Cuando uno apenas acaba su niñez e incluso antes, en función de su aprendizaje y asimilación de recuerdos, tiene tendencia a idealizar o a magnificar todo aquello que conoció, aquello que le sorprendió. Esto es tan así porque cuando uno, después de muchos años, vuelve a la casa en que nació, aquella que le parecía inmensa, ahora se ha convertido en pequeña y triste. Las calles que recorrió, en las que jugó en su niñez, las mantiene en su recuerdo como largas e interminables, anchas y de paredes insalvables, en la actualidad las calles se le han hecho estrechas y cortas, las paredes insignificantes, de una manera u otra las habíamos mitificado.
También es bien cierto que si uno ha nacido en una gran ciudad, ha jugado por grandes avenidas, estas a pesar de los años siguen siendo una gran ciudad y unas grandes avenidas. Entonces entendemos que nuestra percepción se ajustaba a la realidad o que el efecto de mitificación no se produjo porque realmente eran grandes y permanecen en nuestro recuerdo tal y como son en realidad.
En la antigua Grecia o en la época grecorromana, los mitos eran narraciones sobre algo que había sucedido en el pasado, por lo transcendente del hecho o por lo inexplicable del mismo, este fenómeno se convertía en mito, a través de las narraciones verbales o literarias que pasaban de unos otros, formando parte de sus creencias configurando una cultura, una historia.
En nuestra corta historia del último periodo democrático, los españoles hemos ido configurando nuestros propios mitos, en función de nuestra propia ideología, o de aquello que queríamos y deseábamos creer, hemos ido formulando nuestra propia leyenda. Así vimos a un Adolfo Suarez como el héroe de la Transición. No seré yo quien le quite ningún merito.
En esta pequeña historia democrática y como democracia también significa pluralidad política, alternancia de las ideologías en el poder, también hemos elevado a la categoría de mitos a otros miembros de nuestra sociedad, en función del momento político. Así los socialistas, por ejemplo hemos elevado a esa categoría a Felipe González. Tras renunciar al marxismo y ganar las elecciones generales en 1982 por una abrumadora mayoría absoluta, el pueblo lo encumbró y confió en él durante años. En un exceso de confianza o de inmadurez, se convirtió en mi propio referente del socialismo moderno y democrático, otorgándole sin duda el apelativo de 'líder'.
Al retirar el pueblo la confianza a Felipe González, año 1996, le sucedió en el gobierno otro personaje que era, fue, si es que no lo sigue siendo, el líder ideológico de la derecha, José María Aznar, que para desgracia del pueblo español se mantuvo en el poder también varios años, hasta 2004, convirtiéndose en el mito de los conservadores.
Hoy desde bambalinas, estos personajes siguen mandando mensajes políticos a la sociedad y muy particularmente a los correligionarios de sus partidos, a sus íntimos colaboradores, a sus deudores políticos, aunque en la actualidad ellos mismos ya no lleven la riendas de sus respectivos partidos, otorgándose para sí la capacidad de definir la estrategia de los mismos y los dones del oráculo.
En su arrogancia e infalibilidad, no conformándose con el papel que la sociedad les reserva en el Consejo de Estado, renuncian a ser miembros del mismo, para servir a instituciones privadas donde los emolumentos son superiores al de cualquier institución pública.
En su arrogancia e infalibilidad, no conformándose con el papel que la sociedad les reserva en el Consejo de Estado, renuncian a ser miembros del mismo, para servir a instituciones privadas donde los emolumentos son superiores al de cualquier institución pública.
Esta situación no les impide seguir manteniendo las prebendas que de forma vitalicia gozan por haber sido Presidentes de Gobierno, prebendas que compaginan con sus cargos de consejeros en la industria privada.
En el fondo, creo que los actuales mandatarios, unos más que otros, eran aquellos niños que idealizaban y mitificaban a los personajes que comentamos. Estos mitos hoy hacen flaco favor interfiriendo en el devenir de los tiempos. José María no se reprime desde su atalaya de la Fundación FAES en mandar constantes mensajes de radicalización de la vida política de este país, poniendo entre la espada y la pared al Presidente Rajoy. Cuestión esta que sufre en silencio, al ser nuestro presidente, como se dice popularmente, un hombre de sangre de horchata, poco dado a gestionar con rapidez los problemas que se van produciendo. Más bien todo lo contrario y a la chita callando va aplicando su estrategia del cansancio del oponente.
Cosa contraria pasa en el bando opuesto. Felipe González amante últimamente de los placeres de la vida, ha pasado de la socialdemocracia al liberalismo, como si de un escalafón de ascenso se tratara en su idea de ser no el hombre de estado que fue en otro tiempo sino el oráculo de la política Europea, cuando no mundial.
Al ser, o mejor dicho creerse "Dios", no duda en enviar misivas junto a otros colegas suyos, para más señas ex ministros de sus gobiernos, al joven Pedro Sánchez, al que en un "pispás" se le acabo lo de la regeneración democrática, la tolerancia cero con la corrupción, y presto y rudo se dispuso a dar un golpe de timón en el PSOE.
Este intento de demostrar que es él quien manda a pesar de sus salidas de tono, se dejó aconsejar del oráculo, y acabó con la democracia interna del partido, prefiriendo las encuestas a las decisiones de la Federación Socialista Madrileña, para acabar imponiendo a un cura, sin carnet, como candidato a presidir la Comunidad de Madrid.
Desde estas líneas le recomiendo que si esa va a ser su política, que no pierda el tiempo, mañana mismo debería hacer desaparecer las agrupaciones locales y la estructura orgánica del partido. Que contrate un equipo de expertos del marketing, lo ponga a disposición de Rubalcaba y bajo la supervisión de Felipe González, decidan quien deben de ser los candidatos en las distintas elecciones.
De esta manera muy posiblemente las deudas que mantiene el PSOE se minimizarían, eso sí, que no se olvide de contratar también a su vez a una 'colla' de palmeros y un equipo de pega carteles, servicios que parecen reservado a los militantes socialistas del PSOE.
El tema de opinar, debatir y aprobar propuestas sobre sus candidatos les está vetado, si lo hacen serán desautorizados y sus agrupaciones disueltas, se les impondrán una gestora de amigotes, porque ese honor está reservado a los mitos.
En la antigua Grecia, 'mito' también tenía una acepción distinta de la que conocemos coloquialmente, que en determinados contextos le da un valor peyorativo, llegando a utilizarse como sinónimo de patraña, creencia extendida pero falsa. Cuando Pedro crezca se dará cuenta que la casa en que nació no era tan grande, la idealización junto a la opción de querer ser alguien es un mala formula. Si no eres tú no eres nadie.