El tono duro de este segundo artículo se enjuiciará mejor con la lectura previa del primero, “Je suis Charlie, y yo tampoco (I)”. En ella apunté, entre otras cosas, el uso frívolo e interesado del mensaje “je suis Charlie”. Algunos murieron por ser de verdad Charlie Hebdo, es decir, por ejercer durante años la libertad de expresión, por no amilanarse ante el chantaje yihadista a costa de vivir con el alma en un puño y escolta policial. Si queremos ser honestos, solo a ellos les corresponde el reconocimiento y la gloria. Si así se puede nombrar al dudoso honor de morir sin desearlo. Quienes, a sabiendas, han utilizado la ola para sacar provecho político, son unos miserables.
Le faltó tiempo al “astucias” para rentabilizar el evento e internacionalizar “lo suyo” exigiendo “libertades colectivas“ para Cataluña
Ellos, los dibujantes, los policías, los judíos, ¡qué puta mierda esta de clasificar a las víctimas como si fueran ganaderías!, estuvieron expuestos diariamente durante años, mientras la mayoría nos indignábamos en la intimidad, ¡si nos indignábamos! Porque no todos estamos dispuestos a morir de pie pudiendo vivir de rodillas. Por esto, porque se necesita derrochar generosidad en los momentos donde la mayoría calla o consiente, me ha parecido muy frívolo reducir la tragedia a un símbolo de usar y tirar, a sabiendas que al amparo de la masa no se correrá riesgo alguno. Aunque no se me escapa que, reducir a la simplicidad la complejidad de asunto tan complejo, puede llegar a ser útil para luchar contra el mal. Disculpados habrían de quedar todas esas gentes sencillas sin más interés que la generosidad de sus almas conmovidas por la tragedia. En ningún caso el de todos esos gañanes de coche oficial que se han envuelto en la sangre derramada para sacar provecho estético, moral o político.
Por eso me ha indignado tanto que Artur Mas, junto a señalados ausentes de concentraciones contra el terrorismo de ETA, viajaran a Paris para adornarse con la dignidad de la sangre derramada. No es una acusación en vano. Ni es un juicio de intenciones. Le faltó tiempo al “astucias” para rentabilizar el evento e internacionalizar “lo suyo” exigiendo “libertades colectivas“ para Cataluña. Era su manera de comparar dos intransigencias, la islamista con la libertad de expresión, y el Estado español con el “derecho a decidir” de Cataluña. No es un juicio de intenciones, repito, fue un episodio más entre los muchos montajes de propaganda que diseñan desde el Palacio de la Generalitat a TV3. En esta ocasión, desplazaron a la manifestación de París unidades móviles de la TV Autonómica de Cataluña, Catalunya Radio y la ACN como si les fuera en ello la vida y la honra. Con nuestro dinero, con el dinero que no tienen para pagar a las farmacias. Era una manera de hacerse un lugar en el mundo de la opresión. TV3 enmarcó la obscenidad con un titular que desnudaba por sí misma la intención: "Decenas de líderes mundiales en la marcha de París". Delirios de grandeza, TV3 confundía a propósito a Mas y al comité secesionista que le acompañaba con los amos del mundo, cuando en realidad solo lograron sacar un puesto en el gallinero de alcaldes y concejales.
Artur Mas fue a esto, a sacarle rédito a la desgracia en nombre de la libertad de expresión. Él, que demuestra cada día en TV3, Cataluña Radio y en toda su acción política informativa que los únicos que pueden decir, informar y pontificar en la sociedad catalana son ellos. ¿Qué es TV3 sino una gran yihad informativa contra todas las ideas que contradigan su discurso nacionalista. Sin sangre, eso sí, pero con saña, con mucha saña y mucha desvergüenza totalitaria.
