Hace ya unos cinco años, en el salón de Òmnium Cutural, dije que Cataluña no entraría nunca en la Unión Europea (fui uno de los primeros, o quizás el primero, que se atrevió a decir esto). Testigos de esto son tanto el eurodiputado Tremosa como muchos de mis antiguos compañeros de Ciudadanos.
Hoy no descarto el que una Cataluña independiente pudiera ingresar en el club europeo. Pero este club ya no sería la UE actual
Hoy no descarto el que una Cataluña independiente pudiera ingresar en el club europeo. Pero este club ya no sería la UE actual. Tampoco creo que mereciera la pena pertenecer a este club, y no por hecho de que Cataluña hubiera pasado a ser miembro de él, sino porque ya no tendría nada que ver con el proyecto ilusionante que durante setenta años ha venido acercando a los ciudadanos de Europa.
Si una UE que pretende unir a los ciudadanos, que prohíbe todo tipo de discriminación, también por razón de la nacionalidad, y que ha derribado las barreras físicas y aduaneras, admitiera en su seno a una región que defiende la discriminación y las barreras culturales y que en lugar de la unión defiende la separación, es que ha perdido el rumbo y pretende dar marcha atrás en la historia y volver a la época de la fronteras nacionales y de la guerra fría. ¿Merecería la pena seguir entonces perteneciendo a ese club?
Como en la política, es decir en los que dirigen la política, el egoísmo suele ser más fuerte la solidaridad, este es un punto común en el que coinciden tanto la política de la UE como la catalana y la de toda España. Por tanto, aunque jurídicamente no haya posibilidad alguna de que Cataluña forme parte de la UE, a no ser, naturalmente, que todos los Estados miembros dieran su aprobación a su entrada en la UE -cosa más que improbable-, y aunque metafísicamente sea imposible unir la unión con la separación, sin embargo por razones egoístas, es decir razones políticas en el sentido más rastrero de esta palabra, la posibilidad no queda excluida. Cuando la política impera por encima de la ley, cosa bastante habitual en nuestro país y más aún en Cataluña, nos podemos encontrar con las mayores aberraciones, que se pretenden justiciar en nombre de la democracia.
Si los intereses nacionalistas llegaran a coincidir con los intereses de algún gran partido nacional, no sería de extrañar que Cataluña se separara del resto de España. Pero para que ingresara en la UE, sería necesario que coincidieran además los intereses de algún otro gran partido europeo.