Nuestro sistema político se basa en la preservación de las libertades públicas, y en la máxima extensión del principio democrático. El Estado de derecho mejora en una proporción directa, a la expansión de la democracia en los ámbitos de todo lo público. De esta forma los poderes del Estado y los propios partidos políticos deben de articular una ecuación, que se presenta de una forma muy sencilla: "si la sociedad es democrática, los partidos políticos -que no dejan de ser un reflejo de esa misma sociedad- deben de ser también democráticos".
Constituye un elemento esencial de higiene democrática que se entregue a los afiliados de las organizaciones políticas el poder decisorio sobre la elección de sus candidatos
Los partidos políticos españoles nacieron como derivación de las antiguas asociaciones políticas, que permitió el régimen franquista, a los que se les adhirieron con su legalización, los partidos políticos que permanecían en el exilio, hasta la culminación del cierre del proceso de legalizaciones, con la irrupción del partido comunista. Sin embargo, tanto unos como otros, adolecían de estructuras cerradas y poco democráticas. Es indudable que estas organizaciones han articulado el Estado de derecho y nuestro régimen de libertades, y han constituido las piezas esenciales del sistema democrático, pero entrado ya el siglo XXI, esos engranajes se han oxidado y necesitan un engrase; una lubricación democrática.
Los partdos políticos son entidades de derecho público, porque están diseñados como una maquinaria electoral, cuyos miembros electos acceden a instituciones públicas de gobierno, gestionando las administraciones estatales, autonómicas y locales. Parece lógico por tanto, que si los candidatos designados por los partidos políticos, son elegidos por los ciudadanos en los procesos electorales, esos mismos candidatos, deben de ser elegidos democráticamente en procesos internos, articulados por los propios partidos políticos.
Es plausible y constituye un elemento esencial de higiene democrática, que se entregue a los afiliados de esas organizaciones políticas, ese poder decisorio sobre la elección de sus propios candidatos. Hemos de considerar que un militante de un partido político, es una persona que con el pago de su cuota de afiliado, y con la elección del partido en el que milita, acredita sobradamente tanto su conocimiento de la situación política general, como las cualidades y méritos de los candidatos de su propio partido, que se presentan a un proceso de primarias.
Frecuentemente entablo conversaciones, tanto con miembros de partidos políticos, como con personas comunes, y debo de reconocer, que salvo algunas excepciones, el conocimiento de la política catalana y española, es muy superior entre los afiliados de partidos políticos, que sobre las personas sencillas de "la calle", y si alguno de éstos, manifiesta un conocimiento amplio de las cuestiones políticas, es que en algún momento de su vida ha militado en alguna organización política o incluso sindical. Si una persona tiene un interés en la "cosa pública", lo lógico es que participe de una forma u otra en una organización política, y si no lo hace, es que simplemente se mantiene voluntariamente al margen, limitando su actuación a depositar su voto cuando hay elecciones.
Una encuesta reciente ha dado el escalofriante resultado, de que un 25% de los españoles, cree que el sol gira alrededor de la tierra, y por supuesto un porcentaje también elevado de esas personas encuestadas, desconoce el nombre del Presidente del Gobierno o el de su propia Comunidad Autónoma. Sin embargo, es prácticamente imposible que un afiliado de un partido, desconozca el nombre de ambos presidentes, y por supuesto está muy al día de quienes son los líderes tanto de su partido como de los otros.
La modernidad impone su lógica en todos los ámbitos de nuestra vida: en el trabajo, en la tecnología, en las comunicaciones, y también se está imponiendo en la política. Estamos siendo testigos de como se están implantando paulatinamente los procesos de primarias en los partidos políticos, para la elección de sus candidatos, y este fenómeno es una simple consecuencia de la modernización de los propios partidos políticos. Todos los partidos de nuevo cuño, introducen el sistema de primarias, como una cuestión previa e indiscutible, y los partidos tradicionales están adaptando sus estructuras internas, para implantar futuros procesos de elecciones primarias.
Los partidos políticos españoles tienen dos materias pendientes en su haber: su propia financiación y los mecanismos de elección de candidatos
Hemos de valorar que los partidos políticos fueron creados en el siglo XIX, para gobernar durante el siglo XX y que se insertan en el siglo XXI, con sus mismas estructuras y concepciones. Por ello el sistema de la elección "a dedo" de las personas que conforman las listas electorales, constituye un sistema impositivo que tiene los días contados. Precisamente porque la "dedocracia", además de ser un sistema profundamente antidemocrático, ha demostrado con los casos de corrupción y de negligencia que se han producido tradicionalmente en España, que es un sistema objetivamente malo, porque la persona que designa los puestos de una lista electoral, frecuentemente se guía más por criterios de amiguismo, de pagar favores o de ceder a presiones externas, que por criterios de capacitación o de idoneidad del candidato.
Evidentemente las personas ajenas al partido, los oportunistas, los arribistas o los potencialmente corruptos, tienen complicado su elección en un proceso de primarias. Simplemente porque son desconocidos, o porque si son conocidos, los afiliados conocen también sobradamente sus defectos, y simplemente no los votan.
Como hemos descrito, el panorama es favorable para la paulatina democratización de los partidos políticos. Sin embargo, las élites tradicionalmente han mostrado un recelo a perder parcelas de poder, y a evitar que entren personas opuestas a sus propias ideas, y por ello, existe una tendencia muy generalizada en los propios órganos de gobierno de los partidos, para controlar los sistemas internos de primarias, estableciendo mecanismos muy variados que limitan el número de candidatos electos, o que articulan procedimientos ficticios de primarias, en los que la directiva controla, o directamente impone a su o a sus propios candidatos. Algo parecido se produce en esas Repúblicas africanas en las que para acreditar ante la comunidad internacional, que sus sistemas políticos son democráticos, se manipulan las elecciones, asegurándose un poder vitalicio para sus presidentes, convirtiendo a esos países en auténticas dictaduras con apariencia democrática, como por ejemplo cercano, en Guinea Ecuatorial.
Para evitar estos abusos de poder y este fraude a la democracia interna de los partidos políticos, sería conveniente que los procesos electorales de elección interna de candidatos, estuviesen legislados para conseguir además una cierta uniformidad en estos procesos electivos, evitando de esta forma el agravio comparativo entre partidos más o menos democráticos.
Los partidos políticos españoles tienen dos materias pendientes en su haber: su propia financiación y los mecanismos de elección de candidatos. El proceso legislativo referente a la financiación de los partidos políticos, ya ha sido iniciado en la presente legislatura, no obstante, sería conveniente que los grupos parlamentarios consensuasen en el Congreso de los Diputados, una "Ley de elección de candidatos en procesos de primarias", o la inserción de esta materia en la propia "Ley de partidos políticos", para unificar y regular los procesos de primarias en todas las organizaciones políticas, y para evitar fraudes y pasteleos en los propios partidos.