Artur Mas no fue sólo, le acompañó un largo séquito, mayor aún que el del presidente del Gobierno español, entre ellos el consejero de Interior de la Generalidad de Cataluña, Ramón Espadaler, el mismo que días antes había rechazado la invitación de la “Associació Catalana de Víctimes d’Organitzacions Terroristes” para asistir a un acto de homenaje por la muerte de unos policías en Sabadell. No es de extrañar, nunca asistió miembro alguno del gobierno de la Generalidad a las concentraciones cívicas contra el terrorismo de ETA, auspiciadas por la Asociación por la Tolerancia en la Plaza San Jaime, primero, y en la Plaza de la Tolerancia de Meridiana, después. Sólo cuando cayó uno de los suyos, el malogrado Ernest Lluch, se sintieron implicados.
Su compromiso con la humanidad quedó patente el 29 de mayo de 2011, cuando ningún consejero de la Generalidad, ni el propio alcalde secesionista de Vic, Josep Maria Vila d'Abadal, asistieron al acto de homenaje por las personas muertas en el atentado contra la Casa Cuartel
Su compromiso con la humanidad quedó patente el pasado 29 de mayo de 2011, cuando ningún consejero de la Generalidad, ni el propio alcalde secesionista de Vic, Josep Maria Vila d'Abadal, asistieron al acto de homenaje por las nueve personas muertas y 44 heridas en el atentado contra la Casa Cuartel de esta localidad. Sin embargo, allí los tenían, en París, luciendo palmito, compungidos por el terror y astutamente atentos a sacarle rendimiento a la sangre derramada. ¡Qué asco de política!, me decía un compañero al recordarlo. No ¡qué asco de políticos! Le corregí. La política es un noble arte, que como todo, puede ser mal utilizada.
Y no se piensen que el “astucias” ha perdido la decencia en estos tiempos de tribulaciones para su carrera política. Ya lo había hecho en el funeral de Adolfo Suárez. Aprovechó el cuerpo presente para anteponer el coraje de Suárez a la cobardía de Mariano Rajoy por no asumir “el derecho a decidir”. Nuevamente “a lo suyo”: “Nunca miró hacia otro lado [Se refería a Suárez]”, “miró de cara los problemas, no los soslayó ni los rehuyó”. Hasta Felipe González y Miquel Roca recriminaron su conducta y afearon su actitud públicamente. No era el momento, ni el lugar.
Este personaje ha demostrado que no tiene decencia, que confunde la astucia con el engaño, con la trampa y la ventaja, la extorsión, el cinismo, la corrupción moral y la mentira. Puesto a saquear el dolor de Paris, no se detuvo ni en recetar mano dura contra quienes actúan como él mismo hace a diario: Debe caer “todo el peso de la ley y toda la fuerza del Estado cuando se violen las normas que democráticamente hemos decidido darnos”. Predica contra los demás lo que no se aplica a sí mismo. Él ha violado la Constitución, prevaricado, incumplidos leyes y sentencias y está empecinado ahora en usurpar estructuras al Estado para dar un golpe institucional.
O es un saco de mierda, o ha perdido la cordura. Puede, como repetidamente me recuerda un estrecho amigo suyo de juventud, que simplemente es un chulo. Trazas tiene. Le he perdido todo respeto. Antes de presentarse en París envuelto en la aureola de “Jo también soy Charlie”, debería haberse informado de quiénes son de verdad los Charlies Hebdo y a qué riesgos se exponen. Se lo diré en palabras de Xavier Mas de Xaxàs, apellidado como usted y articulista de La Vanguardia subvencionada para adornar sus delirios. Así quizás toma conciencia de su obscenidad:
“Los Charlie de verdad trabajan en regímenes totalitarios. Son gente como el saudí Raef Badawi, condenado a diez años de cárcel y mil latigazos por iniciar en su web un debate sobre la evolución social en su país. El viernes, frente a la mezquita Al Jafali de Yeda, recibió la primera tanda de 50 latigazos y contestó cada golpe con el nombre de un partidario. Cada viernes, durante veinte semanas, recibirá el mismo castigo. Penas de cárcel superiores a los diez años sufren otros periodistas y escritores saudíes por defender la democracia y los derechos humanos o por denunciar la corrupción. Turquía ha denunciado recientemente a 70 periodistas por investigar la corrupción en el entorno del presidente Erdogan. Rusia ha matado a 56 desde 1992. El asesinato de la reportera Anna Politkóvskaya, acribillada en el ascensor de su casa por escribir la historia de la represión rusa en Chechenia, sigue sin aclararse ocho años después. Tampoco se ha encontrado todavía al asesino del dibujante palestino Naji al Ali, tal vez el primer
Charlie, asesinado en Londres en julio de 1987. Muy crítico con los políticos árabes, incluido Yasir Arafat, se había exiliado, primero en Kuwait y después en la capital británica, donde siguió trabajando para el diario Al Qabas. El protagonista de sus viñetas es un niño pobre de un campo de refugiados, dibujado siempre de espaldas, testigo mudo del absurdo, la injusticia y la violencia. Se llama Handala, tiene diez años y todavía es el símbolo de la identidad y la resistencia palestinas.
