Pronto hará un siglo de la huelga de La Canadiense, gracias a la cual los trabajadores barceloneses lograron una gran victoria para España entera: la jornada laboral de ocho horas. Lo celebraremos con gratitud e ímpetu renovados. Al año siguiente, en 1920, Ángel Pestaña fue elegido por sus compañeros de la CNT para representarlos en un congreso de la III Internacional y analizar un posible respaldo. Tras su informe, la CNT no se adhirió; como tampoco lo hiciera el PSOE, según las indicaciones de Fernando de los Ríos. En 1924, dos años después de debatirse entre la vida y la muerte por un atentado de pistoleros a sueldo de la Patronal, Pestaña narró aquella experiencia soviética: Setenta días en Rusia. Lo que yo vi.
Apelaba a la razón, pues gracias a ella “el absurdo no puede prevalecer”
El temple con que escribió ese libro era el de relatar sin sectarismo lo que había visto y vivido. Por eso se puede leer muy bien hoy día. Apelaba a la razón, pues gracias a ella “el absurdo no puede prevalecer”. En Rusia se encontró rodeado de banderas rojas y de incontables retratos de Marx, Lenin, Trotski y Zinóviev. Pero lo que más le impresionó fue la repetición de rostros pétreos a su alrededor: “parecía que aquellas bocas no hubieran hablado ni reído nunca”. Le indignaron los recargados agasajos que recibían los asistentes al congreso por parte de una gran masa de rusos, pues captaba que la mayoría hacía acto de presencia contra su voluntad, estaban por la fuerza.
Sabía Pestaña que los bolcheviques catalogaban toda discrepancia con ellos de afinidad contrarrevolucionaria. Destacaré este párrafo de entre sus anotaciones: “los errores de la política económica bolchevique son numerosísimos. Cuando la historia los dé a conocer todos, la humanidad quedará asombrada. Si su finalidad hubiera sido el hacerlo mal, no lo hubieran logrado más cumplidamente”. Frente a aquella legislación, al obrero se le imponían deberes sin concedérsele ningún derecho. Súbditos y no ciudadanos. Los bolcheviques, subrayaba Pestaña, son muy amantes de las estadísticas y de los gráficos, una verdadera flaqueza. Sin embargo, pronosticaba en 1920, “jamás darán una estadística de todos los asesinatos cometidos, de las aldeas arrasadas y quemadas y de las víctimas que han sido sacrificadas a esa política de errores. Al tiempo ponemos por testigo”. Así ha sido.
Pestaña fue recibido por un sonriente y alegre Lenin en su despacho amueblado con sobriedad
Pestaña fue recibido por un sonriente y alegre Lenin en su despacho amueblado con sobriedad. Éste le tendió la mano que él apretó “con verdadera efusión” y se sentaron frente a frente. El español (34 años) le objetó que “cuanta más centralización y disciplina impongáis, mayores serán las dificultades y más difíciles de vencer”. “Error; estáis en un error, Pestaña”, le contestó el ruso (50 años). Ángel Pestaña le refirió la deplorable idea que tenía de la mayoría de los delegados asistentes, por su mentalidad burguesa: “¿Con qué derecho hablan de fraternidad esos delegados, que apostrofan, insultan e injurian a los hombres de servicio en el hotel, porque no están siempre a punto para satisfacer sus más insignificantes caprichos? A hombres y mujeres del pueblo los consideran servidores, criados, lacayos”.
Al acabar, se estrecharon la mano con cordialidad. Pestaña no compartía las ideas de Lenin, pero afirma en su libro que tras esa conversación le guardó “una profunda simpatía y un respeto sin límites”. Una distinción curiosa para el caudillo de un proyecto que él rechazaba en sus métodos y que entendía malogrado por “el insano fanatismo de un partido”. En 1922 se constituyó la Asociación Internacional de los Trabajadores a la que enseguida se asoció la CNT. También en esas fechas se constituyó, como tal, la URSS. ME