Pronto hará cuarenta años que España fue devuelta a los españoles, después de otros cuarenta de dictadura franquista. En este tiempo de democracia, los gobiernos de UCD han resultado los más limpios, en lo que a corrupción se refiere; una fuerza de aluvión cuyo mejor valor resultó ser Adolfo Suárez, un chusquero de la política. Hijo y nieto de militantes de Izquierda Republicana, Suárez trepó en el régimen del general Franco, y su sucesor lo nombró presidente del Gobierno. Después sería el pueblo español quien lo votase por dos veces consecutivas. Suárez le salió rana al establishment y a sus diferentes jerarquías; y los ‘progres’ no lo soportaban porque no era de los suyos. Era un desclasado que quiso volver a las raíces de centro izquierda de su familia. En 1982, tres meses antes de la histórica victoria del PSOE, fundó el Centro Democrático y Social, CDS. Resultó un error; si hubiera llegado a hacerse con el control de la UCD, marca ganadora, hubiera podido refundar el partido con nuevas siglas y, desprovisto ya de los ‘michelines’ democristianos, disponer de las mejores expectativas electorales. Quedó arrinconado. Atrajo a socialistas como Luis Rufilanchas, Carlos Revilla o Raúl Morodo, quienes estaban más allá de las etiquetas. El nombre no hace la cosa. Queriendo superar las marcas ya registradas de izquierda y de derecha, Suárez optó por ser el centro progresista. A Julián Marías no le satisfacía el título de ‘centro’ y prefería a la equidistancia el afán de proa, el ir hacia el futuro con libertad e ideas innovadoras, siempre adelante y sin anclas.
C’s no habría nacido si el PSC no se hubiera entregado a ERC y rendido ante sus llaves
Yo creo que sigue teniendo sentido distinguir derecha e izquierda, hasta cierto punto y sin rigideces. ¡Cuánta gente de izquierda nominal y clásica contradice los principios ‘libertad, igualdad y fraternidad’! Detesto las etiquetas de quienes se las dan de superiores, en las ideas que sean; son unos pavos. Con independencia de otras consideraciones, me adhiero a quienes prefieren estrechar la mano a los de abajo que a los de arriba, y sin interés dan más que piden. Cervantes puso estas palabras en boca de un personaje: “que tanta alma tengo yo como otro, y tanto cuerpo como el que más, y tan rey soy de mi estado como cada uno del suyo”. La cuestión principal es cómo trata cada uno, y en cada momento, a los débiles y a los que están por debajo. ¿Con indiferencia, con desprecio opresivo, con paternalismo? ¿O bien con atención, con respeto, con solidaridad y desarrollando empatía?
Alfonso Guerra no se metía con sus socios nacionalistas, pero puso a los otros adversarios en el mismo saco descalificador de la derecha; de Izquierda Unida decía que ni era izquierda ni estaba unida. En sus memorias, muestra público afecto a Suárez: “aquel joven desclasado nunca perteneció a ninguna de las familias que se repartían el poder. Laborioso y con encanto de seductor, fue ascendiendo en el edificio que quería derribar”. En otra página, Alfonso escribe: “las etiquetas no nos enseñan nada de los hombres, sólo sus conductas nos dicen de su grandeza o mezquindad”. A buenas horas, mangas verdes.
C’s, por su parte, no habría nacido si el PSC no se hubiera entregado a ERC y rendido ante sus llaves; esas que Carod-Rovira representó hace más de diez años en una zafia escena que avergüenza recordar. C’s nació con el afán de que el PSC rectificase, pero fracasó en el empeño y acabó yendo por libre, así hemos llegado al día de hoy. Ni marca blanca del PP, ni marca blanca del PSOE. Lo que de veras importa son las propuestas y que sean de progreso y coherentes, luego que las lleven a cabo. Los votos se prestan cada vez, pero se revisan en los siguientes comicios. Conviene a todos que el electorado sea exigente y cuerdo. No hay derechos sin deberes, y el primero de estos es esforzarse por ser libre mentalmente, saltarse la programación de prejuicios que atontan. Desde sus inicios, C’s ha sido mucho más que Albert Rivera. Y sólo así podrá perdurar con provecho. Veo en Rivera poderosas cualidades, que le han llevado a ser el mejor valor de su partido y la primera razón de la expansión de Ciudadanos por toda España. La corte de los milagros -como Valle-Inclán denominó al oropel de los señoritos de la capital, aduladores y volubles- intentará, por cualquier medio, que sucumba al mundo de las vanidades. Deseo que no lo logren, y que Rivera tenga suficiente entereza, temple y dignidad. Sólo así podrá prosperar un proyecto que cada día cobra más afinidad con el que intentó Adolfo Suárez. Merezcámonos esta tercera vía