El pasado nos permite aprender, depende de nuestra disposición, de que seamos flexibles de mente y que nuestro sentido de la verdad sea insobornable. El gran Ángel Pestaña tenía valor para analizar de forma desapasionada lo que le rodeaba. En 1920 pasó setenta días en Rusia y procuró considerar la Revolución rusa “en sí misma, y no como nosotros querríamos que fuese”. ¿Qué adelantaríamos, se preguntaba, tergiversando la verdad, si después los acontecimientos vinieran a desmentirnos? Sólo argumenta de este modo alguien de inequívoca honradez.
No creía en la felicidad impuesta y rechazaba la dictadura del proletariado, por el mero hecho de ser dictadura
El dirigente libertario denunciaba que con el ropaje emancipador de la revolución, irrumpía una forma de tiranía disfrazada que no aceptaba la libre discusión de sus procedimientos. Y arremetía, desacomplejado, contra quienes no cumplen con sus deberes de trabajar por la ciudadanía. “¡Casta de parásitos, de zánganos y de aprovechados, ha sonado la hora de vuestro fin!”.
Ángel Pestaña se caracterizó por su actitud revolucionaria y su estricta conciencia de persona: condenó siempre el uso del crimen político, nunca cobró de su sindicato y siempre viajó en tercera. No creía en la felicidad impuesta y rechazaba la dictadura del proletariado, por el mero hecho de ser dictadura: “La dictadura es siempre violencia contra alguien. Y ese ‘alguien’ es siempre el trabajador”.
El partido bolchevique vendía muy bien la impresión de que eran los únicos que podían salvar al pueblo y “evitar el retorno del pasado”, con el infinito orgullo y despotismo de gobernantes y propietarios de la época zarista. ¿Pero era verdad? Pestaña denunciaba que los soviets hubieran quedado desnaturalizados de su carácter federalizante y descentralizador. El Partido impuso una extraña ley electoral: con mil votos, a los campesinos se les asignaba un miembro en el Soviet, pero a los obreros industriales –con mayor influencia bolchevique- se les otorgaba cinco miembros. Una proporción de 1 a 5. ¿Quién y cómo la puede justificar? Por otro lado, las listas eran cerradas. Y en ellas apenas entraba nadie que no fuera del partido comunista.
En la fábrica soviética, denunciaba el anarcosindicalista moderado y radical, a la vez, “hay una dirección que ordena, manda y dispone el trabajo sin que al obrero le quede el recurso de oponer objeciones; el salario no es tampoco el obrero quien lo establece de acuerdo con la dirección”. La propuesta reformista de Pestaña, de carácter inequívocamente revolucionario, era colocar a todos los seres humanos en igualdad de condiciones para satisfacer todas sus necesidades; algo que hoy reivindica un liberal progresista o un socialdemócrata con la misma vocación. Para el sindicalista el peor mal está siempre en la especulación (la causante de nuestra gran recesión, junto con la pérdida de límites a los mercados, que eran vigentes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial). “La especulación es esto: la corrupción de la moral”.
No basta con declararse progresista, hay que demostrarlo día a día con los hechos. Hay que estar alerta contra los impostores: muchos y camuflados, siempre despreciables. A los supuestos salvadores de la clase trabajadora, Ángel Pestaña les recriminaba que se hubiesen pasado la vida gritando y amenazando a la burguesía, llamándola explotadora, idiota e incapaz, pero sin saber hacer nada mejor que seguir sus huellas. Incluso su lenguaje, decía, era con otras palabras “el mismo que han usado hasta ayer aristocracias, castas y clases dominadoras al ocuparse del pueblo”.