El día 27S parece que, finalmente, habrá elecciones autonómicas. Las elecciones no serán plebiscitarias, al menos en el sentido que pretende darle Mas y el secesionismo en general. De las mismas no saldrá la independencia de Cataluña. Pero sí se acercan a la definición de plebiscito de Duverger que lo define como un voto de confianza personal a un hombre. El 27S está en juego la jubilación o no de Mas. También que la nueva legislatura sea una repetición de la que ahora ve su fin. Si la suma de CDC, ERC y la CUP es mayoritaria en el nuevo Parlament, aunque Mas salga trasquilado, sufriremos la continuidad del procés. Eso sí, con una hoja de ruta sin destino final.

Con la separación de CiU, CDC perderá muchos votos moderados y ganará muy pocos votos radicales

No se trata, por tanto, de unas elecciones 'normales'. Los catalanes nos jugamos la pervivencia de una situación de inestabilidad y tensión permanentes que afecta tanto a la economía y al clima político como a la convivencia social.

Una vuelta a la normalidad democrática, que permita abordar los problemás reales de los catalanes de forma dialogada, es, a mi entender, un objetivo de primerísima magnitud.

Para conseguirlo, la ruptura de CiU y el triunfo de los 'legalistas' de Duran es una gran noticia. Dentro del Estado de derecho todo ha de ser posible. Fuera solo quedan las vias de hecho. La vuelta a la ley del más fuerte. La mera separación debilita a Mas. En CDC creen que liberarse de Duran les hace ser más competitivos entre los votantes del 'sí-sí'. Un mero espejismo. Perderán muchos votos moderados y ganarán muy pocos votos radicales. La experiencia de Barcelona debería hacerles pensar.

Unió ha aprobado ir a las elecciones por separado. Puede obtener un resultado digno (entre 6 y 7 diputados). Sus votos proceden del votante moderado de CDC, de los votantes de CiU que ya se han pasado a Ciudadanos -sobre todo si, finalmente, Rivera no se presenta- y de algún que otro voto del PPC. La otra opción de Unió, pactar una coalición electoral con el PSC centrada en la cuestión territorial y con libertad de voto en otras cuestiones, es díficil pero podría tener un efecto multiplicador del voto. Las dificultades vienen de ver quién encabeza la lista y del miedo del PSC a su flanco izquierdo por la pujanza de Podemos.

En cualquier caso, el objetivo es que CDC, ERC y CUP no sumen. Podemos mantiene posiciones ambiguas, lógicas porque tiene un porcentaje de voto 'sí-sí' nada despreciable. Pero Pablo Iglesias ha sido inequívoco en su defensa de la legalidad. Plantea modificar la Constitución, no saltarsela. No es de extrañar que Mas los vea como enemigos. En cualquier caso, si la Cupercgencia no gobierna, Cataluña entraría en una nueva fase.

Una de las bazas del independentismo es hacernos crer que su alternativa no sólo es la mejor sino la única alcanzable. Acabar con esa falacia es avanzar

Una idea dominante en Cataluña, fruto de la hegemonía ideológica del nacionalismo, es que el Gobierno central debe hacer una 'oferta' a Cataluña, debe 'negociar'. Curiosamente la idea es utilizada tanto por Mas -aunque casi sin solución de continuidad afirma que lo único negociable es la independencia- como por los partidarios de la denominada 'tercera vía', ya sea Unió o el PSC. Tambien desde Fomento o el Círculo de Economía se repite la misma idea.

Nunca he compartido esta tesis. No porque piense que no hay que negociar, la política es per se negociación, sino porque no se puede negociar con quien es desleal y, de entrada, anuncia que cualquiera que sea el resultado de la misma será recibido a cuenta de la independencia. Si alguien declara que quiere destruirte no parece muy lógico facilitarle la labor.

Sin embargo, si desde Cataluña se articula una propuesta negociadora desde posiciones leales a la legalidad, las cosas cambian. Despues de las generales sería el momento de negociar. Es posible. Las declaraciones de Miquel Iceta a CRÓNICA GLOBAL señalando que es posible rehacer los consensos en materia linguística faciltarían mucho las cosas. Pacificar la escuela, que deje de ser un lugar de adoctrinamiento, y la lengua, permitiría abordar con consenso desde Cataluña la reforma de la financiación. Aunque hoy parezca una utopía, podría lograse un consenso desde Podemos hasta el PP. Al menos debería intentarse seriamente. ¿Optimista? Sí, claro. Una de las bazas del independentismo es hacernos crer que su alternativa no sólo es la mejor sino la única alcanzable. Acabar con esa falacia es avanzar.