Si hasta Mariano Rajoy en una reciente intervención pública se ha referido a la derecha y a la izquierda, a su manera, claro, sin ubicarse él. No era necesario, es público y notorio que el PP, por sus orígenes, la composición del partido y del núcleo central de la base social, más la continuada acción de gobierno , representa la gran derecha española y Mariano Rajoy es su actual portavoz orgánico. Y una mitinera María Dolores de Cospedal, rodeada de mujeres del PP, acaba de protestar “estamos hartas de que la izquierda se arrogue la representación de las mujeres”; no cabe duda donde se sitúa ella.
El PSOE es el partido parlamentario que invoca con más claridad la pertenencia a la izquierda
¿Quién proclama la existencia (todavía) de la izquierda y, por consiguiente, de su contrario la derecha? El PSOE es el partido parlamentario que invoca con más claridad la pertenencia a la izquierda; también lo hace IU, pero últimamente con la boca pequeña y con mucha ganga dialéctica. Los otros partidos con sólidas aspiraciones parlamentarias según las encuestas, Podemos, Ciudadanos, UPyD –partidos personalistas construidos en torno a tres líderes, Pablo Iglesias, Albert Rivera, Rosa Díez, sin pasado y, probablemente con poco futuro- se presentan, respectivamente, como los partidos de la gente, de los ciudadanos, del progreso y la democracia, categorías universales y vagas, que la derecha también reivindica. Interrogados sobre qué son, escurren el bulto o, como Podemos, afirman que “el eje izquierda – derecha está superado.
Declarar caducada la división del pensamiento social y la práctica política en derecha e izquierda, más allá del desprecio a la historia de las luchas sociales y de la ambigüedad calculada para poder practicar un agresivo “catch-all” de la indignación popular, encaja con la subcultura de lo transversal, de la sociedad líquida en proceso de gasificación, de la política a medida de cada individuo tal como éste exige, de la comercialización de la política como un consumo más, de la atención fugaz al elector como un cliente cualquiera: “Ven, entra, súmate al proyecto, te ofrecemos el cambio en las mejores condiciones, sin comisiones, sin compromiso de permanencia…” Mutatis mutandis como el enuncio de un banco o de una operadora de telefonía del móvil.
Desde la cima de la posmodernidad del “online” es fácil desorientarse y olvidar que los viejos problemas son los de siempre
¿Se han borrado por arte de la crisis aquellas diferencias que separaban a derecha e izquierda en casi todos los campos sociales? No en todos, en democracia, dejando de lado la perversión a que la somete el neoliberalismo, hay obligados espacios de coincidencia, sino ya no hablaríamos de democracia. ¿Dónde paran ahora las diferencias? ¿Pasan las líneas divisorias de la sociedad por “los de arriba (la casta) y los de abajo (la gente)”, “los corruptos y los ciudadanos”? Sería tomar los efectos por la causa. Una simplificación propia de la sociedad simplificada.
Desde la cima de la posmodernidad del “online” es fácil desorientarse y olvidar que los viejos problemas, que son los de siempre, los de la desigualdad, la pobreza extrema en todas sus manifestaciones, la multitud de parados y de desamparados, la producción irracional y depredadora, el consumo alienador… y que se resumen en el viejo diagnóstico de la causa: un capitalismo explotador desmadrado (“capitalismo” y “explotación”, ¿otras palabras caducas?), solo tienen solución desde la izquierda, una izquierda que recupere su impulso reformista, el único cambio contrastado por la historia. Quien lo tiene muy claro es la derecha, que sabe quién es su verdadero adversario.
¿Hace la palabra la cosa?, no pero ayuda a entenderla. ¿Se puede ser de izquierda y actuar como izquierda sin llamarse así (o sin serlo en el fondo)? Todo es posible en la sociedad líquida, pero no es nada seguro. Todo se reduciría más bien a agua de borrajas durante una o dos legislaturas con muchos errores y frustraciones por en medio.