Giro social y ortodoxia liberal
"Nos ha faltado alma". El diagnóstico es compartido dentro del Partido Popular. No lo digo yo. Lo han afirmado los principales dirigentes nacionales en vídeos e intervenciones públicas. Hemos sacado por segunda vez a España del pozo de la recesión. Hemos pasado de ser el principal lastre a liderar la recuperación en la Unión Europea. Estamos creando empleo a unos ritmos desconocidos. Pero nos ha faltado empatía y sensibilidad. Por eso, desde hace semanas, se habla de un giro social en las políticas del Partido Popular y del gobierno. Es una buena noticia.
Desde hace semanas, se habla de un giro social en las políticas del Partido Popular y del gobierno. Es una buena noticia
Ante esta perspectiva, me encuentro con amigos liberales que temen un viraje a la izquierda que acabe validando los discursos populistas en boga. Afirman que debemos mantenernos firmes en la defensa de la libertad de mercado y empresa. Nuestra tarea consistiría en explicar que ésta es la mejor forma de reducir la pobreza y elevar el nivel de vida. Tienen razón. La historia es elocuente. Tras los primeros espejismos, los modelos socialistas de intervención pública y gestión estatal han acabado siempre consolidando la miseria. Cuba o Venezuela son buenas fotografías de sus resultados. La suspensión total de las ejecuciones hipotecarias ha acabado con el mercado del alquiler en Caracas, del mismo modo que la prohibición de cualquier desahucio comportaría, inmediatamente, que se dispararan los precios y tipos de las hipotecas.
El pasado y el presente nos dan la razón. No debemos acomplejarnos y tenemos la obligación de proclamar que la libertad económica es el primer motor de la riqueza y la premisa para la justicia social. Tenemos que dar la batalla de las ideas y eso pasa por recordar que no hay mayor política social que crear las condiciones para que cada persona pueda trabajar para desarrollar su proyecto de vida. Nuestra política social y económica se orienta a consolidar el bienestar a medio plazo, mientras otros se especializan en crear pan para hoy y hambre para mañana.
Estos buenos amigos tienen razón, pero no tienen toda la razón. Somos un partido liberal, pero cometeríamos un error importante si redujéramos la tradición liberal a la libertad económica. El liberalismo es mucho más. Lo explica Juan Milián en el libro 'El acuerdo del seny. Superar el nacionalismo desde la libertad'. El autor recuerda que el liberalismo es un humanismo, que tiene como centro a la persona, su dignidad y su responsabilidad. En la tradición liberal más genuina, la noción de libertad va unida a la de igualdad y fraternidad. Una política social potente tiene como objetivo asegurar la igualdad fundamental sin la cual no existe la libertad. El liberalismo no solo es un modelo económico. Es también un paradigma de interpretación y construcción del mundo. En este paradigma tiene un papel destacado la fraternidad, que es más que igualdad de base o reconocimiento frío de derechos. La fraternidad es una ética de la empatía y una actitud política de cercanía. Sin fraternidad, la nación puede llegar a ser un mero constructo retórico.
No hay mayor política social que crear las condiciones para que cada persona pueda trabajar para desarrollar su proyecto de vida
Debemos añadir, todavía, que el Partido Popular es más que un partido liberal. El PP es fruto de una síntesis creativa entre paradigma liberal y tradición demo-cristiana. El volumen retórico de la izquierda nos ha hecho olvidar, demasiadas veces, el potencial transformador y el valor multiplicador de esta síntesis fundacional. Con su anunciado giro social, el Partido Popular no se aleja de sus principios, sino que se acerca más a sus fuentes originales, que incluyen también los principios social-cristianos, entre los que está, sin duda, la orientación de la economía al bien común y la atención a los más vulnerables. Una atención que no puede ni debe ser paliativa, sino estructural y transformadora.
Tenemos por delante un reto histórico. El reto de mantener el rumbo económico mientras elaboramos una política social novedosa y creativa. Tenemos el reto de pensar un modelo propio de política social. No podemos exponerlo aquí. Pero en definitiva, frente al estatismo clientelista que la izquierda practica también en materia social, deberíamos propugnar un modelo de atención social desde la óptica de la subsidiariedad que pusiera el acento en la responsabilidad de la sociedad civil. En definitiva, nos toca liderar un renacimiento de la fraternidad cívica que ya se palpa y no podemos entregarle en bandeja a los que han arruinado el país.