“Siempre es peor al día siguiente”. Decía Séneca. ¿Y ahora qué? Pues nada. La vida sigue igual.
Fíjense hasta qué punto es efectivo el relato, que el mismísimo Pujol puede acercarse impunemente a uno de esos colegios secuestrados por el nacionalismo, entre fotos, halagos y besos
Recuerdo la primera vez que fui a votar –no hace mucho por cierto- nervioso, con respeto, como si de un sacramento civil se tratase. Y es que los que hemos nacido en democracia tenemos la responsabilidad de valorar a aquellos que se dejaron la vida por convertir en normal un gesto que, hasta no hace mucho tiempo, estaba prohibido en nuestro país. Imagino que a todos a aquellos que pelearon en bandos y a los que se los quitaron de en medio con un tiro en la nuca, no les gustaría un pelo ver semejantes sacrilegios. Ese ha sido precisamente el triunfo del nacionalismo, servirse de los instrumentos aparentemente democráticos para golpear los pilares de la democracia y reducir a urnas de cartón y papeletas autoimpresas la ceremonia civil más sagrada que los ciudadanos tenemos el honor de celebrar.
Y fíjense hasta qué punto es efectivo el relato, que el mismísimo Pujol puede acercarse impunemente a uno de esos colegios secuestrados por el nacionalismo, entre fotos, halagos y besos. Ni en los sueños más dulces de Lewis Carrol aparecía un ‘País de las Maravillas’ como la Cataluña convergente, donde los corruptos confesos gozan de impunidad moral, y en cambio, los que defendemos la democracia y la convivencia tienen que ir escoltados.
“Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana". Ironizaba el escritor Eduardo Galeano. Una ventana a la que Rajoy no se ha atrevido a asomarse. Porque los que han pactado siempre con los nacionalistas para asegurarse sus mayorías en el Congreso, no son de fiar y por mucho que jueguen a la suspensión descafeinada, al final, han vuelto a dejar desamparados a los miles de catalanes constitucionalistas que cometemos la locura diaria de decir que también somos españoles. Mientras tanto, los socialistas que son capaces de votar a favor de una ley de consultas y de cambiar su discurso en función de la orilla del Ebro en la que se encuentren, aguardan hoy ansiosos para volver a ofrecerles la muleta y convertirse de nuevo en el ‘caballo de Troya 2.0’ del nacionalismo.
Cataluña necesita un gobierno que gobierne para todos
Se habló demasiado del 9N y se invirtieron muchos esfuerzos, los mismos que no se dedicaron a los problemas que de verdad nos quitan el sueño tanto a los independentistas, como a los que no lo somos. Pero yo ya estoy cansado de tabúes, de cambiar de tema en las cenas con amigos y de las etiquetas. Cataluña necesita un gobierno que gobierne para todos. Los nuevos partidos tenemos esa responsabilidad, no sólo de hacerlo, sino de conseguirlo de una manera creíble y sin engañar a la gente. Ese es el gran objetivo de nuestra generación, de esa misma hornada que aunque nos lo hemos encontrado todo hecho, no podemos permitir que se desmorone. “Cada generación tiene que descubrir su misión, cumplirla o traicionarla”. Decía Fanon. Verán, yo ya estoy harto de traidores, ahora nos toca a nosotros sustituirlos y cumplirla.