No se preocupen, mi consumo de orujo casero de bar gallego no me ha conducido a desear a los de Rivera que tengan cuentas en Andorra, paseen en deportivos con la estelada pintada en el capó, desmonten la educación pública o justifiquen el utilizar prótesis caducadas en pacientes de la sanidad pública. No es esa CiU a la que se ha de parecer Ciudadanos. No les pido que Carina Mejías acabe de ‘dinamizadora económica’ o Carlos Carrizosa de conseguidor de estaciones de ITV. Los Pujol son inimitables, y mejor que sea así.
La única manera de acabar con esta pesadilla a la que Artur Mas está conduciendo Cataluña es ganarles en las urnas
La única manera de acabar con esta pesadilla a la que Artur Mas está conduciendo Cataluña es ganarles en las urnas. Jordi Pujol, parafraseando a Antonio Robles, ha sido el más astuto de todos. Aunque al final le han pillado y se ha derrumbado su mito, construyó una formación hegemónica que reinó durante veintitrés años porque tenía una gran inteligencia política.
Durante más de dos décadas supo convencer a una mayoría de votantes que él representaba mejor que nadie sus intereses, fueran independentistas o autonomistas, con barretina o casco de paleta, ex psuqueros o postfranquistas, empresarios del sector negocios u ‘otros’ catalanes deseosos de poseer el carnet de ‘buen catalán’…
Convergència nunca fue una formación homogénea. Por eso ganaba de calle. Era la fuerza ‘catalana’, la que teóricamente garantizaba el ‘seny’ del gobierno ‘sensato’ y la ‘rauxa’ que reclamaba a Madrid cuando trataba ‘injustamente’ a Cataluña. Y pescaba en todos los caladeros. Se convirtió en el ‘catch-all-party’ por excelencia, el sueño húmedo de cualquier politólogo. CDC era democristiana y socialdemócrata estilo sueco. Era católica y atea. Era nacionalista pero ‘leal’ con el Estado. Seducía a Núria Feliu y a Justo Molinero. Era el todo y la nada. En resumen, era un gran negocio.
Si Convergència representó durante años el voto de la ‘centralidad’, el voto útil del nacionalismo y de aquellos acomplejados por el ‘pal de paller’ pujolista que querían ‘integrarse’, Ciudadanos ha de seguir la misma estrategia, pero cambiando la senda. Ha de ser la formación del constitucionalismo, la que reúna el voto útil alrededor suyo para sumar una papeleta más que la lista que encabece Artur Mas.
Por supuesto, para fines diferentes. Si Pujol impulsó una formación política que consiguió la hegemonía para que el “sector negocis” lo tuviera más fácil y para crear una Cataluña en Miniatura a la medida de sus sueños, Ciudadanos ha de ganar las elecciones para que quede claro ante el resto de España y de todo el planeta que una formación constitucionalista puede ser la primera fuerza de Cataluña. Y para construir una Cataluña mejor, plural de verdad y sin sectarismos.
Ha de seguir pescando en los caladeros de socialistas y populares. Pero también en los de aquellos votantes de Convergència preocupados por la deriva de Artur Mas. Y, sobre todo, en los de Unió, porque Duran ha hecho mucha oposición de boquilla, pero ha permitido que el todavía President de la Generalitat esté llegando hasta el final.
Y para garantizar el triunfo, mejor Albert Rivera que otros candidatos. La tentación de hacer las Españas es grande. Pero nada impulsaría más al líder de Ciudadanos que conseguir un voto más que Artur Mas en las autonómicas. Mejor ser la fuerza que garantice la lealtad de Cataluña hacia el proyecto constitucional que ser en el Congreso el portavoz parlamentario de un partido estilo CDS. La decisión parece tomada, y en otro sentido, y creo que es una lástima. Rivera es un gran activo de Ciudadanos y creo que se dispersará en un Congreso fragmentado cuando podría ser el líder de la primera fuerza del Parlament. El político que podría parar desde la cámara catalana el proceso independentista.
Que no se engañen los partidarios de Ciudadanos, todavía les queda un largo trecho para llegar a La Moncloa. Y nada mejor para adelantar camino que sean ellos los que ganen a Artur Mas donde hay que hacerlo, en las urnas. Cuarenta diputados autonómicos en Cataluña harán más por el bien del proyecto de Ciudadanos que dos o tres docenas de escaños en el Congreso. Ganar al nacionalismo en Cataluña es la mejor carta de presentación para aspirar a cambiar toda España.
Nada impulsaría más al líder de Ciudadanos que conseguir un voto más que Artur Mas en las autonómicas
Primero Cataluña, después toda España. Es posible. Mientras el PSC sigue deshojando la margarita sobre si apoya o no a alcaldes independentistas, se puede seguir sumando. Mientras el PP sigue pagando el precio de haber permitido el 9N, se puede seguir sumando. Mientras los votantes moderados de CiU se siguen asustando al ver como el ‘procés’ no recula a pesar de los desastres electorales, se puede seguir sumando. Mientras muchos que querrían votar Podemos ven como sus líderes se han arrojado a los pies de los independentistas, se puede seguir sumando.
Hay mucha ‘sociedad civil’ no independentista en Cataluña. Muchos sindicalistas de base, asociaciones de vecinos, entidades sociales, grupos culturales que quieren que se ponga remedio a la crisis y se cierre de una vez el desafío soberanista. Solo hace falta que haya alguien que pueda ganar para que se vuelquen.
Ada Colau no ganó las elecciones porque despertara una ilusión desbordante. Los votos que le dieron la victoria vinieron de miles de barceloneses que quisieron jubilar sin honores a Xavier Trias. Colau consiguió situarse como una alternativa real para echar a CiU, y venció. Si Ciudadanos sigue avanzando, ganará.
Si Rivera convence a los catalanes que puede ganar a Mas, lo conseguirá. Cuando aquellos heroicos intelectuales como Albert Boadella, Xavier Pericay o Ana Nuño, entre otros, dieron un paso adelante hace diez años, seguro que soñaban con una Cataluña cuyo primer partido fuera constitucionalista. Ese sueño se puede conseguir.
Pero la dispersión es mala consejera, y está muy bien lo que pase en Murcia o en La Rioja, pero Ciudadanos nació para que Cataluña fuera una parte leal de España. Si se consigue este objetivo, La Moncloa estará mucho más cerca. Como dice Pablo Iglesias, que en eso no está equivocado, “ahora hay una ventana de oportunidad”. Pero para Ciudadanos. Y en Cataluña. Si la aprovechan podrán regenerar Cataluña y luego todo el país. De ellos depende.