Compatriotas y amigos, prestadme oídos:

Vengo a defender una vieja, noble y dura Patria que, junto con su hermana Portugal, ha extendido nuestra cultura occidental y grecorromana por todos los paralelos, en parangón tan sólo con otras tres grandes culturas, el Imperio del Centro, la Madre Rusia, heredera de Bizancio y Britania, también ésta como Hispania, heredera de Roma. Los reinos ibéricos dieron por primera vez en la historia la vuelta al mundo. Desde el inicio de la mal llamada reconquista, los diferentes reinos hispánicos vertieron la sangre de sus pueblos conjuntamente en defensa de una idea e interés común. Los reyes medievales se sabían reyes de las Españas, incluyendo a moriscos y judíos -cada una de ellas diferente de las demás- pero cada una de ellas, una España al fin y al cabo.

Los catalanes hemos vertido nuestra sangre con el resto de los españoles en todos los mares oceános del mundo y por todos y cada uno de los continentes

Los catalanes, junto con los aragoneses, castellanos, astures, leoneses y gallegos, parimos lo que es la España moderna a través de alianzas matrimoniales, a las que se unió luego Navarra, por tratados y pactos. Euskadi ya formaba parte de Castilla. Los catalanes hemos vertido nuestra sangre con el resto de los españoles en todos los mares oceános del mundo y por todos y cada uno de los continentes. Se han empapado de ella los campos de batalla de Italia, el Canal Británico, Francia, Alemania, los Países Bajos, todas las Américas, Extremo Oriente, desde los confines glaciares de Argentina y Chile hasta las cumbres de los Alpes, de los Andes y los Pirineos, en los desiertos del Sahara y en el norte y centro de África y en nuestro propio suelo, por desgracia, demasiadas veces.

Una paradoja de la historia es que si la iniciativa, durante la guerra del 'Pagesos de Remensa' en 1641, de Pau Claris de unir Cataluña a la Francia de Luis XIII hubiera tenido éxito, la cultura catalana, tal como hoy la entendemos, hubiera desaparecido, tal como han hecho las culturas occitana, bretona, borgoñona y aquitana en el vecino país. La Guerra de Sucesión, que no de Secesión, fue otra de ellas -guerra civil internacionalizada- que significó, a fin de cuentas, no sólo un cambio de dinastía, sino, y lo más importante, un cambio en la concepción del Imperio, que dejó de ser, si puede decirse "confederal", convirtiéndose en un Estado más o menos unitario al estilo francés. Cayeron aduanas interiores, se permitió el libre acceso de cualquier ciudadano de cualquier origen a todos los rincones del imperio -entonces enorme- y se instauró por primera vez la libertad de comercio con América (Carlos III), adaptándose la nueva bandera, calcada del estandarte de combate de las flotas catalano-aragonesas, y la economía floreció a impulso de la Ilustración y las Sociedades de Amigos del País, en toda España pero sobre todo en Cataluña.

Desde la Guerra de la Independencia, la historia de España se confunde con la tenaz búsqueda de la democracia pero ambas han sido muy difíciles. A partir de la Ilustración de finales del siglo XVIII, la incapacidad de nuestras élites de atraer a las colonias para la construcción de un futuro común, la pérdida de las principales gracias al levantamiento de sus propias burguesías ilustradas coetánea a ésta pérdida, con la atroz Guerra de la Independencia, que fue además, una guerra civil, pasando por la Constitución de Cádiz, la subsiguiente represión absolutista, la revolución liberal, las terribles guerras carlistas, la primera guerra de Marruecos, la restauración de la monarquía con cambio dinástico de Prim, su asesinato, la Primera y fugaz República, primer intento de la burguesía catalana, cantonalismos, hombres fuertes, pronunciamientos, dictaduras, pérdida a medias del tren de la industrialización, la segunda Restauración, la Guerra con los Estados Unidos, desgajamiento de Filipinas, Cuba, Puerto Rico, las Carolinas y las Marianas... (Sin embargo, la protección arancelaria de la industria nacional, asegurada por los sucesivos gobiernos españoles, permitió el desarrollo de las industrias vasca y catalana al abrigo de la competencia del Reino Unido, Alemania y Francia, asegurando a esos industriales un mercado casi oligopolista).

