Siempre me he hecho la siguiente pregunta: si la inmersión lingüística es un sistema tan lleno de bondades como proclaman sus valedores, ¿por qué recurren a mentiras para defenderla? En los últimos días se han sucedido dos noticias relacionadas con el tema, a saber, el anuncio de la ampliación del plazo de la matrícula en los centro catalanes por no incluir la casilla obligatoria con respecto a la lengua materna y la ratificación de la obligatoriedad de dar un 25% de clases en lengua española (es decir, la asignatura que enseña esa lengua y una más) a los alumnos que así lo han solicitado. Y, como es habitual, políticos de la mayoría del arco parlamentario se han lanzado a faltar a la verdad para justificar su rechazo.
Ni un solo organismo internacional ha reconocido las virtudes de la inmersión sino todo lo contrario: el Consejo de Europa ya ha avisado en más de una ocasión que los padres han de poder escoger la lengua de enseñanza de sus hijos
Abrió la veda la Consejera de Enseñanza en persona, con un artículo en La Vanguardia que parte de una premisa falsa ya desde el mismo título: “No separaremos a los niños por razón de lengua”. Según Irene Rigau, el sistema catalán se asienta sobre la intención de que, una vez finalizado el período escolar, todos los alumnos van a dominar por igual el catalán y el español independientemente de la lengua familiar –el concepto “lengua materna” hace años que desapareció de Cataluña-, el barrio, el pueblo o la ciudad en la que se viva. Pues muy bien, señora Consejera, ya nos explicará usted cómo van a tener el mismo nivel de español y de catalán todos los niños si tanto aquellos que viven en un pueblo pequeño de la Cataluña interior, sin apenas contacto con la lengua española como los que viven en la periferia de Barcelona reciben el mismo tipo de educación: todo en catalán menos la asignatura de Lengua Castellana y Literatura. ¿Los niños castellanohablantes necesitan unas 20 horas de catalán a la semana para dominar esa lengua mientras que los catalanohablantes con dos horas a la semana de español ya tienen bastante? Cuesta de creer, la verdad. Ya sé que su respuesta será que en cada escuela adaptan en número de horas según el contexto, pero lo cierto es que por más que se le ha reclamado una relación de escuelas en las que se imparten alguna clase en español, siempre se ha negado a darla.
Sigo todavía en el primer párrafo del mencionado artículo y continúan las falsedades: después de 34 años, la inmersión lingüística queda avalada por los resultados y por el reconocimiento internacional y científico. Eso, según Rigau, claro, porque la realidad es que Cataluña tiene unas cifras elevadísimas de fracaso escolar y abandono escolar temprano. Además, ni un solo organismo internacional ha reconocido las virtudes de la inmersión sino todo lo contrario: el Consejo de Europa ya ha avisado en más de una ocasión que los padres han de poder escoger la lengua de enseñanza de sus hijos. Por otra parte, un sistema así no es utilizado en ningún lugar del mundo y en países como Canadá, está prohibido expresamente por su Constitución.
En lo del reconocimiento científico sí tiene razón la señora Rigau, pero se olvida de especificar que los únicos estudios que le reconocen los méritos son los realizados en Cataluña y que se basan en falsedades como la comparación del resultado de las pruebas PISA realizadas en Cataluña con otras CCAA para demostrar el nivel de los alumnos catalanes en lengua española cuando la realidad es que, en Cataluña, esas pruebas siempre se han realizado en catalán. ¿De verdad cree que la comunidad científica internacional puede tomar en serio estudios que se asientan sobre mentiras? Por supuesto que no, es todo para autoconsumo.
¿Cómo se puede defender algo tan discriminatorio y socialmente injusto y, además, presumir de ser de izquierdas?
Al margen de eso, nadie pide que se separe a los niños por razón de lengua y la Consejera lo sabe perfectamente. Aun así, Rigau articula todo su texto sobre esa idea. Resulta inadmisible que un alto cargo político falseé la realidad de esta manera, pero llevan años haciéndolo y aquí no pasa absolutamente nada. Y los nacionalistas catalanes no son los únicos: junto a ellos también han salido en defensa del catalán los socialistas. Resulta incomprensible que los mismos partidos que dicen apostar por hacer algunas asignaturas en inglés, consideren un “ataque” al catalán que se haga una sola asignatura más en español. Para ello han utilizado, como no podía ser de otra manera, los mantras habituales y su preferido es, sin duda, el de la cohesión social, puesto esta vez en boca de Rocío Martínez-Sampere.
Uno de los medidores de la cohesión social en educación es la igualdad de oportunidades y, si por algo se caracteriza el sistema de la “escola catalana” es porque condena a los niños a la desigualdad por razones económicas: si sus padres tienen dinero, podrán optar por una educación plurilingüe como suelen hacer muchos de los políticos como Mas, Junqueras y Montillas, que defienden la “escola catalana” para los hijos de los demás pero no para los propios. En caso de no poder pagar una escuela elitista, la única opción que tienen los niños catalanes es el sistema monolingüe que les ofrece la escuela pública y las concertadas más económicas. ¿Cómo se puede defender algo tan discriminatorio y socialmente injusto y, además, presumir de ser de izquierdas? Misterios de la política catalana. Bueno, no solo catalana, porque Pablo Iglesias ha venido de visita a Barcelona para apoyar a Ada Colau y, como ella, se ha manifestado firme defensor de la inmersión lingüística. Igual le pasa como con la unidad de la lengua catalana, que en la próxima entrevista o mitin ya ha cambiado de opinión pero, de momento, ahí lo tenemos apoyando al nacionalismo catalán.