La religión y la intransigencia persiguieron durante años al escritor Salman Rushdie, otro Charlie de primera hora, amenazado de muerte por el ayatolá Jomeini
Otro símbolo de resistencia es el dibujante sirio Ali Ferzat, tal vez el más destacado de Oriente Medio, hoy exiliado en Kuwait. Partidarios del rais Bashar el Asad le partieron la cara y le rompieron las dos manos hace tres años en una calle de Damasco, al poco de estallar la tragedia que parece no tener fin. "Si no estoy dispuesto a correr riesgos no puedo considerarme un artista", dijo después, cuando recibió el premio Sajarov y la revista Time lo incluyó entre las cien personas más influyentes del mundo. Doaa el Adl, caricaturista egipcia, arriesgó lo suyo durante el régimen de los Hermanos Musulmanes. Sus viñetas políticas le causaron muchos problemas, como cuando dibujó la barba larguísima de un integrista tapando la boca de una mujer. "La voz de la mujer es una revolución", escribió sobre la ilustración. Sus dibujos aún aparecen en Al Masry al Youm, uno de los principales diarios independientes de Egipto. La religión y la intransigencia persiguieron durante años al escritor Salman Rushdie, otro Charlie de primera hora, amenazado de muerte por el ayatolá Jomeini. Una fetua animaba a todos los musulmanes a darle caza. Había ofendido al profeta en su novela Los versos satánicos, publicada en 1988”.
No se queda ahí la cosa, honorable. Ejercer la libertad de expresión es algo más que temer a los iluminados religiosos. Cada día, cientos de periodistas arriesgan sus vidas por informar de lo que no interesa al poder. En Méjico, en Rusia, en Venezuela, en Irán… informar de según qué, te puede costar la vida. La Comisión nacional de derechos humanos de Méjico, da cuenta de 102 periodistas asesinados en los últimos catorce años, de los cuales 89 siguen impunes. Aquí la yihad no tiene turbante, son políticos corruptos y cárteles de la droga. Ayer mismo, el fiscal federal argentino Alberto Nisman apareció con un tiro en la nuca horas antes de la cita ante una comisión parlamentaria donde relataría la acusación contra la presidenta peronista Kirchner de haber propiciado la impunidad de los responsables iraníes del atentado contra la colectividad judía AMIA en 1994.
Y si quiere no alejarse tanto, aquí mismo, en la comunidad hermana de el País Vasco, cuando ETA mataba con la fe del nacionalismo, Fernando Savater, encabezaba manifestaciones en San Sebastián a pecho descubierto. ¿Quién lo hacía entonces? ¿Quién se enfrentaba a los pistoleros de Herri Batasuna sin retroceder un palmo? Se jugaba la vida porque la vida era eso precisamente, defender la libertad.
Un poco de honestidad, Sr. Presidente. Cuando asista a un nuevo acto de solidaridad por las víctimas de un atentado, por favor, no saque “lo suyo”, aunque sólo sea para evitar que al resto de españoles nos confundan con los buitres.