Cataluña no es un pueblo. Y menos todavía, un solo pueblo. Cataluña son muchos pueblos, mucha gente, de pensamiento, colores e intereses diferentes. De la misma manera que Euskadi no lo es y España tampoco.
Los dictadores son especialistas en venderse como intérpretes de las ansias de todo el pueblo que los obedece a la fuerza
Por eso se equivocan los que hablan o interpretan el sentir del "pueblo catalán". Es un error comprensible porque está enquistado en la tradición histórica, épica y poética no sólo de Cataluña sino de medio mundo. A muchos políticos y dirigentes se les llena la boca presentándose como portavoces del "pueblo". De aquí y de cualquier rincón del mundo. Los dictadores son especialistas en venderse como intérpretes de las ansias de todo el pueblo que los obedece a la fuerza.
Salvador Espriu simplificaba demasiado la realidad cuando terminaba su homenaje a Salvat-Papasseit "Inicio de cántico en el templo" escribiendo "ahora decid: nos mantendremos fieles por siempre jamás al servicio de este pueblo". Espriu dedicó este poema a Raimon, que le puso música y lo convirtió en un elemento de lucha antifranquista. Pero, incluso dentro de este supuesto pueblo había franquistas infiltrados. Y, claro, ni Espriu, ni Raimon, ni Salvat-Papasseit han querido servir a nunca este parte del pueblo catalán.
El clamor "el pueblo unido jamás será vencido" padece el mismo mal. Llamadme quisquilloso y tiquismiquis pero que un poema sirva para sumar ánimos contra la dictadura de Franco o que una frase junte la gente contraria a la opresión no da por buenas las generalizaciones peligrosas.
Cuando escucho a alguien que dice que habla en nombre del pueblo, frunzo el ceño. En la plaza de San Jaime, en Barcelona, a veces hay políticos que dicen que hablan en nombre del "pueblo catalán". Basta con recorrer los metros que la separan de La Rambla para darse cuenta de que en Barcelona (y en Cataluña) hay muchos pueblos mezclados. Y, precisamente, esta es la gracia.