Un crimen siempre es odioso. Tanto si es causada por un atentado o por otro tipo de crimen, la muerte es siempre odiosa. En primer lugar, para quienes pierden la vida y para sus familiares y amigos. ¿Cuándo se convierte la muerte en un hecho periodístico? El odio por razones políticas, y no personales, nos dice algo sobre nuestras sociedades. Es lo que en Estados Unidos denominan "crímenes por odio" (hate crimes), que en Norteamérica son bastante más frecuentes que en Europa.

El odio es claramente el factor determinante del incendio de Houston, y probablemente también lo sea en el triple crimen de Chapel Hill

El odio es claramente el factor determinante del incendio de Houston, y probablemente también lo sea en el triple crimen de Chapel Hill. El asesino mantenía desde hacía semanas un conflicto con sus vecinos, por motivo de una plaza de parking. Sus familiares y amigos insisten en esta disputa vecinal. Las personas cercanas a las víctimas, por su parte, inciden en el cambio de comportamiento del agresor: éste se habría vuelto agresivo después de ver los velos de las mujeres de la familia. Nada, aparte de la locura, puede explicar este triple crimen.

El hecho de que esta locura afecte de lleno a vecinos musulmanes no es, desde luego, anodino, y constituye un motivo de inquietud, sobre todo en un contexto marcado por el auge de las agresiones racistas. Pero, ¿por qué se intenta, por todos los medios, poner este crimen en espejo, cuando no en competición directa, de la cobertura a los ataques terroristas de París o de Copenhague? Esa es la pregunta que cabe hacerse.

¿Un atentado ateo?

Numerosos medios de comunicación norteamericanos han hablado de un asesinato "ateo", como si las convicciones ateas pudieran explicar el hecho de disparar contra vecinos musulmanes. No faltaba más para abrir la caja de Pandora. Ciertos internautas han exigido que todos los ateos del mundo, pero sobre todo aquellos que apoyan a Charlie Hebdo, se desolidaricen de este crimen cometido en los Estados Unidos. Con un punto de regodeo de bastante mal gusto. Como si se tratara de decir: nos habéis exigido que nosotros, como musulmanes, condenáramos los atentados terroristas cometidos en nombre del islam; ahora es vuestro turno. Salvo que este crimen no ha sido reivindicado en nombre del ateísmo...

No hay ninguna organización atea comparable a Al Qaida o ISIS. Ningún ideólogo ateo, comprometido con el espíritu de Charlie, ha llamado jamás a asesinar musulmanes. Sí existen, en cambio, ideólogos islamistas que no dejan de utilizar el islam para llamar al asesinato de infieles, de judíos y de blasfemos. Y son pocas las organizaciones religiosas que combaten este discurso, aunque lamenten las muertes cuando este discurso causa víctimas.

Pedir cuentas a los simpatizantes de Charlie, que siempre han combatido el racismo, no sólo es odioso, sino también un poco dudoso. Como si un crimen racista pudiera justificar la división contra el terrorismo.

¿"Dos varas de medir"?

Es conocido este eslogan victimista, inmediatamente manejado, dirigido a romper la unión nacional [francesa] y la emoción internacional forjadas contra los atentados. ¿Cómo es que los periodistas europeos cubren los atentados de París pero no hacen ediciones especiales sobre el crimen vecinal en Estados Unidos?

Hasta la cadena de televisión Al Arabiya, fundada por saudíes pero radicada en Dubai, y en general bastante abierta, ha optado por esta línea. Razón de más para intentar hacer algo de pedagogía mediática; sobre todo respecto a la diferencia entre la información que da un medio de comunicación generalista y las redes sociales, que mucha gente empieza a confundir.

Un medio de comunicación no es una página de Facebook

En las redes sociales, el usuario se informa en función de sus afinidades, es decir, de sus prioridades. Se comparte la actualidad que nos afecta y que nos resulta más cercana. Es normal. Pero es hora de explicar a aquellos que acosan a los periodistas en Twitter, exigiéndoles que la prensa se parezca a su muro de Facebook, que el papel de los grandes medios de comunicación es precisamente el de aportar una visión diferente y más jerarquizada de la información. En otras palabras, de contextualizar y de aportar perspectiva, no de reproducir las prioridades particulares.

Pues bien, incluso aunque esto reconforte determinadas retóricas victimistas, hay que recordar que un crimen racista no es un "atentado".

En el caso de un atentado, se trata de una cuestión política, histórica, que obliga a revisar el funcionamiento de nuestras democracias

No se pueden calificar de "terroristas" todos los asesinatos del mundo, sólo porque éstos afecten a musulmanes, ya sea en tanto que víctimas o en tanto que asesinos. Tanto si se trata de un chalado que dispara contra sus vecinos musulmanes como si se trata de un chalado musulmán que lanza su coche contra una multitud.

En ambos casos, se trata de un acto individual, motivado por una locura personal. En el caso de un atentado, se trata de una cuestión política, histórica, que obliga a revisar el funcionamiento de nuestras democracias, en materia de inteligencia, de prisión o de desarrollo del debate público, para encontrar una manera de plantar cara a la propaganda que sirve de munición a estos asesinos y amenaza nuestras libertades.

En el primer caso, hay que explicar que no se puede mezclar todo, musulmanes y terroristas, como se hace con tanta ligereza, en Europa y en Estados Unidos. En el segundo, hay que que hacer frente a todos los malentendidos que victimistas y profesionales del juicio de intenciones por razón de "islamofobia" son tan aficionados a excitar. La retórica de las "dos varas de medir" es buena muestra de ello.

La doble pena del racismo antijudío

Pretender que se dedica demasiado tiempo a conmocionarse ante el terrorismo o el racismo antijudío contribuye a desmantelar la solidaridad frente al terrorismo y al totalitarismo. Porque, ¿cuál es la diferencia entre este racismo y otros, y por qué la conmoción en el primer caso es tan grande? No es porque algunas víctimas valgan menos que otras: todos los racismos son odiosos. Pero no todos indican las mismas cosas sobre nuestra época.

El racismo antijudío arraiga en una propaganda del odio difundida por una Internacional totalitaria que nos amenaza a todos con atentados. Es, en ese sentido, un fenómeno doblemente político, tanto desde el punto de vista del racismo como desde el punto de vista del terrorismo.

El racismo antimusulmán también nos afecta, porque igualmente desfigura nuestra aspiración a la igualdad y a la fraternidad. Pero el pico de agresiones está directamente relacionado con los actos de terrorismo cometidos en nombre del islam. Por ello, es previsible que desciendan en cuanto cesen estos crímenes odiosos.

Razón de más para hacer frente al terrorismo todos juntos, en lugar de permitir las divisiones. Luchar juntos contra el terrorismo es luchar contra el racismo. Considerar que nos excedemos en el combate contra el terrorismo, porque hay racismo, es hacer el juego a la vez a racistas y a terroristas.

 

[Artículo traducido por Juan Antonio Cordero Fuertes, publicado en la versión francesa de The Huffington Post y reproducido en CRÓNICA GLOBAL con autorización]