Si los cálculos no fallan unos 36 mil españoles de los más de 2.000.000 de españoles residentes en el extranjero participarán en la elecciones del próximo domingo. Es decir, el acto cumbre de toda democracia, que consiste en depositar el voto en las urnas, puede ser algo inalcanzable para millones de españoles ante la pasividad de los partidos políticos. Por defectos mucho menores se han anulado muchas votaciones en España, o al menos parcialmente, pero en este caso los partidos “guardan silencio”. A las grandes sombras que tienen nuestro sistema electoral: diferente valor que tiene el voto de un ciudadano según viva en una provincia o en otra, o según se vote a un partido nacional o a un partido regional, deferencias en la forma como se utilizan los medios de comunicación públicos o los recursos económicos públicos por los diversos partidos, falta absoluta de comunicación entre los ciudadanos y sus representantes políticos, que desde el mismo momento en que son elegidos se convierten en representantes exclusivos de los partidos políticos, y a un largo etcétera, se añade ahora la PROHIBICIÓN impuesta a los españoles residentes en el extranjero.
Los emigrantes españoles son víctimas de una doble injusticia. No sólo están expuestos a ser excluidos de la seguridad social española sino que, además, están excluidos de la posibilidad de votar.
Estoy utilizando el término emigrante en un sentido muy amplio, para referirme a todos los españoles residentes en el extranjero, aunque teóricamente, pero sólo teóricamente, los españoles residentes en otros países de la Unión son ciudadanos de la Unión Europea, y no emigrantes.
A raíz de la entrada en vigor de la Ley electoral el porcentaje de participación de los emigrantes ha bajado del 14% al 1,8%. ¿Desinterés de los emigrantes? No y mil veces no. He sido emigrante durante 10 años en Alemania y sé un poco de lo que hablo. Los emigrantes viven con mucho más interés los problemas y la situación de España que los que estamos aquí. En esto influye no sólo su convicción de que son víctimas de una situación injusta provocada por los gobernantes de España, sino su interés por que mejore la situación económica en España para poder volver pronto.
Digámoslo claramente: los españoles residentes en el extranjero no votan porque no los dejan votar. Son tales las trabas administrativas, trabas de plazos y gastos, que terminan desistiendo. Unos por esta razón y otros, porque ni siquiera lo intentan, pues intentarlo supone darse de alta previamente en los consulados, y darse de alta supone para muchos perder al cabo de los seis meses los derechos a las seguridad social española. Estas son las verdaderas razones por las que no votan los emigrantes.
¿Y quién me puede negar que en lugar de dos millones no son tres o cuatro millones los españoles que residen en el extranjero? ¿Quién nos puede decir qué porcentaje de españoles se da de alta en los consulados? Los emigrantes españoles son víctimas de una doble injusticia. No sólo están expuestos a ser excluidos de la seguridad social española sino que, además, están excluidos de la posibilidad de votar.
Como miembro de un partido político -CILUS- que tienen en sus listas electorales muchos ciudadanos nacionalizados españoles pero procedentes de otros países – salvo excepciones, es la única posibilidad- y que aboga por la supresión de las trabas administrativas no sólo para los emigrantes españoles sino también para los inmigrantes extranjeros en España, protesto contra esta situación injusta y antidemocrática.
Un proceso democrático –es decir- unas votaciones- que empieza utilizando métodos discriminatorios no es propio de una democracia.