“Lo primero que tenemos que deconstruir son las mentiras, no solo las económicas, sino también las mentales, éticas, democráticas que nos han metido como trolas durante todos estos años”. Esto leo y reproduzco de Me gusta Catalunya. Me gusta España, el nuevo libro de la ‘Biblioteca Crónica Global’ cuyas páginas recogen las entrevistas que Sergio Fidalgo ha efectuado a treinta ciudadanos de Cataluña. Preguntas orientadas alrededor del jaque secesionista que a todos nos afecta. Para hacerle frente, se precisa un trabajo que, desde la honradez, haga acopio de inteligencia, valentía y astucia, además de optimismo y sentido de la pedagogía. Me quedo con el párrafo del comienzo, para emprender con ideas claras el proyecto social que nos reclama este momento. A continuación, conectaré entre sí algunas observaciones que he extraído del libro. No daré el nombre de sus autores, pues quiero proponerles que adivinen de quién se trata en cada caso. El objetivo común buscado exige que prenda el entusiasmo, la confianza y la resolución por desarrollar autenticidad y sensatez en nuestras vidas, tanto en el ámbito personal como en el social. Hay que desprenderse de complejos y miedos ante la manipulación organizada y consentida durante años. “Esto que ha estado construido sobre la mentira se puede caer con el peso de la verdad”.
Salgamos de la telaraña del sacrosanto derecho a decidir y expliquemos la trampa en que se cae al dejarse capturar por un lenguaje viciado
Salgamos de la telaraña del sacrosanto derecho a decidir y expliquemos la trampa en que se cae al dejarse capturar por un lenguaje viciado: “si se proclama el derecho a la felicidad universal. ¿Quién puede oponerse? Frente a esta situación se ha de ser riguroso con los términos y hay que dar la batalla de las ideas. Ellos han ganado, de momento, esta batalla del lenguaje pero no quiere decir que lo hayan conseguido para siempre”. La epidemia generalizada se puede revertir. “No defienden el derecho a que se consulte sobre los salarios o los servicios públicos. Solo quieren ‘decidir’ sobre la independencia”. La guerra de clases está soterrada en Cataluña con la falsa milonga que se ha armado. Lograremos desenmascarar la gran manipulación, si de verdad queremos ser ciudadanos y no súbditos de los derechos históricos de la casta de los amos de la ‘masía’. Tanto da que enfrente tengamos ahora medios de comunicación perversamente elaborados que transmiten a sabiendas una infección emocional, y emplean un estilo de ‘hooligans’. “Se construye mentalmente lo que tiene que pensar la gente, lo que tiene que sentir y a quien tienen que atacar”. Son reaccionarios, porque no soportan al discrepante. Si se les hubiera leído y escuchado con atención durante los primeros años de hegemonía, se habría adivinado lo que ahora dicen en plena consonancia.
Perdidos en la masa: “es el otro quien piensa por ti, aunque estés más convencido que nunca de que eres el dueño de tus decisiones”. “Pero si encuentran a una persona que es progresista, que es de izquierdas, que no tiene ningún complejo de ser español, que no tiene ningún complejo de aceptar la pluralidad, que es tolerante, que es democrático, que es ilustrado”, que sabe que “las naciones existen, pero podrían no existir, o existir de otra manera”, se pondrán nerviosos y chillarán e insultarán o agredirán, te empujarán a una trinchera. El nacionalismo está en contra del federalismo, el cual “significa lealtad, claridad y una cultura de gobierno compartida”.
“Cataluña es mi tierra porque mis padres se lo ganaron”. “Nací en España, pero pude haber nacido en cualquier otro sitio, agarrarse al ser de aquí, o de allí es estúpido”. “Como Carrillo, acepto nuestra actual bandera constitucional en aras de construir una España de todos. Pero, en mi corazón siempre estará la tricolor”.
El Estado ha abandonado sentimentalmente a los catalanes. “En Madrid he defendido que el último pueblecito de Girona es tan español como el Paseo de la Castellana. Y hasta que no entendamos eso en el conjunto de España, y también aquí, en Cataluña, no entenderemos España”. Carguémonos de serenas razones, con ellas alcanzaremos clarividencia, fuerza y empuje. Hay un camino que recorrer ‘todos a una’. ¡En marcha!