No existen referentes de salto más rápido -en términos económicos- del tercer mundo al primer mundo como el protagonizado por España en los últimos 50 años

Después de las sangrientas revoluciones agrarias y anarquistas andaluzas, la semana trágica de Barcelona y la sublevación minera de Asturias, todo ello amenizado con la segunda Guerra de Marruecos, el desastre de Anual, la proclamación de la bien intencionada Segunda República y su desgraciado colapso, los episodios protagonizados por Macià en 1931 y Companys y Dencas en 1934 con evidente desprecio a la legalidad republicana, nos llega finalmente la némesis con la Guerra Incivil como punto y final de la degradación hispana; cientos de miles de muertos, todos contra todos, el cuchillo en la garganta, las checas, los paseos, las venganzas, el exilio de muchos, las terribles represiones posteriores, la II Guerra Mundial, el hambre, los años de dictadura, la tímida recuperación económica, el plan de estabilización, los sucesivos planes de desarrollo, el turismo, la incipiente bonanza económica, la muerte del dictador y, por fin, la ahora maltratada transición, que reinstaura la Monarquía y desemboca en la Constitución de 1978 que el pueblo español se ha dado y que ha significado el período más largo de paz y prosperidad y estabilidad que España ha conocido, en toda su historia. No existen referentes de salto más rápido -en términos económicos- del tercer mundo al primer mundo como el protagonizado por España en los últimos 50 años. Entramos con todos los honores en la Unión Europea. Después de toda la historia anterior parece que ya nos tocaba.

Sin embargo, y justo ahora, una parte importante de los catalanes ya no quiere continuar siendo españoles. ¿Por qué? En principio, Cataluña goza del mayor autogobierno que existe en Europa, superior por ejemplo al de los länder alemanes, su lengua se ha recuperado muy rápidamente, decenas de emisoras radiofónicas y televisiones públicas y privadas emiten tan sólo en catalán, las universidades públicas y privadas son en catalán, así como la enseñanza primaria y secundaria, todo ello conseguido en función de un pacto de Estado -el Estatuto- basado y reconocido por la Constitución de 1978 y con totales competencias sobre la educación, dado que el legislador presumía la total lealtad hacia el Estado y sobre todo hacia la nación de ésta Comunidad, y, como por lo demás se presupone de todas las otras CCAA.

En otro orden de cosas, el nivel de renta per cápita de Cataluña continúa siendo el 120% de la media española y superior al 110% de la media europea, administrando, ya sea directamente, ya sea por transferencias del Estado, más del 92% de lo recaudado en Cataluña, siendo el pretendido "expolio fiscal" similar al que sufren Lombardía, Saboya, Baviera, el norte de Francia, el sur de Inglaterra, las propias Baleares, Madrid, y en general las regiones ricas europeas con respecto a la media de sus propias naciones: simple redistribución socialdemócrata de riqueza, comparable con la ingente aportación económica de la Europa rica del norte hacia la Europa pobre del sur.

Aparecen a ojos del observador imparcial dos contendientes: los políticos separadores y los políticos separatistas; ambas posturas tienen su origen en el miedo

¿Qué ha sucedido, pues? La razón fundamental de la aparición del catalanismo fue un intento inteligente y bienintencionado de regeneración de España. Se inició, como se ha dicho, con la fracasada Primera República. A fin de cuentas suponía la substitución de los principios sostenidos -cuasi feudales- por los propietarios agrarios, sobre todo latifundistas, vigentes e impuestos sobre todo desde Castilla y por derecho de conquista en Extremadura y Andalucía, substitución, digo, por los principios de la burguesía industrial ya consolidada en Cataluña y Euskadi e incipiente en Valencia, el propio Madrid y el norte de España, a imitación de lo sucedido, tiempo atrás, primero en el Reino Unido, luego en Francia, Holanda, el norte de Italia y Alemania. Este intento fue quebrado primero por la terrible inestabilidad política, con las guerras carlistas, se intentó de nuevo con la Restauración con el vaivén de Cánovas, Sagasta y viceversa y luego abortado conscientemente por la dictadura de Primo de Rivera, uno de los últimos representantes, de la clase social agraria, ganadera y latifundista a la que nos referíamos.

