En un mundo globalizado, cambiante y competitivo, en una Europa en profunda crisis política y económica, en una España azotada por el paro y la corrupción no es extraño que los ciudadanos, desorientados, se dejen deslumbrar por ideologías caducas y reaccionarias: el populismo independentista y el comunismo apenas travestido. Ello es posible por el conservadurismo de PP y PSOE y por la escasa fuerza del reformismo.

El nacionalismo y el populismo pseudoizquierdista de Podemos coinciden en su carácter profundamente reaccionario

El nacionalismo y el populismo pseudoizquierdista de Podemos coinciden en su carácter profundamente reaccionario. Frente a los problemas del presente abogan por soluciones del pasado.

El programa de Podemos propugna la nacionalización de sectores estratégicos, nada menos que sanidad, energia, alimentación, transporte, farmacéutico y educativo, además de la creación de una Banca pública. Estas políticas ya han demostrado en el pasado y en la actualidad que sólo sirven para multiplicar la casta política -Cuba, Venezuela, Ex Urss-, restringir las libertades, e igualar a la sociedad haciendo a todos los ciudadanos, menos a los políticos, más pobres y menos libres. Una anécdota significativo de lo reaccionario del programa –es decir de buscar soluciones en el pasado- es que se habla de “ letras “ (página 16) cuando se trata el tema de los créditos hipotecarios. Seguro que muchos de los lectores no saben ni lo que son. El programa incluye otras medidas que pretenden una vuelta al pasado como las restricciones al libre comercio o medidas imposibles de cumplir por su coste. El programa puede resumirse en un aumento del gasto público hasta el infinito, paralelo a una drástica disminución de ingresos por caída de la riqueza. En definitiva populismo estatalista que, caso de triunfar, implicaría o el incumplimiento absoluto del programa y su reconversión socialdemócrata o, más probablemente, una deriva autoritaria y represiva. No hay nada más reaccionario e imposible de cumplir que prometer volver al empleo vitalicio en un mundo tan cambiante como el actual en que las empresas están sujetas a una vida mucho más breve y agitada.

No hay nada más reaccionario e imposible de cumplir que prometer volver al empleo vitalicio en un mundo tan cambiante como el actual

Algo parecido ocurre con el nacionalismo, ya sea el catalán de Mas-Junqueras o el francés de Le Pen. Volver a estados nacionales – viejos o nuevos- es acabar con la UE. Y a eso abocan tanto la destrucción de los actuales estados, como su reforzamiento frente a Europa. Aislarse frente a la globalización es no poder responder a los retos del futuro. Las consecuencias prácticas de la independencia de Cataluña serían las mismas que en el caso anterior: aumento exponencial del gasto público, disminución de ingresos y riesgos evidentes de deriva autoritaria y populista para mantener el poder.

En el mundo actual toda propuesta política que implique, implicita o explícitamente, debilitar la UE es per se reaccionaria. Europa lucha por evitar su decadencia económica y política. Hacer saltar por los aires la unión solo haría que acelerar el proceso y hacerlo irreversible.

Pero calificar de populistas, demagógicas y reaccionarias esta propuestas no impiden señalar que su aparición y crecimiento está ligada a la incapacidad de PP y PSOE, también de sus parientes europeos, de dar respuestas a los muchos problemas que tenemos. El conservadurismo y el tacticismo de ambas formaciones en muchas cuestiones -desde la ley electoral, a las medidas antidesahucios, desde las medidas anticorrupción a la lucha contra los privilegios fiscales de las multinacionales- han sido el detonante de la actual situación. Frente a la resignación y el mantenimiento del status-quo, con apenas reformas de calado, que se nos quiere imponer por los que nos gobiernan o nos han gobernado, es lógico que la propuesta del paraíso en la tierra cause furor en amplias capas de la ciudadanía.

Volver a estados nacionales -viejos o nuevos- es acabar con la UE

En el caso español se da además la circunstancia que otras opciones que podrían haber capitalizado una oferta reformista y gradualista -UPYD o C´S- carecen, por diversas razones que escapan a este artículo, de la fuerza organizativa y de la capacidad de seducción de las propuestas reaccionarias.

Ante este panorama cabría esperar una reacción no meramente conservadora de populares y socialistas. Los populares no deberían fiarlo todo a la recuperación económica y a la debilidad del socialismo. Los socialistas no deberían caer en la tentación de competir con Podemos con un discurso parecido pero más light. Existe un amplio campo de propuestas reformistas dirigidas a afrontar de verdad los retos del futuro sin caer en propuestas reaccionarias. Desde una nueva ley electoral, hasta la defensa de los consumidores frente a las grandes corporaciones, desde priorizar el empleo, el propio de nuestros tiempos no el del siglo pasado, hasta garantizar una mayor equidad fiscal-. Desde hacer una España más inclusiva de sus diferencias hasta una Cataluña más abierta, que mire al mundo y no su propio ombligo. Desde luchar contra la corrupción hasta tener la máxima sensibilidad a favor de los descolgados del sistema.

Pero todo ello desde la convicción que nuestros problemas no son muy diferentes de los que tienen muchos países europeos y que estamos mejor situados que otros para superarlos. Como dicen Benito Arruñada y Victor Lapuente en un magnífico articulo publicado en El País: "En 2014, como en 1914, han proliferado los diagnósticos tremendistas, las ensoñaciones colectivas y la polarización. Esta tríada es atractiva mediáticamente, pero es nociva para la convivencia y el progreso. Debemos abandonar los discursos maniqueos y victimistas, pues fomentan la irresponsabilidad. Y vencer la tentación del verso candente y el idealismo, para prestar más atención a la prosaica tarea de comparar y construir realidades".

Y en esa tarea la responsabilidad de los intelectuales y los medios de comunicación, junto a la de los políticos, es de lo más relevante.