Hace años –bastantes- estaba yo subida de buena mañana de domingo a un autocar electoral, cubriendo una de aquellas apasionantes campañas de CiU, cuando llegó una noticia bomba: el més petit de tots de los hijos del president, Oleguer Pujol, había pasado la noche en los calabozos de la Guardia Civil. Gran revuelo en el autocar y en la periodistada: ¿se trataba de otro ataque frontal de la Benemérita contra Cataluña?.
Poco a poco fueron sabiéndose cosas. Al parecer el joven Oleguer, harto de tener que magrearse con su novia a escondidas de los escoltas, buscó refugio erótico a altas horas de la madrugada en las dependencias de un conocido centro de enseñanza de lengua inglesa de la parte alta de Barcelona. No recuerdo si entró porque tenía llaves o porque no hay cerradura que se resista a un Pujol Ferrusola. El caso es que allí estaba el galán Oleguer, refocilándose, cuando una intempestiva señora de la limpieza oyó ruidos sospechosos y se asustó. Otra en su lugar habría llamado a los Mossos d’Esquadra. Pero esta debía ser hija espesita de la immigració (aunque llamar inmigrantes a los compatriotas es como la broma de llamar Reconquista a una convivencia de ocho siglos con el islam, digo yo) y llamó a la Guardia Civil. Oleguer brindó a los tricornios el épico recibimiento que se merecían: "Fora les forces d’ocupació!". Resultado, de cabeza al cuartelillo.
Qué pena tanto heroísmo para nada. Tanta fuerza, tanta energía, tanta dedicación, total para acabar levantando un imperio corrupto y carrincló
Pero lo mejor de todo acaeció a la mañana siguiente, cuando alguien tuvo que descolgar el teléfono y llamar a la familia del detenido. Cogió la llamada su señora madre. La informaron con todo el tacto de la malifeta de su retoño. Y respondió muy tranquila, vamos, segurísima: "Impossible. És mentida, no pot ser".Daba igual que le juraran que era su hijo el que estaba en el calabozo, daba igual incluso que se lo pusieran al teléfono. Ella tenía claro que lo que no puede ser, no puede ser y además es mentira. Esta es Marta Ferrusola. Moño (hasta que se lo cortó), genio y figura.
Hace poco ha salido un libro sobre ella, irónica u ominosamente titulado, según se quiera ver, Això es una dona. Qué lejano queda ahora aquel grito de guerra convergente. Firma la periodista Cristina Palomar este libro que se presenta como una biografía no autorizada (me lo creo porque Marta Ferrusola sólo autorizaba biografías suyas y entrevistas a periodistas del Opus Dei, la mayor parte de ellos posteriormente obligados a tragarse sus palabras sin publicar, tan pronto Pujol se enteraba de las barbaridades declaradas por su mujer…), aliñada por cierto fino sarcasmo muy característico de la autora, más ahora que la corrupción tanto aguza el ingenio. Y sin embargo el libro no carece de amabilidad, de recóndita admiración por una mujer que a mí personalmente siempre me ha dado miedo pero que yo entiendo que pueda fascinar. A su lado la Moreneta es Hello Kitty.
La lectura de este libro precisamente ahora da qué pensar. Porque obviamente centrarse en Marta Ferrusola es centrarse en la familia el expresident, ese quemante tabú. Es recordar la detención, tortura y encarcelamiento de Jordi Pujol, su lento pero inexorable ascenso a la condición de figura legendaria, a gigante político que con pies de barro y todo, con su monumento tirado por los suelos de Premià, sigue intimidando y apabullando a muchos en una Cataluña que no era él, pero que él se esforzó en modelar todo lo que pudo a su imagen y semejanza.
Nadie podrá negarles, ni a Jordi ni a Marta, la sinceridad de su obsesión. La ferocidad de sus monomanías (Cataluña él, la familia ella…) que a sus ojos justificaban todas las sevicias y todos los sacrificios, propios y ajenos. Todo valía para que lo no pudiera ser, no pudiera ser. Y viceversa.
Leyendo según qué libros, según qué historias, te entra una especie de melancolía poderosa. Qué pena tanto heroísmo para nada. Tanta fuerza, tanta energía, tanta dedicación, total para acabar levantando un imperio corrupto y carrincló. Qué pena que puestos a inventarse una Cataluña nueva no se inventaran una mejor. Potser això és una dona… pero no es un país. Serio, quiero decir.