Un signo de identidad de la política del policía bueno de Mas, a través de su plenipotenciario policía malo Homs, es la de tratarse a garrotazo limpio, como en el célebre cuadro de Goya: Duelo a Garrotazos, en la serie de la ‘Quinta del Sordo’ de las catorce pinturas negras, cuando se trata de gresca con el odiado Estado opresor (los dos interesadamente sordos, no como Goya); pero cuando la riña es con otros independentistas, entonces la disputa es florentina. Con sonrisas barrocas, de cara a la galería, para que nadie les pueda acusar de traidores a la Santa Causa.

O, para hacerlo más cercano, como lamentó Jaume Vicens Vives, el renovador de la historia contemporánea, cuando al recuperar, tras la guerra civil, su cátedra en la Universidad central de Barcelona, dijo: “Me felicitan con una sonrisa en los labios, pero con odio en el corazón”. Hablaba de sus colegas…

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En política las verdades tienen una fecha de caducidad similar a la leche fresca sin pasteurizar sacada de la nevera en este verano abrasador. Así que lo que era verdad el 14 de julio, el día de la Virgen del Carmen, puede ser más falso que el beso de Judas que dio a su hijo…

Pese a ello voy a hacer un atrevimiento, porque no creo estar equivocado en la corriente de fondo. Es más auténtica que lo que flota en la superficie.

Los independentistas de CDC y ERC son una pareja de baile que se detesta profundamente, pero que tienen que guardar las apariencias como en esa sonrisa helada con que el claustro de la UB recibió a Vicens Vives.

Se detestan por lo obvio: son enemigos íntimos, porque compiten por el mismo electorado. Este lienzo surrealista en el que se ha convertido la política independentista, merece ser colgado en el mural principal del Museo Dalí de Figueres…

Empero, el origen del embrollo no está en Oriol Junqueras, aunque ha hecho de carbonero, sino en un hombre que anda con orejeras desde que hace tres años se cayó del caballo, al recibir el rayo de la trinidad de ANC, confundiendo la voz de su diosa Carme Forcadell como la de Catalunya, ayer subyugada y hoy cautiva, que tenía que liberar de su esclavitud.

Artur Mas embriagado por esa visión he seguido sus dictados en posición de genuflexión, Jordi Sánchez es su trasunto. Confiado ciegamente en su intuición, tiene un ego tan grande que se lo pisa, ha cerrado los ojos y se deja llevar por ese viento de la ANC, ahora huracanado, y que le va a estampar a un muro infranqueable.

Destino reservado para este estratega de pa amb tomàquet, perifollado con la estética tupé del viejo Bulli y la oratoria, más vieja, de Almirall, que le permite tener las siete vidas de un gato, pero los gatos también caen…

La experiencia de estos cinco años del President Mas demuestra que es un buen táctico pero un mal estratega, dando a estas palabras el sentido original: la táctica es para ganar una batalla. La estrategia es más importante, es para ganar la guerra. Lo de Mas es el táctico perfecto: gana la batalla temporal. Va de victoria en victoria hasta la derrota final. Como a los 300 griegos en las Termópilas, Mas juega a hacer de Leónidas y acabará como él. Tic, tac… sólo es cuestión de tiempo.

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Vuelvo a la metáfora del principio: durante casi dos siglos los críticos de arte teorizaron sobre la pintura de Goya y llegaron a la conclusión que esa salvaje riña era una hipérbole de la guerra civil permanente de España, porque los dos villanos inciviles están como mulos enterrados en la tierra hasta el corvejón… Sin embargo, un análisis reciente de los restauradores del Museo del Prado ha descubierto que en el original los contendientes no estaban enterrados hasta las rodillas, sino que el suelo era yerba, y que una restauración atolondrada, después de la muerte del pintor, los enterró tal y como hoy los vemos.

Vamos, que nada es lo que parece. En pintura o en política. No podemos fiarnos ni de nuestra mirada…