Estas son los términos que utilizó Mas, el President de los independentistas catalanes, para transmitir su decepción ante la negativa de Junqueras a secundar su propósito de acudir a las próximas elecciones autonómicas con una lista única donde se integrarían todas las rutilantes estrellas del planetario independentista. Ahora tiene nuevas razones para estar atónito y estupefacto tras conocer el auto del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) en el que se declara competente “para conocer de los hechos a los que se refiere la presente querella formulada por el Ministerio Fiscal”, contra él y otros miembros de su gobierno “por el delito de desobediencia a resoluciones judiciales cometido por Autoridad pública”, y se “acuerda la incoación de diligencias previas para la investigación de los hechos”. Magnífica noticia para quienes siempre creímos que el nada honorable President y sus consejeros habían incurrido en varios delitos a cuentas de la organización de la consulta participativa, expresamente prohibida por el Tribunal Constitucional, que se celebró el 9 de noviembre de 2014 en Cataluña.
Magnífica noticia para quienes siempre creímos que el nada honorable President y sus consejeros habían incurrido en varios delitos a cuentas de la organización de la consulta participativa
Junqueras sabe que Mas, tras gobernar dos años con el apoyo del PP, quemó sus barcos cuando convocó elecciones anticipadas en noviembre de 2012 con la esperanza de ponerse al frente del movimiento independentista, y él y su partido, CDC, cosecharon un rotundo fracaso, quedando a merced de sus principales enemigos, Junqueras y ERC. La ya delicada situación política y judicial de CDC –con la sede embargada y Osàcar, secretario personal de Mas (2000-2005) tesorero del partido (2005-2011), imputado por la financiación irregular del partido y su fundación– se agravó todavía más cuando a comienzos del verano el nada honorable (NH) Pujol i Soley, fundador del partido y padre político de Mas, reveló que había mantenido oculta una considerable fortuna (de cuantía todavía por determinar) en Andorra durante 34 años. La consulta del 9N, con la que se puso punto y final a los fastos y celebraciones a cuenta del erario público para celebrar el tricentenario del final de la Guerra de Sucesión, constituyó un magnífico despliegue de fuegos artificiales con los que este político errático –hace una decena de años, siendo ya hombre crecidito y primer consejero del gobierno de Pujol, el hoy acérrimo independentista manifestó que la independencia era un concepto anticuado y algo oxidado–, intentó amedrentar al Gobierno de España para obligarle a sentarse a negociar un imposible, la independencia de Cataluña, y, al mismo tiempo, aturdir y paralizar a Junqueras y a ERC para imponerles su lista ‘única’, y ocultar así la debilidad y vergüenzas de su propio partido.
No ha logrado su primer objetivo ni de momento el segundo. El TSJC va a investigar la presunta conducta delictiva –desobediencia a resoluciones judiciales, prevaricación y malversación de caudales públicos– de Mas, como cabía esperar en un Estado de derecho, y lo deseable ahora es que el proceso de instrucción sea rápido porque el asunto a investigar es meridianamente claro y Mas ya manifestó ser el principal responsable de la consulta. En cuanto al segundo objetivo, Junqueras y ERC parecen haber aprendido algo del revolcón que les propició Mas a cuentas de la consulta y se resisten como gatos panza arriba a darle más oxígeno: reconocen al todavía President su derecho a insertar entre los militantes de Convergencia a ‘personalidades civiles’ con aspiraciones a ocupar un sillón ‘generaliticio’ –apuesta arriesgada si Mas perdiera las elecciones– pero exigen el mismo derecho para ERC o cualquier otro partido. Faltaría más.
Resulta difícil comprender por qué, como suele ocurrir con frecuencia en las peleas de colegio, el púgil más fuerte no se decide a asestar el golpe definitivo