A falta de menos de tres meses para la celebración de la trascendental consulta que determinará si Escocia sigue formando parte del Reino Unido o si se independiza para constituir, consecuentemente, un nuevo Estado soberano, la plataforma pro secesión Yes Scotland incrementa sus esfuerzos, consciente de que actualmente su par unionista, Better Together, le aventaja.
Se aprecia una peligrosa sintonía entre Scottish National Party (SNP) y The Scottish Socialist Party (SSP) en la visión negativa, casi despectiva, con que contemplan a los partidos unionistas, en especial a conservadores y laboristas
A través de Yes Scotland se han aglutinado aquellas organizaciones políticas y sociales que defienden la independencia, si bien quien ha monopolizado el protagonismo en la misma ha sido el Scottish National Party (SNP), partido que gobierna en Escocia. Más en concreto, Alex Salmond (First Minister) y su número dos, Nicola Sturgeon, son los que mejor simbolizan y más propagan el proyecto secesionista.
El resultado es que difícilmente puede percibirse que además del SNP existan otros actores que, con argumentos dispares, se adhieran a la ruptura. Nos referimos a dos partidos minoritarios en lo que a representación se refiere y que también se han integrado en Yes Scotland: The Scottish Green Party (SGP) y el The Scottish Socialist Party (SSP).
Especial atención merece el modus operandi de los socialistas republicanos, así como su credo político, instalado en la radicalidad y con predominio de la algarada extraparlamentaria. Junto a ello sobresalen los guiños al socialismo del siglo XXI y a la dictadura castrista cubana, que presentan como modelos de organización política y económica ideales frente a los imperativos del "gran capital", representado por Estados Unidos y el gobierno de Londres.
De hecho, el SSP describe el Reino Unido no como siglos de historia común y compartida, sino como sinónimo de opresión. A pesar de que actualmente carece de representación parlamentaria en Holyrood, ha rentabilizado el contexto de crisis económica y las medidas de austeridad, para responsabilizar de ello a la coalición gubernamental de tories y liberales.
Desde el SNP se observa con tranquilidad a los socialistas, al mismo tiempo que persiguen instrumentalizarlos, con el fin de captar el voto de los más jóvenes en la consulta de 18 de septiembre. Sin embargo, las diferencias entre una formación y otra son evidentes en aspectos cruciales como la forma de organización política "futura" (el SNP apuesta por la Monarquía, con Isabel II como cabeza del Estado; el SSP se decanta por la República) o la moneda (el SNP, a fin de evitar temores entre su electorado, habla de la supervivencia de la libra, pese a las advertencias en sentido contrario de David Cameron, George Osborne o Ed Miliband; el socialismo exige que el nuevo Estado escocés tenga su propia moneda).
Cuando desde el unionismo se alerta al votante escocés de los riesgos de la ruptura, la respuesta al unísono de Yes Scotland es acusar a Better Together de realizar una "campaña del miedo"
Aún con ello, sí se aprecia una peligrosa sintonía entre SNP y SSP en la visión negativa, casi despectiva, con que contemplan a los partidos unionistas, en especial a conservadores y laboristas. Al respecto, Salmond y Sturgeon ha incrementado la visceralidad de su lenguaje cuando acusan a las formaciones de Cameron y Miliband de carecer de legitimidad en Escocia, nación que estiman de su propiedad tras el triunfo por mayoría absoluta en las elecciones de 2011.
En cuanto a la actitud del tercer socio, los Verdes, la equidistancia es la palabra que mejor define su comportamiento. Su líder, Patrick Harvie, rechaza ser etiquetado de nacionalista por querer la independencia, consciente de las connotaciones negativas que tiene tal epíteto. Subrayar, como hace, que la principal virtud de la ruptura es acercar el gobierno a los ciudadanos, no difiere mucho del significado que el Nuevo Laborismo dio a la Devolution en 1997.
Estos contrastes abismales, si no han estallado minando el camino de Yes Scotland, es porque la utopía del independentismo genera más adhesiones y lealtades que censuras. Un modo de proceder cortoplacista que choca frontalmente con la realidad puesto que el ciudadano escocés no quiere romper con la Unión y sí aspira a mayores competencias para su parlamento. De esta suerte de inquietud ha tomado nota el unionismo, en especial el Partido Conservador, consciente de que podría ser la única manera de recuperar parte del peso que en su día tuvo en Escocia (década de los cincuenta del pasado siglo) y que fue perdiendo aceleradamente durante los gobiernos de Margaret Thatcher (1979-1990) y de John Major (1990-1997).
Así, cualquier propuesta de reforma constitucional, como la prometida aunque no explicada, por el actual Primer Ministro británico si en la consulta vence el No a la independencia, es desautorizada por el nacionalismo escocés que en la disyuntiva choque versus negociación elige la primera.
Igualmente, cuando desde el unionismo se alerta al votante escocés de los riesgos de la ruptura (por ejemplo, quedar fuera de la UE), la respuesta al unísono de Yes Scotland, aunque con más altavoces mediáticos por parte del SNP, es acusar a Better Together de realizar una "campaña del miedo".
En definitiva, cuando se analizan las posturas de SNP, SSP y SGP, se aprecia que el independentismo tiene más diferencias que semejanzas. Dicho con otras palabras: sólo la utopía les une y únicamente el mesianismo con que encaran el futuro les sirve de nexo.