¿Se acuerdan de los Hombres G? Cómo olvidar aquella cima de la canción protesta. La trágica historia de aquel pobre chico del ¿lumpen? abandonado por su novia que "al fin se fue con un niño pijo... con un Ford Fiesta blanco... ¡y un jersey amarillo!". Harto de injusticia social le quema el jersey. Pero el malvado pijo va y "se compra cinco o seis". Llega el desahuciado amoroso así a la desesperación, a una justificada radicalidad extrema: a hacer retorcerse a su rival entre polvos pica-pica. Ea.
A un etarra le parece lo más natural mantener una visión del mundo como si siguiéramos en plena Revolución Industrial y fulminar por pijo o fascista a cualquiera que piense distinto. ¿Cómo no se van a sentir cómodos con Podemos?
A ese nivel estuvieron algunos de los últimos mensajes de Podemos antes de las elecciones.
Conste que yo con 15 años fui fan de los Hombres G y que todavía se me alborotan las maripositas de la nostalgia cada vez que los oigo. Coño, pero nunca les habría votado para nada más comprometido que para amenizar un guateque.
Y sin embargo parece que el discurso hacía furor entre los presos de ETA. Hay quien llegó a decir, según contaba Fernando Lázaro en El Mundo, que "a ver si toda la peña vota al 'coletas', que estos son como nosotros, pero en españoles". La cosa llegó a tener su impacto, tanto que en ambos colectivos corrieron raudos a echar agua al vino, a procurar enfriar públicamente el tema, que muchos percibían como un asombroso disparate político.
Pues que conste que a mí, de disparatado, me parece que no tiene nada. Le veo hasta una lógica cartesiana. ¿Por qué? Pues básicamente por dos motivos:
a) La crisis del bipartidismo no ha sido exactamente una buena noticia para los presos de ETA, que empiezan a darse cuenta que lo de arreglar lo suyo pactando con el gobierno de turno puede quedar flotando y flotando y flotando como una sonda espacial perdida. Pa, excarcelar etarras están ahora PP o PSOE.
b) Por otro lado, si alguien se hubiese molestado en leer atentamente la literatura de consumo interno de ETA de los últimos treinta años habría podido comprobar que su verdadera esencia, su color de corazón, su timbre de alma, no era nacionalista vasco o lo era muy poco, lo justito para sostenella y no enmendalla. La clave de su cultura era, es, sigue siendo, un marxismo-leninismo atroz, trasnochado a muerte, aberrantemente intacto, blindado por la clandestinidad y la ilegalidad frente a toda evolución. A un etarra le parece lo más natural mantener una visión del mundo como si siguiéramos en plena Revolución Industrial y fulminar por pijo o fascista a cualquiera que piense distinto. ¿Cómo no se van a sentir cómodos con Podemos?
¿Llega el ataque de las chicas cocodrilo, perdón, de los pijogudaris?