Uno de los argumentos más repetidos por los partidarios de la consulta separatista es que esta es, no sé muy bien por qué extraños vericuetos, la solución a esa supuesta falta de encaje entre España y Cataluña. En esos términos se expresaba, por ejemplo, Dolors Camats (ICV) el viernes 19 de septiembre en sede parlamentaria: "La consulta es la solución y no el problema". Claro que estamos hablando de la misma persona que manifestó que el Consejo de Garantías Estatutarias era un organismo independiente y no estaba politizado. Y se quedó tan ancha.
Para empezar, yo no creo que haya una falta de encaje entre Cataluña y España sino que hay una serie de catalanes que o bien no se sienten a gusto con su condición de españoles o bien son incapaces de aceptar la mayoría absoluta de un partido que no les gusta. Curiosamente, son los mismos que se autoproclaman como la quintaesencia de la democracia y tachan de antidemócratas a los que no comulgan con sus postulados. El típico “dime de qué presumes y te diré de qué careces”, vaya. Ahí es cuando empiezan con la retahíla de la sentencia del Estatuto, ese gran agravio colectivo hacia el pueblo catalán, el mismo pueblo que vivió con total hastío e indiferencia todo aquel proceso de reforma que no había reclamado.
Hay una serie de catalanes que o bien no se sienten a gusto con su condición de españoles o bien son incapaces de aceptar la mayoría absoluta de un partido que no les gusta
Es evidente que en Cataluña triunfa, desde hace mucho tiempo, el pensamiento mágico. Mucha gente cree, por ejemplo, que dando cero horas de lengua española en infantil, dos en primaria y tres en secundaria, se consigue un mejor nivel en esa lengua que en el resto de España. A partir de eso, está claro que una población dispuesta a creer algo así, se traga cualquier cosa. Así pues, vemos a gente repitiendo el mantra institucional de “no es un referéndum, es una consulta no vinculante” –como si los referéndums consultivos fueran vinculantes en España- o al Consejo de Garantías Estatutarias -el que según Camants es independiente- dictaminando exactamente lo mismo que venía diciendo el Gobierno autonómico. Pues de la misma manera, nos creemos que la consulta lo soluciona todo y tan contentos.
Las personas creyentes de las bondades de la consulta supongo que deben de dar por hecho que ganaría el sí a la secesión y, a partir de ese momento, venga de alfombras rojas ante ese “nou país”, porque es evidente que si saliera el no, las cosas seguirían igual o peor, como nos demuestra el caso escocés. Y eso que, comparado con el de aquí, ha sido un proceso ejemplar.
¿De qué ha servido el referéndum en Escocia? ¿Quién ha salido ganando? Tengo amigos en Inglaterra y Escocia y hace dos años, cuando a partir de la manifestación de la Diada, el 'proceso' entró en nuestras vidas como una tromba de agua, me comentaban que allí el tema se vivía con total indiferencia y que no se hablaba de él. El Scottish National Party (SNP) ganó las elecciones y llevaba en su programa la secesión aunque, a tenor de los resultados del referéndum, parece que el electorado no se decantó por este partido necesariamente por ese punto.
Si cuando empezó el proceso, este era vivido con indiferencia por los escoceses, ahora tienen una sociedad fracturada
En Cataluña, los secesionistas se deshacían en elogios a Cameron y presentaban a Gran Bretaña como una democracia auténtica obviando, por ejemplo, las veces que se ha retirado la autonomía al Ulster o que Escocia no tiene, ni de lejos, las competencias que Cataluña y tiene prohibido por ley tener una televisión propia. Mientras, los separatistas volcaban toda su energía en la campaña y los del Better together la encaraban con bastante más desgana de manera que los partidarios de la secesión empezaron a subir en las encuestas. A partir de ahí, fuga de capitales de Escocia; avisos de los mercados; recordatorios desde la UE que tras la separación hay que ponerse a la cola y Cameron, muy criticado porque no había aparecido por Escocia en todo el tiempo, de repente, se deshace en declaraciones de amor y en ofrecer competencias, aquellas misma que ni tan solo quiso incluir como opción dentro de la papeleta de voto. Papelón el que ha hecho el, vaya. Para acabar cediendo competencias a última hora y como gesto desesperado, no hacían falta estas alforjas.
Como es sabido, al final venció el sí a la permanencia a Gran Bretaña y a la Unión Europea y el resultado fue tan demoledor, que Salmond decidió dimitir. Un buen político que gana las elecciones por mayoría, que invierte parte de su gobierno en hacer campaña por un referéndum que pierde y acaba por irse. Todo un negocio. Pero, cuando Cameron proclamó ufano que el problema se había acabado por toda una generación, los del SNP le replicaron inmediatamente que ni lo soñara, que ellos pensaban seguir con la cancamusa. Y, días después, se subió de tono el discurso y se lanzaron ya a por la proclamación unilateral de independencia.
Así, desde el pacto del referéndum hasta hoy se ha conseguido que los activistas por la secesión, poco numerosos en aquel momento, se hayan multiplicado y que ahora ya no se conformen con una votación que han perdido por goleada. Pero eso no es lo peor: si cuando empezó el proceso, este era vivido con indiferencia por los escoceses, ahora tienen una sociedad fracturada –como ya pasó en Quebec– que acabó enfrentada violentamente por las calles de Glasgow.
Entiendo que pueda haber personas favorables a la secesión, es una postura tan legítima como cualquier otra, pero yo les pediría, por favor, que no nos vengan con historias como que la consulta es la solución al problema porque es un auténtico insulto a la inteligencia. A los hechos me remito.