Después de la comparecencia del “Molt Condemnable”, o, si lo prefieren, del “Molt Evasor i Evasiu”, uno aprende que la “vida iba en broma” y que esta política-espectáculo es ya política-esperpento o, simple y llanamente, moral cínica elevada a imperativo categórico, donde la fuerza de la costumbre hace que no sintamos ya ni estupor ni indignación...sino únicamente indiferencia, quizás útil para evitar la tentación de sustituir a algunos parlamentarios del Parc de la Ciutadella por las criaturas del Parc Zoològic, quién sabe, hasta articularían respuestas más inteligentes y astutas que las de A.M. El problema es que, como animal racional, me entra un instinto irrefrenable de “judicializar la política”, pero no en el sentido de no aportar argumentos políticos además de razonamientos jurídicos, sino porque la Política en Catalunya ha muerto y lo único que nos queda son los verdaderos “procesos” ( judiciales ) y los auténticos “hechos históricos” ( un president compareciendo en una comisión de investigación después de otro ex-president ). Y es entonces cuando uno no sabe exactamente si han pasado 9 años desde el innecesario, anti-democrático e inconstitucional Estatut votado afirmativamente por el 35% de catalanes, 5 años del primer 11 de Septiembre a lo “democracia aclamativa”, 3 años del paso de la “zanahoria-pacto fiscal” a la “zanahoria-in-inde-independència” con su encuesta electoral de liderazgo-mayoría absoluta y el correspondiente “palo” de C(i)U en 2012...o 5 horas de un Lunes 9 de Febrero del 2015 en las que el President tuvo que explicarse forzado por el mismo partido que le había salvado de ese “mal trago” y que le ha apoyado los presupuestos más anti-sociales de España...no sé, será la paradoja del tiempo, que se vuelve un poquito eterno y un poquito relativo desde que sólo se habla del “mono(tono)tema”. Ya saben, “cuando despertó, los Pujol, todavía estaban alli”.
Esta política-espectáculo es ya política-esperpento o, simple y llanamente, moral cínica elevada a imperativo categórico
Y en relación a lo de “judicializar la política”, y en otro sentido, que me expliquen si existe algún estado de derecho democrático sin tribunales de justicia, o si hay política sin ley...porque los primeros interesados en que no se “judicialice la política” son los que prefieren comisiones de investigación sin posteriores instrucciones penales...esto es, los que prefieren la “politización de la justicia”, donde se pueda, con mayoría parlamentaria, no tener la obligación y el deber de rendir cuentas, y donde, a ser posible, el presidente de la comisión de investigación sea alguien con quien se hayan compartido efusivos y tiernos abrazos para poner el “Estado del derecho y del revés”, según convenga. Dicho lo cual, y fruto del hastío ante tanta felicidad pública, me propuse enumerar las falacias y giros del “presidente-zombi” y sus discursos de burgués barato, quien, dicho sea de paso, lo único que merece es seguir los pasos de otros corruptos del territorio nacional, eso sí, después de una derrota abrumadora en las urnas. Las nuevas definiciones y correcciones presidenciales son tan increíbles como infantiles: al nepotismo le llama ahora “vocación de servicio público de una familia comprometida con el bien común”, a la deslocalización y la fuga empresarial, “relocalización”, a las adjudicaciones ilegales y el tráfico de influencias, “misión de salvación de vidas y trabajos”, a las consecuencias políticas, “causas familiares y personales”, a la auto-responsabilidad política, “ignorancia de los quehaceres de sus honestas e íntegras amistades”, a los hechos probados, “juicios de valor”, a las opiniones razonadas y comentarios objetivos, “discursos fáciles e incoherentes”, a lo público, “privado”, a lo privado, “público”, a las comisiones de investigación, “juego sucio de los partidos”, a la búsqueda de la verdad, “intento de desprestigio de la marca catalana”, a la ausencia de oposición y de contrapesos del poder, “respeto institucional”, a la creación de un portal de transparencia y buenas prácticas donde se confunde qué es gobierno y qué es generalitat, “regeneración democrática”...al sentido crítico, “bona fe”.
Así que después de la “insoportable levedad” de la comparecencia de “investigación”, después de su solemne -y somnoliento- ejercicio de desautorización intelectual y moral, lo único que hay que hacer es algo tan revolucionario y transgresor como ganarle en las urnas -“sin trampa ni cartón”- y desalojarlo del poder, claro que para ello hay que luchar contra el principal enemigo de estos tiempos de crisis democráticas, constitucionales y estatales que ellos mismos han creado, es decir, contra la desafección que tan afectuosamente propugnan para la mayoría del electorado catalán, que ya de por sí vota más en generales que en autonómicas.
