El diccionario de la Real Academia Española recoge el término 'españolear' como “hacer propaganda exagerada de España”. Habría que matizar: la propaganda puede ser buena o puede ser mala. Quizá se españolee también cuando por sistema se injurie y denigre lo español, ya sea con voces y carteles de gente separadora o con carteles y voces de gente separatista. La densidad de zafios e ignorantes y mal intencionados es un parámetro a mejorar, aquí y allá. En cambio, el diccionario académico no recoge el término 'borbonear', conocido en especial por expresar el estilo de reinar de Alfonso XIII. Con él no se entiende “hacer propaganda exagerada de los Borbones”, sino que indica un modo de entrometerse desde el poder, y de enredar con prepotencia y falta de tino.
Por 'borbonear', término conocido en especial por expresar el estilo de reinar de Alfonso XIII, se entiende un modo de entrometerse desde el poder, y de enredar con prepotencia y falta de tino
Yo no soy monárquico, pues entiendo que ni siquiera la autoridad moral se hereda, sino que se gana. Tampoco me siento republicano a machamartillo; sólo imaginar a conocidos desaprensivos presidiendo la República me basta para desear salir corriendo. Sí puedo decir que me reconozco liberal en el sentido de Julián Marías, “el que no está seguro de lo que no puede estarlo”. De ahí que valore el pragmatismo para aspirar, sin renuncia alguna, a una sociedad igualitaria y digna, donde nadie sea más que nadie, “que no es un hombre más que otro, si no hace más que otro”. También en el Quijote se puede leer que “tanta alma tengo yo como otro, y tanto cuerpo como el que más, y tan rey soy yo de mi estado como cada uno del suyo”.
En su 'Diario de un ministro', Bono explica que escuchó a Felipe aconsejar a ZP que tratase al Rey con deferencia y consultándole, pero que el presidente debía decidir los ascensos y los destinos de los generales. Dos meses después, el ministro de Defensa José Bono tenía el visto bueno de Zapatero para cesar al general Alejandre como Jefe del Estado Mayor del Ejército, y fue a ver al Rey. Cuenta que éste y el presidente conversaban sobre tal cambio como si él no estuviera. El monarca consideraba a ese general como el de más prestigio del Ejército y dijo: “Pepe, que ha caído muy bien entre los militares, se estrellará si lo cesa”. El aludido pidió permiso para hablar, el Rey se lo concedió no sin advertirle que él sabía de los ejércitos más que el ministro.
“El Rey debería creer a su ministro antes que a un general que viene a pedirle apoyo para seguir en el puesto de mando”, exclamó Bono. Y se sucedió este diálogo: “-¿Vas a hacer lo que te dé la gana o me vas a hacer caso? –El ministro de Defensa no puede serlo sin el apoyo del Rey que tiene atribuido constitucionalmente el mando supremo de las Fuerzas Armadas. (…) -¿Entonces? ¿Mi opinión te sobra? –No, Señor. Me estoy dando cuenta de que, en estas circunstancias, el que sobra soy yo”. Bono afirma que entonces el Rey se sintió tocado emocionalmente. Después del brioso pulso se produjo un abrazo cariñoso.
De no haber abdicado Juan Carlos, yo no sé si Bono habría publicado estas conversaciones -donde el boneo respondió al borboneo- que ofrecen un retrato real que deja que desear. Sea como sea, conviene que se sepan. Si hay rey, éste no puede dejar de ser ejemplar, también en el trato que no suele trascender.