No hace muchos días, leí en un diario nacional que más del 60% de los posibles votantes de Podemos, el partido de Pablo Iglesias, no compartía el ideario de la formación. Lo que el sentido común deduce es que el fenómeno es más y no menos que el castigo a lo que ellos llaman casta.
El fenómeno es más y no menos que el castigo a lo que ellos llaman casta
En este sentido, también me llama fortísimamente la atención estos partidos que se llenan la boca al hablar del bipartidismo. Estos mal llamados de tercera vía. Su principal argumento es atacar a lo que ellos llaman la España de rojos y azules definiéndose como la alternativa a ese bipartidismo. Pero de nuevo estamos ante un juego de palabras porque los países más prósperos y con un sistema democrático más exquisito, se caracteriza por la gobernanza de los dos partidos más importantes del país. En comparación con España, el arco parlamentario está muy divido, es decir, que hay muchos partidos en la oposición con representación en el Congreso y Senado.
Como todos sabemos la política no pasa por su mejor momento. Ahora más que nunca la desconfianza en los políticos y la clase política ronda los índices más insospechados en otros tiempos. Muchos ciudadanos consideran que los políticos y los dirigentes actuales no están a la altura de las circunstancias. Muchos de ellos, sin distinción, coinciden en que no les interesa ningún partido. Desconfían de todos los políticos independientemente de las siglas.
Con este panorama, es lógico el auge de muchos partidos. Como consecuencia, el auge de Podemos se basa en la venganza y en el odio. No obstante el apogeo de los terceristas, en efecto, se basa en la reiteración del declive de las preferencias de los ciudadanos.
Votar con venganza u odio en el cuerpo por parte de unos o con eslóganes baratos y productos de márketing por parte de otros no parece un acto de excelencia democrática
Los de Podemos quieren agitar con un lenguaje mucho más agresivo y violento pero los terceristas van con uno más seductor, más cool. Pero ante todo, se presentan como castos y púdicos. Hasta que la senda les une en el objetivo de desbancar a las preferencias que hasta día de hoy a través de la democracia han escogido los ciudadanos.
Por consiguiente no pocos olvidan que las novedades no incluyen ni la garantía ni el precio de mejora. En ese sentido hay muchos que prefieren volver a dar otra oportunidad a la mayoría de los últimos años porque los que se presentan, tanto los que van con el látigo como los que van con el carmín, se olvidan de algo fundamental. Se olvidan de subir el nivel.
La democracia es una responsabilidad compartida en un proceso de dos: los conciudadanos políticos nos representan porque la mayoría de la sociedad así lo ha escogido. Y votar con venganza u odio en el cuerpo por parte de unos o con eslóganes baratos y productos de márketing por parte de otros en vez de, hacerlo de manera concienzuda, reflexionada y argumentada no parece un acto de excelencia democrática o por consiguiente, de irresponsabilidad.
En ese sentido, va a resultar ahora más que nunca que los políticos son el reflejo de la sociedad y que de esta manera los ciudadanos tampoco vamos a colabora en la subida del nivel, por esa razón, a ver si tampoco vamos a estar a la altura cuando la democracia más lo exige.