Leo este artículo de Pilar Rahola, donde le da caña a una Madre de Mayo argentina por haberse venido con pretensiones de observadora internacional al juicio contra dos chilenos y un argentino acusados de herir gravísimamente a un policía en un desalojo okupa de hace dos años, creo. Me leo el artículo y alucino.
Vaya por delante que no conozco los detalles del caso, del juicio en sí. Soy consciente de que en las historias de policías y ladrones, no digamos si son policías y okupas, hay cierta tendencia romántico-tontorrona a tomar sistemáticamente el partido del que no es policía. Como se supone que el otro tortura y asesina, etc.
Esta nacionalistorra jamás se ha parado en barras a la hora de cuestionar la legalidad española cuando a ella le ha parecido bien para hacer prosperar su discurso
Pero una cosa es ver un Salvador Puig Antich en todo acusado de abrirle la cabeza a un miembro de las fuerzas de seguridad, y otra muy distinta meterte a abogado del diablo, con uniforme o sin él.
Se escandaliza Rahola de que caigan por aquí personas extranjeras preocupadas por cómo se administra justicia en España a sus compatriotas. Acusa a los pretendidos observadores internacionales en este juicio de actuar como si este país fuese una república bananera, una dictadura guineana, Crimea, Corea del Norte o algo peor. Les afea incluso una especie de nacionalismo jurídico, una especie de convicción de que la culpabilidad o la inocencia tienen que ver con el origen.
Cuánta razón tiene en todo esto. Yo hace años que lo digo. Que por ejemplo me indigné cuando The New York Times, sin ir más lejos, dio por hecho que Baltasar Garzón, el jeta de Garzón, era un santo y su procesamiento e inhabilitación sólo se entendían porque España y su justicia seguían estando al nivel en que las conoció Ernest Hemingway cuando miraba desde los encierros de Pamplona desde el balcón.
Yo para denunciar aquello hasta saqué a colación el caso de un famoso abogado norteamericano, un ídolo de los derechos civiles que consiguió empurar a los asesinos blancos e impunes de un chico negro treinta años después, y que siendo una leyenda como era, le pillaron trapicheando, siendo corrupto, y con todo el equipo que se cayó. Y a nadie se le ocurrió preguntar si esto había ocurrido porque Obama sea un cafre o le tuviera manía.
Todo esto es verdad, dolorosamente, tremendamente verdad… tanta, que no se entiende que lo diga nada menos que Pilar Rahola. La Belén Esteban del prusés. Esta nacionalistorra e independenciómana que jamás se ha parado en barras a la hora de cuestionar la legalidad española cuando a ella le ha parecido bien para hacer prosperar su discurso. Y su negocio.
Entonces, ¿podemos poner España, la Constitución española, el Tribunal Constitucional y hasta los leones del Congreso a caer de un burro, en nombre del sagrado dret a decidir de cuatro gatos catalanes que se niegan a tomar en cuenta ni en consideración la opinión del gato número cinco y subsiguientes, pero nos tenemos que picar si vienen a hacer lo mismo desde Argentina?
Si tanto te preocupa que España haga el ridículo, ¿por qué no te callas, Pilar?