La dictadura de Franco se consideró desde Cataluña como la enésima agresión del Estado contra sus esencias, a pesar de ello, o quizás gracias a ello, Cataluña continuó bien viva. No olvidemos que gran cantidad de catalanes lucharon y vencieron en el bando llamado nacional. Importantes personalidades catalanas dirigieron la política económica del régimen logrando muy buenos éxitos económicos y alcanzando cotas de bienestar impensables pocos años atrás.

La incapacidad del Estado, sea cual sea su forma, para considerar como propias la cultura catalana y por ende el resto de las culturas llamadas "periféricas" en contraposición a la dominante, la castellano-andaluza, se hizo también patente durante la Segunda República. Es sintomático, sin embargo, que los pronunciamientos de Companys en 1934, y el actual de Mas en 2014 coinciden con gobiernos de derecha o centro-derecha en España, y, precisamente, en situación democrática. La reinstauración de la autonomía de Cataluña, gracias a Tarradellas y a Suárez, queda desdibujada, a ojos de algunos catalanes por el "café para todos" del propio Suárez.

Aparecen pues, a ojos del observador imparcial, dos contendientes: los políticos separadores y los políticos separatistas, que precisamente son a los que se refiere el título de este trabajo. Ambas posturas tienen su origen en el miedo. Se corresponden casi exactamente. Los primeros no comprenden que su España no es una, sino varias, y que en ello reside precisamente su grandeza, desprecian cuanto ignoran y lo hacen, olímpicamente, con las otras Españas a las que no comprenden. Residen en su mayoría allende del Ebro y se suelen definir como los verdaderos y quizá únicos españoles "de verdad".

La mirada del español sobre su propio país es pesimista, triste, todo ello a pesar de sus éxitos palpables y recientes

Los segundos defienden su proyecto de cortos vuelos por su presunta o aparente incapacidad de influir efectivamente en el rumbo de la nación, quizás por su falta real de implicación en ella, a la inversa de lo que desde el inicio del catalanismo fue su ambición principal y la justificación verdadera del movimiento de Prat de la Riba y de Cambó, quienes representan el seny al contrario de Maciá y Companys que representan a la rauxa, en la que por desgracia, estamos actualmente inmersos. Quizás también, en busca de cierta impunidad para el futuro o de un mejor reparto del pastel fiscal. Por desgracia para nuestras Españas los dos grupos políticos han abdicado de su función esencial que es, sin duda, asegurar la concordia y la paz entre los ciudadanos y sus territorios, exactamente lo contrario de los que están ahora haciendo, pues no cesan de sembrar odio, discordia y búsqueda de la diferencia para llegar a la desunión. Qui prodest?

Pero en conjunto, los seguidores de estos políticos, los separadores y los separatistas, no superan los ocho millones de personas en todo el país, pero aquí vivimos más de 48 millones de personas, lo que significa que somos más de 40 millones los que estamos cómodos y bien los unos con los otros, disfrutando de nuestras diferencias, nuestros acentos, nuestros paisajes, nuestro vino, nuestro cocido, nuestra tortilla de patatas, nuestra butifarra con pan con tomate y todo lo demás. Parece mentira que tenga que escribir esta obviedad. A pesar de todo, estos ocho millones -más o menos de personas- seguirán viviendo entre nosotros y son y serán nuestros compatriotas y compañeros de viaje en este trocito de mundo donde nos ha tocado vivir. Debemos pues esforzarnos para que también se sientan cómodos. Este punto es esencial.

