No es verdad que España haya dejado atrás la recesión, ni que estemos saliendo progresivamente de la profunda crisis que llevamos siete años conllevando a duras penas. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, nunca ha puesto al Gobierno de Mariano Rajoy como modelo de Gobierno reformista en pro de la recuperación, ni ha ensalzado jamás la reforma laboral del PP. Ni que decir tiene que no es cierto que esa reforma laboral haya servido para aumentar significativamente la competitividad de la economía española, así como las exportaciones de las empresas españolas.
Parece que ahora lo correcto es reconocer disciplinadamente que contra los argumentos no caben hechos
Obviamente, es mentira que la reforma laboral haya beneficiado sobre todo a las pymes, el eslabón más débil de nuestra economía y el más castigado por la anterior normativa laboral. Es falso que la economía española encadene siete trimestres consecutivos de crecimiento, con una importante creación de empleo. No es verdad que España se financie hoy en día más barato que antes de la crisis. Por supuesto, la economía española no va a crecer al 3%, ni España creará un millón de puestos de trabajo entre 2015 y 2016. No es verdad, por tanto, que España esté hoy en mejor situación que hace cuatro años. Todo falso.
A pesar de la realidad, nada de eso puede decirse aquí y ahora sin que a uno lo tachen de partisano, y ya decía Larra que lo que no se puede decir, no se debe decir. Quizá más valdría callar. La autocensura. “Nada de eso es verdad. ¡Todo es propaganda progubernamental!”, te recriminan los guardianes de la crisis. Propaganda, curiosamente, emitida no por el propio interesado -se supone que el Gobierno de Rajoy- sino por la Comisión Europea, el FMI, el BCE -¡la perversa troika!-, en connivencia con los mercados y las grandes corporaciones empresariales y financieras, cuyo único objetivo, claro está, es apuntalar el Gobierno del PP y evitar así la inexorable llegada al poder de los indignados. ¡Claro que sí! Digan lo que digan los datos objetivos, estamos fatal. Y eso no tiene vuelta de hoja. Dice el adagio clásico que contra los hechos no caben argumentos, pero supongo que eso ya debe de haber quedado desfasado. Parece que ahora lo correcto es reconocer disciplinadamente que contra los argumentos no caben hechos, y que es infumable la propaganda que el PP, con su mayoría absoluta, ha impuesto no solo a los españoles sino al mundo entero, que yace a los pies de Rajoy. Nunca una mayoría fue tan absoluta. Ríanse del poder de Felipe II o de Napoleón Bonaparte, entre otros.
Ese es el arbitrario punto de partida, la norma que preside el debate público en Cataluña y en parte del resto de España. Cuestionar la norma, aun con los datos en la mano, te convierte ipso facto en un paniaguado del Gobierno, en un estómago agradecido, cuando no en un agente del CNI consagrado a la unidad de España. La aceptación de la norma como verdad absoluta implica necesariamente la negación de nuestra opinión personal y su sustitución por otra que no es la nuestra, pero que es “la correcta”. Y en este país, como en otros, lo correcto es vilipendiar por sistema al Gobierno, sobre todo cuando gobierna el PP. Piove? Porco Governo! Y no porque la inquina de los socialistas hacia los populares sea superior a la de estos hacia aquellos, sino porque cuando gobierna el PP los socialistas no pierden ocasión de confluir con nacionalistas, comunistas, ecologistas e incluso con partidos antisistema, en contra del PP. El último ejemplo lo tenemos, precisamente tras las elecciones del 24M, en Badalona, donde va tomando cuerpo la posibilidad de que el PSC llegue a un acuerdo con ERC, ICV y Guanyem Badalona, que integra a la CUP, para desbancar de la alcaldía a Xavier García Albiol, que ganó las elecciones con el doble de votos y de escaños que el segundo partido más votado, Guanyem Badalona. Todos contra el PP. La aberración antidemocrática del Pacto del Tinell se normaliza.
En Barcelona, Collboni (PSC) solo descarta pactar con el PP, y Colau presenta como un “fraude electoral” cualquier acuerdo que la deje sin alcaldía. Tal vez también considere un “fraude electoral” dejar sin la alcaldía de Madrid a Esperanza Aguirre, cuya victoria en la capital fue tan ajustada como la de Colau en Barcelona, y lo de desalojar a Albiol en Badalona, directamente le parecerá una estafa. Aunque es probable que, más allá de su ombligo, las palabras de Colau se las lleven los vientos frentepopulistas que recorren España desde el pasado domingo.
Cuando gobierna el PP los socialistas no pierden ocasión de confluir con nacionalistas, comunistas, ecologistas e incluso con partidos antisistema
Desde luego, este no es un momento fácil para defender la gestión del PP, tras su desplome de más de dos millones de votos en las elecciones del pasado domingo. A mí, que no soy ni un paniaguado ni un estómago agradecido del PP, ni tampoco un agente del CNI dedicado a defender la unidad de España -cosa que por otra parte hago siempre de mil amores-, me resultaría mucho más fácil escribir hoy sobre la coherencia de Ada Colau, que insiste en que ella no es independentista pero que no solo fue a votar el 9N, sino que para colmo votó sí-sí. El PP, si aspira a seguir gobernando otros cuatro años, tiene que hacer autocrítica, tratar de corregir los errores que sin duda ha cometido, sobre todo en relación con la corrupción, y, en última instancia, expiar sus pecados. Y desde luego que el Gobierno de un país con una tasa de paro del 23% no puede estar satisfecho con la situación. Pero lo que no me parece de recibo es que muchos de los que en privado reconocen que efectivamente perciben la mejoría de la situación general se acomoden, por no desentonar, a la opinión prevaleciente en el debate público.
Sin ir más lejos, anteayer cené con dos amigos empresarios en un conocido restaurante de Barcelona. A la sobremesa se incorporó el dueño del restaurante, también amigo. Perdón, pero uno no elige a sus amigos. Los tres mostraron cierta preocupación por el triunfo de Colau en Barcelona, aunque los dos primeros convinieron en que preferían a Colau antes que a Trias. Como se suele muy mal decir, “cosas veredes que farán fablar las piedras”: dos jóvenes empresarios de cierta entidad bendiciendo, como mal menor, el triunfo de una activista altermundista. Paradojas del procés.
Hablamos de Barcelona, Cataluña, España. Entre bromas, repartimos críticas a diestro y siniestro. Lo dicho, Piove? Porco Governo! O mejor, porci politici en general. Eso sí, tras la crítica de rigor llega la hora de valorar la situación general del país, y los tres empresarios coinciden en que la mejoría económica es evidente. Uno lo nota en las ventas de su empresa distribuidora, con sede en Barcelona, que da trabajo a más de trescientos empleados. Los otros dos, en sus respectivos restaurantes. Su impresión coincide con el repunte del consumo interno que reflejan los datos macroeconómicos, tan a menudo denostados como si no tuvieran nada que ver con la economía real. Los tres coinciden en que el Gobierno central lo está haciendo bien, y no solo en lo económico, sino también en su respuesta templada ante el proceso imaginario. Las cosas como son.