Artur Mas, sectario
No hay ánimo injurioso en la palabra sectario, ni es despectiva, sino que es la palabra apropiada para la descripción de determinada actitud política. En un tiempo en que las palabras se usan con tanta ligereza que acaban perdiendo su significado original, conviene, si en situaciones delicadas queremos ver claro, repensarlas y acotarlas para reducir la ambigüedad y superar la desconfianza que puedan despertar, como ha dejado escrito Václav Havel en aquel extraordinario opúsculo, Palabras sobre la palabra, concebido en calidad de discurso de recepción del Premio de la Paz, que le fue otorgado por los libreros alemanes en 1989.
Los diccionarios etimológicos coinciden en un contenido preciso, esencial, del significado de sectario: fanático, y fanático es quien sustenta una creencia o una opinión con intemperancia y sin sentido crítico.
Artur Mas no será merecedor de un Premio de la Paz, ese honor que debería ser la máxima aspiración del buen gobernante
Artur Mas fue el cabeza de lista de una opción electoral en cuyo programa y propaganda no figuraba la independencia de Cataluña. Después, ya nombrado Presidente de la Generalitat, con el apoyo de un extraño jefe de la oposición, Oriol Junqueras, y de unas entidades vaporosamente espontáneas ha dejado de hacer de presidente de todos los ciudadanos catalanes –como relativamente se puede exigir de un mandatario honesto en democracia- para dedicarse , exclusivamente, fanáticamente, a la propagación de un discurso separador e ilusorio sobre la independencia de Cataluña y a la ejecución, astuta y también inútil, de acciones por conseguirla contra tota sensatez y legalidad.
Él es el responsable, en última instancia, de la erosión de las libertades, empezando por la del derecho a una información no manipulada por parte de los medios públicos de comunicación social que en cada espacio de noticias pervierten las palabras hasta hacerlas irreconciliables con la veracidad; de la desestabilización de los partidos políticos, el PSC ayer, ICV-Verds más adelante, hoy Unió Democràtica y su propio partido, Convergència; de la deterioración de la cohesión social por el mal gobierno y por los hachazos al estado del bienestar y a la cultura. Artur Mas no será merecedor de un Premio de la Paz, ese honor que debería ser la máxima aspiración del buen gobernante.
Y todo en nombre de una opinión sostenida con palabras deslumbrantes y a la vez capciosas sobre lo que le conviene a Cataluña, opinión convertida en creencia que se aparta del sentimiento mayoritario de convivencia y solidaridad. Por todo ello, le sienta tan bien el significado contenido en la palabra sectario.