La entrada de España en la Unión Europea cambia súbitamente el tablero de juego; accedemos a un club en el que suspirábamos por entrar desde hacía decenas de años pero no cesan por ello las luchas intestinas y nuestra influencia en los destinos de Europa no se corresponde en absoluto con nuestra historia e influencia en el mundo. Sin embargo, para un observador extranjero e imparcial, vivimos en un lugar bendecido de la mano de Dios, tanto por el clima, nuestros pueblos, la riqueza de nuestros campos, la afabilidad de nuestras gentes, el arte creado, desde el románico al gótico, pasando por el mudéjar, Herrera, Gaudí, el modernismo; nuestras escuelas de pintura: Velázquez, Goya, Picasso, Miró, Dalí; literatura: Llull, Gracián, Quevedo, Cervantes, Universidades en el Nuevo Mundo, las primeras por cierto, 150 años antes que las británicas. Sólo Italia y quizá Francia osan compararse con España en estos temas.

Existen soluciones a este contencioso relativamente fáciles y claras; el exacto cumplimiento de la Constitución es una de ellas

A pesar de esto, la mirada del español sobre su propio país es pesimista, triste, todo ello a pesar de sus éxitos palpables y recientes. Creo sinceramente que existe un serio componente masoquista, hablando en términos psicológicos, en el alma hispana. Se existe en contraposición al otro, una de las pruebas, quizá cómica o no tanto, es la supresión de las corridas de toros en Catalunya, pero con el mantenimiento de los corre bous.

Por desgracia, en España el ansia de destrucción se corresponde con la falta de construcción. Olvidamos las conquistas más recientes, que ni las mayores potencias mundiales tienen; una salida pacífica y exitosa de una dictadura de casi cuarenta años, una sanidad pública al alcance de todos, incluso los emigrantes más desfavorecidos, con investigadores con medios escasos pero con intuición, dedicación, inteligencia y éxitos fuera de toda duda; una población solidaria, primera donante mundial de órganos, sin precio, unos equipos de trabajo que realizan obras públicas de primera línea en todos los puntos del globo, enormes empresas multinacionales que se miden de tú a tú con americanos, franceses, británicos, italianos, alemanes, japoneses y chinos en todos los mercados. Los mayores exportadores de frutas, hortalizas y verduras. El tercer país receptor de turistas. Preguntémonos por qué vienen y obtendremos ciertas y agradables respuestas.

Existen soluciones a este contencioso relativamente fáciles y claras; el exacto cumplimiento de la Constitución es una de ellas: el actual Senado, inoperante, reserva de (con todos los respetos) políticos en retiro, debe convertirse en una auténtica cámara territorial, donde en buena lid se diriman las diferencias entre las políticas de las CCAA, y cuya sede debería estar en Barcelona. En lo que se refiere a las balanzas fiscales debe instaurarse el principio de ordinalidad; no es de recibo que por razón de su contribución solidaria una Comunidad decaiga en su rango de renta per cápita. La creación de un verdadero Tribunal de Cuentas para transferencias fiscales para fiscalizar el fin real del esfuerzo solidario de las regiones ricas hacia las más desfavorecidas crearía transparencia y fiabilidad y facilitaría el cálculo del coste de oportunidad, evitando los abusos que todos conocemos. La modificación del reglamento interno del Congreso de los Diputados, para permitirles expresarse en su lengua materna, debería ser un tema baladí y natural, así como natural debería ser la defensa de las otras lenguas del Estado en los foros como la Unión Europea. El inexcusable y obligado cumplimiento de las sentencias de los tribunales de justicia en todas la CCAA es imperativo. La real y estricta separación del poder judicial del poder ejecutivo y del legislativo debe ser percibida verdaderamente y sentida por el pueblo español. La reinstauración inmediata del recurso previo de inconstitucionalidad -origen de los graves problemas con el nuevo Estatuto de 2006- es una prioridad innegable. Estos son algunos de los deberes pendientes del Estado.

