Apenas una semana después del 9N sus consecuencias empiezan a ser visibles en la política catalana. Pasada la euforia de las primeras horas, los independentistas se enfrentan poco a poco a la dura realidad de sus propias cifras. Y, de momento, tenemos varias consecuencias:
Nuestro problema no es lo que no se hizo el día nueve, evitar la pseudo votación, sino lo que se dejó de hacer durante 35 años
1. El soberanismo ya no puede repetir que la independencia es un clamor de todo el pueblo catalán. El propio Mas ya ha dicho que hay que conseguir convertir a la causa independentista a los entorno 400.000 ciudadanos que se inclinaron por el SI-NO de acuerdo con las cifras de los convocantes. Pero ni así pasarían de un tercio del electorado potencial. No es de extrañar que Mas hable de seguir creando estructuras de estado y esperar a tiempos mejores. En una finta digna del mejor extremo Homs han pasado de reírse del Estado de derecho a ser enérgico defensor del mismo.
2. Junqueras también adopta el mismo discurso de fondo. La DUI ya no es inminente. El mismo discurso que Mas adornado con alguna palabra más rimbombante: proceso constituyente de la República catalana.
3. Mas ha recuperado aire frente a Junqueras pero continua lejos de ni tan siquiera alcanzar sus malos resultados de 2012. Según la última encuesta, un práctico empate técnico con ERC: El enfrentamiento entre ambos ha pasado de ser latente a condicionar los próximos pasos del soberanismo.
4. La ANC también se da cuenta de que la fruta no esta madura. De momento, mantiene un tono muy bajo a la espera de acontecimientos. Veremos como resiste internamente la confrontación Mas - Junqueras.
Y por primera vez en mucho tiempo la prensa catalana dedica más espacio a otros temas en sus ediciones de ayer. ¿Alguien duda de que algo ha cambiado y no precisamente en favor del independentismo?
Es verdad que Rajoy ha transigido. Muchos señalan que el Estado de derecho ha dejado de existir en Cataluña. Aunque esto sea cierto, ya pasaba hace tiempo. De lo contrario, las sentencias de los Tribunales se cumplirían en Cataluña y eso hace años que no pasa. Ahora por lo menos se ha frenado la euforia independentista al ver su imagen reflejada en el espejo. Y no les ha gustado. Ya dije aquello de la melancolía que genera el esfuerzo inútil, lo que no significa, ni mucho menos, que el problema se haya acabado, ni que los no independentistas hayamos ganado.
El día diez defendí la postura de Rajoy el día 9. Me ratifico en lo dicho. No porque fuera la mejor decisión sino porque era la menos mala. Nuestro problema no es lo que no se hizo el día nueve, evitar la pseudo votación, sino lo que se dejó de hacer durante 35 años.
Empezar a poner las bases para revertir la hegemonía nacionalista en la vida económica y social
Rajoy ha anunciado que vendrá a Cataluña el día 29. Supongo que a tranquilizar a los suyos que son los más reacios a su "prudencia" del día 9 y los más desmoralizados. Pero lo importante no es lo que haga el sábado o cualquier día posterior. Lo importante es que él, su partido y los demás partidos constitucionalistas entiendan lo que hay que hacer a partir de ahora. Y la actitud no es ahora buscar la confrontación ni el ajuste inmediato de cuentas como le piden los que hablan de la "muerte" del Estado de derecho. Lo que deben hacer es empezar a trabajar a medio y largo plazo. Empezar a poner las bases para revertir la hegemonía nacionalista en la vida económica y social. Por ejemplo, no deja de ser llamativo que, en contra de los intereses de sus accionistas, casi todas las grandes empresas españolas con sede en Barcelona -incluidas las catalanas con accionistas de todas partes y el negocio principal fuera de Cataluña- estén plagadas de nacionalistas en sus puestos de dirección. El enfrentamiento en la Fiscalía, de ser cierto, sería muy indicativo de a quien creen que se deben los altos cargos de todo tipo de instituciones y empresas. Por ejemplo, ayudar al tejido asociativo para que no dependa exclusivamente del dinero que les insufla la Generalidad y que les hace estar en sus manos. O algo tan evidente como hacer que se cumplan las sentencias. Cosas que haría cualquier gobierno "normal" pero que, en Cataluña, los diferentes gobiernos españoles han dejado de hacer hace muchos años.
Rajoy debería afrontar de forma radical las reformas que la ciudadanía demanda antes que el panorama político consista en un enfrentamiento entre el Podemos de izquierdas y el de derechas -que parece que esta a punto de concretarse-. En esta reforma del estado deben incluirse las mejoras territoriales que sean precisas, no para un imposible; contentar a los nacionalistas, sino para que funcione mejor en beneficio de todos los ciudadanos. Y para ello debe hacer todo lo necesario. Pero no colaborar en la estrategia nacionalistas de crear más estructuras de estado, especialmente una Hacienda propia. Tampoco aceptar que muchos niños catalanas sean prácticamente analfabetos en su lengua materna y en la oficial del estado.
El error del nacionalismo, otrora moderado, es que ha sacado la careta antes de tiempo. Alguien debería tomar nota y no facilitarle la tarea en un futuro
El error del nacionalismo, otrora moderado, es que ha sacado la careta antes de tiempo. Alguien debería tomar nota y no facilitarle la tarea en un futuro. Creer en su lealtad y buena fe ya no sería un error político, sería colaboración necesaria en sus objetivos. Ello no implica que no haya muchas cosas por hacer. Por ejemplo, una ley de lenguas que oficialice el catalán, euskera y gallego en el conjunto del estado y que incorpore la sentencia del TC sobre la inmersión lingüística y las sentencias del Tribunal Supremo. O descentralizar las instituciones del estado en todo el territorio español y en especial a Barcelona oficializando el rango de co-capital. O convertir el Senado en una cámara territorial de verdad; o mejorar el sistema de distribución de competencias para evitar conflictos permanentes, duplicidades etc.
Los catalanes no nacionalistas somos las principales víctimas de lo que ha pasado en Cataluña desde el 1980. Y debemos exigir que se nos considere ciudadanos con plenos derechos, tanto por los que gobiernan en Madrid como en Barcelona. Pero, permítanme que lo reitere, la principal responsabilidad es nuestra. Debemos alzar la voz y presionar a los partidos porque si no somos capaces de articular una alternativa política a los partidos nacionalistas, nos espera un futuro muy negro. El nacionalismo hace sus deberes. Los demás catalanes no los hemos hecho. A articular esta alternativa deberíamos dedicar nuestros principales esfuerzos.