Se cumplen ya cuatro meses de los atentados de Charlie Hebdo, pero el debate sigue vivo y las confusiones persisten entre integrismo y terrorismo, la libertad de expresión y de creencia. En este contexto, la publicación en Francia de 'Elogio de la blasfemia' por parte de Caroline Fourest (Ed. Grasset) ofrece una excelente ocasión para recordar y afirmar algunas cuestiones esenciales, que no pueden quedar disimuladas por el fragor del debate. Recordar, por ejemplo:
1. Que Charlie Hebdo fue, y sigue siendo, más respetuoso con los musulmanes que los idiotas que creen honrarlos por la vía del asesinato.
2. Que los provocadores, los verdaderos provocadores, no son los autores de las caricaturas, sino todos aquellos que las utilizaron, restregándoselas a creyentes a los que de otra forma les habrían pasado desapercibidas, para montar manifestaciones que sirvieran, aquí, para hacer olvidar sus propios crímenes; allá, para colgarse la medalla de verdadero gran defensor del Profeta; más allá, para ejercer una oportuna presión en tal o cual negociación internacional, por ejemplo sobre la energía nuclear.
3. Que la portada de Charlie Hebdo tras la matanza, que mostraba a un Mahoma con lágrimas en los ojos y se titulaba "Todo está perdonado", fue la portada más dulce, más elegante y más pacificadora que pudo concebirse; y que aquellos que han pretendido lo contrario fueron unos incendiarios, además de unos cabrones.
4. Que aquellos que se atrevieron a decir que Charlie Hebdo "se lo había buscado" son como esas personas cerriles que, cuando una mujer sufre una violación, dicen que llevaba una falda demasiado corta.
5. Que los anti-Charlie Hebdo forman un vasto partido en el que uno se encuentra a Le Pen (que ve en el asunto la mano de "los servicios secretos"), Tariq Ramadan (que considera que Charb y Wolinski eran "unos cobardes"), Siné (que jamás ha tenido "reparos en admitir", como lo hizo en la radio Carbone 14 tras el atentado de la rue des Rosiers, que él "es antisemita" y que quiere "que cada judío viva con miedo"), los "Indivisibles" (esa secta, dizque de izquierdas, que tras haber dado la razón a Bin Laden al estimar, en 2010, que tenía "derecho" a responder a la prohibición del burka en Francia mediante decapitaciones en Pakistán, considera ahora que el problema no son los ataques terroristas, sino el "clima" de islamofobia que los causa) y los grandes muniqueses [por el Acuerdo de Múnich de 1930] de siempre (que en realidad, no son más que partidarios de una santa alianza de religiones).
6. Que los que se mantienen en esa posición de pretendida mesura, conciliación y sosiego, jurando por los dioses más sagrados que jamás de los jamases no se tocará el tabú del vecino, tan sólo olvidan el detalle de que el tabú de uno es casi siempre una blasfemia para otro, y que es cuando se sacraliza cuando se desata el gran carrusel de violencias miméticas y asesinas.
7. Que la incitación al asesinato de personas es un crimen, pero reírse de su fe es un derecho.
8. Que el racismo contra los franceses musulmanes es una infamia, pero que la crítica del Corán, como la de los textos judíos o cristianos, es una conquista del laicismo.
9. Que hay caricaturas que estigmatizan y hay caricaturas que emancipan.
10. Que hay quien utiliza el humor para convocar la solidaridad con los más castigados; y hay quien no tan sólo pretende enfrentar a unos contra otros.
11. Que el concepto de islamofobia es un concepto vacío, que no sirve más que para desarmar esa otra vigilancia antirracista que se fija en el odio contra los judíos, contra los cristianos, contra los ateos o contra los demás musulmanes, que ciertos musulmanes predican.
12. Que se puede ser, en efecto, musulmán y racista.
13. Que las minorías no tienen la razón por el mero hecho de serlo, y que, cuando se equivocan, cuando los oprimidos o los excluidos se convierten en racistas, no hay lugar para remilgos a la hora de hacérselo saber.
14. Que se dice: "no quiero estigmatizar a los humillados", que se insiste: "temo que, al legislar, añadamos más inseguridad a su malestar". Cuando la verdad es que lo que no queremos es molestar a Arabia Saudí (adepta al burka) ni irritar a Pakistán (país en el cual decir "soy católica", como hizo Asia Bibi, es un crimen que merece los peores castigos), ni siquiera, ya puestos, incomodar a Corea del Norte (país que estaría encantado de que censuráramos las películas que se burlan de su régimen).
15. Que, con este tipo de razonamientos, no tardaremos en incorporar a nuestros códigos civiles y penales las leyes de todas las dictaduras del mundo.
16. Que es curioso que que los mismos responsables de las televisiones norteamericanas que escogieron no mostrar las caricaturas, no mostraran el mismo pudor a la hora de exhibir el cuerpo destrozado del policía que protegía a Charb; ¿es sólo que son hipócritas?, ¿se habrán dado cuenta, después de hacer números, de que sale mejor ofender a la familia en duelo de un defensor de la República que a la familia real de Qatar o de Kuwait?
17. Que, cuando se miran con atención los escenarios de atentados yihadistas, cuando se constata que los asesinos de Theo Van Gogh y del centro cultural de Copenhague han crecido en las ciudades europeas más abiertas a los extranjeros, cuando se ve que Jihadi John, uno de los verdugos más sangrientos de ISIS, es un titulado de la Universidad de Westminster, cuando se piensa en el millonario Bin Laden o en el hijo de la familia Omar Sheikh, secuestrador de Daniel Pearl; cuando se recuerda, a la inversa, que fue un inmigrante sin papeles, Lassana Bathily, el que salvó a seis judíos, un bebé entre ellos, en el Hyper Cacher de Vincennes... no se puede, por decencia, seguir correlacionando el terrorismo con los "desgarros de nuestra sociedad".
18. Que la miseria no es una razón.
19. Que uno se integra en el yihadismo por ideología o por gusto, no por desesperación social.
Al margen de lo que se pueda pensar, no tenemos derecho a esquivar estas tesis. Resultan necesarias y útiles, como lo es el libro de Caroline Fourest, para llevar a cabo algunos de los combates que nos impone nuestro tiempo.
[Artículo traducido y adaptado por Juan Antonio Cordero Fuertes, publicado originalmente en 'La règle du jeu' y reproducido en CRÓNICA GLOBAL con autorización del autor]