Partidos políticos instalados en el poder llamando a la desobediencia civil es un contrasentido evidente y que puede volverse contra el que la predica fácilmente

Es interesante comprobar cómo superponiendo el mapa de las comarcas catalanas consideradas en el siglo XIX carlistas, con el mapa de las comarcas actuales con mayoría separatista o soberanista, coinciden casi a la perfección. ¿Qué interpretaciones nos sugiere este hecho geográfico? Parménides decía que "la guerra es el arte de destruir a los hombres, la política es el arte de engañarlos". Las poblaciones del centro de Cataluña, desapegadas actualmente y gran proporción de las Españas, no sólo están influidas por una propaganda desde el poder regional a todos los niveles; televisiones públicas, medios privados subvencionados con los impuestos de todos, escuelas dirigidas a un fin concreto, sino que, además, tienen realmente el temor de perder su propia e inalienable personalidad profundamente catalana en un mundo cada vez más global e interrelacionado. La emigración foránea no española tiene mucho que ver con este tema, pero también la sensación generalizada que, sea cual sea la forma del Estado español, éste no cuida ni ama a la esencia catalana, que forma parte de España tanto como la castellana o aragonesa, como debiera.

Todos los gobiernos catalanes han subrayado esta sensación y no precisamente para paliarla, sino todo lo contrario, faltando de una manera flagrante a su deber de lealtad hacia el Estado, del cual son precisamente sus máximos representantes en Cataluña. La Generalitat, por respeto hacia sí misma y hacia su propia autoridad debe cumplir y hacer cumplir las sentencias firmes emanadas de las instancias jurisdiccionales competentes, pues en ello le va su propia autoridad moral y legal en hacer cumplir sus propias disposiciones y las emanadas por el Parlament de Catalunya. Partidos políticos instalados en el poder llamando a la desobediencia civil es un contrasentido evidente y que puede volverse contra el que la predica fácilmente.

Es totalmente inaceptable para gobiernos que se consideran a sí mismos demócratas que pongan, como ocurre actualmente, todo su poder mediático propio y privado adquirido por subvenciones bien meditadas, su poder económico, su poder político coercitivo al servicio de la causa secesionista cuando saben que, al menos, según las encuestas más recientes, un 45% de la población catalana se considera tan catalana como española y otro 5% tan sólo española. Extraña democracia. También son inaceptables los "voluntarios" de la ANC que a la manera de los piquetes informativos de las huelgas -conocidos por todos- informarán "amablemente" casa por casa a sus conciudadanos de las ¿ventajas? de la independencia de Cataluña, evidentemente, no de los inconvenientes, que de haberlos, haylos. ¿No les recuerda a ustedes algo? Se llama discurso único.

Las poblaciones costeras de Cataluña o las colindantes con Aragón y Valencia, por tradición y facilidad de comunicaciones, han sido mucho más permeables a las influencias exteriores y al comercio exterior y en este sentido, son más mestizas, y su catalanismo es, a mi entender, más global y aperturista en el sentido actual de término y por tanto el independentismo puro y duro tiene mucho menor predicamento. Otros sectores de la sociedad, empresarios y profesionales, que suelen tener mayor y mejor base informativa, son también conscientes de los agravios antes referidos, pero no creen en general en las soluciones del todo o nada. Conocen quizá más a fondo los graves problemas de toda índole que acarrearía una secesión y prefieren un pacto a una ruptura.

Creemos desde Sociedad Civil Catalana que se debe colectivamente aprovechar esta grave crisis para arreglar nuestra gran casa común. Comparados los actuales acontecimientos con alguno de los antes descritos, pierden éstos en gran parte su importancia. Estamos a principios de siglo XXI, formamos parte de la Unión Europea, somos una población altamente preparada, tenemos un nivel y calidad de vida de los primeros del mundo, hemos dejado atrás los viejos fantasmas de nuestra historia reciente. No resucitemos a ninguno de ellos jamás.