Por qué? Precisamente por el éxito del nacionalismo que ha hecho calar en la sociedad catalana que las elecciones son plebiscitarias. El entusiasmo en sus filas, narrado hasta por Karmele Marchante en Catalunya Ràdio, ha activado también el voto dormido antinacionalista. Por si fuera poco, nuevos actores como Catalunya sí es Pot y las CUP ponen en entredicho que Mas, y su ensalada, pueda alcanzar los objetivos deseados.
Mas ha abierto la Caja de Pandora y puede encontrarse con desagradables sorpresas. CiU y ERC tienen 71 diputados en el Parlament. Si no repite este resultado Junts pel Sí puede tener sus días contados. Tiene un margen de 3 diputados. Es decir, conseguir 68, la mayoría absoluta, para mantener su liderazgo. Por debajo de esta línea roja no le valdrá ningún premio de consolación. No le valdrá que las CUP le apuntalen. Queda un mes para el 27S y, hoy por hoy, nadie puede vender la piel del oso. Todavía anda suelto. Todavía está por ver si asistimos a una nueva versión del cazador cazado.