Por eso, dada esta ley electoral tan “impropia”, que, dicho con ironía, hace que los “socialistas obreros”, con más votos, tengan menos diputados que los “repúblicos nacionalistas”, no hace falta saber latín para saber que anhelan una baja participación para una peor representación...y poder así volver a hablar en nuestro nombre; volver a “tomar el nombre de la nación en vano”. Esta vez, y sin que sirva de precedente, pienso que lo más “pulcre” será hacer apología del voto negativo, del voto para que no ganen los que llevan 30 años “normalizando” las instituciones públicas, “quebrantando” el imperio de la ley y “calentando” las pulsiones callejeras, en otras palabras, que pierdan los que han prefabricado un prototipo perfecto de “hombre-masa” -a la catalana- que de manera tan cortés diagnosticó José Ortega y Gasset en la Rebelión de las Masas: “Pero ¿no es esto una ventaja?; ¿no representa un progreso enorme que las masas tengan «ideas», es decir, que sean cultas? En manera alguna. Las «ideas» de este hombre medio no son auténticamente ideas, ni su posesión es cultura. La idea es un jaque a la verdad. Quien quiera tener ideas necesita antes disponerse a querer la verdad y aceptar las reglas de juego que ella imponga. No vale hablar de ideas u opiniones donde no se admite una instancia que las regula, una serie de normas a que en la discusión cabe apelar. Estas normas son los principios de la cultura. No me importa cuáles. Lo que digo es que no hay cultura donde no hay normas a que nuestros prójimos puedan recurrir. No hay cultura donde no hay principios de legalidad civil a que apelar. No hay cultura donde no hay acatamiento de ciertas últimas posiciones intelectuales a que referirse en la disputa.”
No hay que caer en un exceso de hermenéuticas jurídicas y un defecto de emociones morales, ya que eso ha producido que el “hombre masa” nacionalista haya patrimonializado los sentimientos de pertenencia
En este sentido, está claro que las “estructuras de estado” que plantean no son otra cosa que una “desestructuración del Estado”, o lo que es lo mismo, un golpe de estado revestido y travestido de procedimiento transparente y justificación social, o sea, una versión más perversa y (pos)moderna, ya que su intención es la de producir “principios de (i)legalidad civil” y “últimas posiciones (anti)intelectuales”, para hacer implosionar el “sistema de vigencias” con el que nos “auto-determinamos”. Claro que para poder destituir a los actuales gobernantes hay que superar esa conocida paradoja democrática que consiste en que, por un lado, al hombre-masa nacionalista, extremista y radical, le entusiasma votar porque quiere un régimen donde no se vuelva a votar, donde se vote sin controles, garantías, censos y neutralidad y donde se vote lo que él decida en sus festivas consultas de domesticación vía preguntas dobles y respuestas únicas, y, por otro lado, al ciudadano no populista de a pie, moderado y equilibrado, le motiva menos votar porque sabe que la vida pública no se reduce a la política, porque no busca cambios revolucionarios de “todo o nada” que resultan estériles y fatales, porque asume que la democracia representativa pone a los partidos el límite de la visión de Estado y sentido (de bien) común.
Así que, para invertir esa lógica, lo suyo sería que el segundo tuviera una pasión y una ilusión más potente que la del primero, es decir, una pasión democrática y una ilusión constitucional más fuerte que la fe excluyente y el deseo enloquecido. Para tal fin, no hay que (re)caer en un exceso de hermenéuticas jurídicas y un defecto de emociones morales, ya que eso ha producido, entre otras cosas, que el “hombre masa” nacionalista haya patrimonializado los sentimientos de pertenencia, siempre más personales y directos, y haya regalado el discurso de la legalidad, más abstracto y formal...de ahí que, en un primer momento, tuvieran más efecto y credibilidad y llegasen a “calar” en la “opinión” pública. Pero ya somos muchos quienes hemos “calado” la trampa de los nacionalistas, que no es otra que la de hacer creer que las emociones morales de los no nacionalistas buscan continuamente una hermenéutica jurídica contraria a los valores y principios democráticos...y que, en consecuencia, para no dar “ni un pas enrere”, sus emociones morales requieren saltarse toda hermenéutica jurídica en tanto en cuanto ellas significarían progreso y emancipación democrática. O, alternativamente, hacer ver que la hermenéutica jurídica de los no nacionalistas siempre está desligada y desconectada de las emociones morales, y que, por el contrario, la hermenéutica jurídica de los nacionalistas es inextricables e indisociable de las emociones morales. Eso por no hablar de la no distinción entre los diferentes tipos de emociones y clases de hermenéutica, ya que los nacionalistas han querido hacer pasar las bajas pasiones por nobles emociones, han querido hacer pasar inventos legales por normas jurídicas.
En fin, como “no sólo de naciones vive el hombre”, a ver si nos dejamos del ”lose to lose” democrático y nos olvidamos de esta ficción cinematográfica, en la que Carme Forcadell me recuerda a la Gloria Swanson del Crepúsculo de los Dioses, Oriol Junqueras al Jack Nicholson de El Resplador, Artur Mas al Helmut Berger de la Caída de los Dioses, Muriel Casals a la Isabelle Huppert de “La Pianista” y Jordi Pujol al Al Pacino de “El Padrino ( III )”. Mientras tanto, en el mundo de la realidad cotidiana, (la) sociedad civil catalana se dedicará a hacer que Catalunya vuelva a ser el motor económico y cultural de España y una de las regiones más atractivas y abiertas de Europa.