No se sabe muy bien quién del cuerpo de la Guardia Urbana decidió que en la manifestación de la V del día 11 de septiembre habían participado 1,8 millones de personas. El alcalde de Barcelona estaba a favor de esta manifestación y, por tanto, el responsable del recuento optó por apuntar alto.
Han pasado 37 años y no hay manera de hacer bien los números. Se barre para casa sin ningún recato
En el acto que el mismo día organizó Sociedad Civil Catalana en Tarragona asistieron 7.000 personas, según la policía municipal de esta ciudad. El alcalde tarraconense simpatizaba con este encuentro. Por lo tanto, debería quedar más satisfecho con esta cifra que con los 3.500 asistentes que calcularon los Mossos d'Esquadra.
Las guerras de cifras de participantes en las manifestaciones son habituales. Vienen de lejos. Desde la manifestación del 11 de septiembre de 1977, cuando se dio como buena la participación de un millón de personas, desfilando bajo el lema "Libertad, amnistía y Estatuto de Autonomía" por el Paseo de Gracia de Barcelona.
Han pasado 37 años y no hay manera de hacer bien los números. Se barre para casa sin ningún recato. El presidente de la Generalidad, Artur Mas, envió cartas por todo el mundo explicando que dos millones de personas se habían sumado a la Via catalana del 11S del año pasado. Teniendo en cuenta que la Via se extendió a lo largo de 400 kilómetros, Mas asumía que en un metro caben cinco personas situadas en fila y cogidas de la mano.
Este año, los medios oficialistas (encabezados por Catalunya Ràdio), muchos políticos y tertulianos consideran indiscutible que en la V había 1,8 millones de personas. Teniendo en cuenta que la propia organización de la concentración decía que ocupaba 275.000 metros cuadrados, resulta que, según ellos, en cada metro cuadrado había 6 personas. ¡Parece el chiste de los elefantes metidos en un seiscientos!
Vistos estos despropósitos, propongo que en las próximas concentraciones y manifestaciones -pro o antiindependencia, pro o antiderecho a la consulta- se ponga unos expendedores de tickets como los que hay en los centros comerciales o en algunos departamentos administrativos para ordenar las colas. O que, al finalizar los actos, se pase por controles -como los que se instalan en las carreras populares de la Mercè y maratones diversas- para saber después en qué lugar ha quedado cada corredor.
No es logísticamente fácil, pero es preferible a ver cómo se pisan deliberadamente las matemáticas, la lógica y el rigor mental y moral cada vez que tenemos que contar manifestantes.