El pasado día 18, en una de las múltiples y desiguales tertulias radiofónicas que abundan y en ocasiones azotan nuestro país, se realizó una afirmación que creo tiene una cierta trascendencia: uno de los intervinientes sostenía que en España ya no hay debate ideológico, sólo hay gestión. Únicamente se habla de gestión y negocio. Pero ya no hay una confrontación de ideas en la que se discuta qué modelo de sociedad se quiere, cómo se crea riqueza, cómo se consigue que los ciudadanos vivan mejor o que sus hijos se eduquen mejor. El proyecto ideológico es un espejismo en el desierto de la esfera política.
Están oscureciendo en la práctica la importancia de las ideas, los principios y los valores que sustentan las diferentes opciones políticas
Los contertulios creían que esa es una de las razones por las que, cuando nuevos grupos políticos plantean un modelo ideológico, ya sea coherente o irracional, la ciudadanía lo compra.
No es mi intención desgranar la ruta que han seguido ciertos partidos en sus recientes éxitos o fracasos electorales. Pero quiero detenerme en el diagnóstico -que comparto- sobre la actual ausencia de ideas en nuestra sociedad.
José Saramago sostiene que "nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte". En la misma línea, Gutiérrez Rubí escribe: "Eso es lo que nos aleja del sentimiento de las personas, la ausencia de sentido y profundidad de muchas prácticas y políticas públicas [...]. En sociedades líquidas, es tiempo de pensamientos sólidos".
La inmediatez de la política con minúsculas ha permitido que algunos ya no se pregunten si nuestros problemas deben solucionarse tecnocráticamente o se trata de transformaciones históricas que exigen una nueva manera de pensar, como certeramente diagnostica Daniel Innerarity. Probablemente eso explica una parte de su fracaso. Están oscureciendo en la práctica la importancia de las ideas, los principios y los valores que sustentan las diferentes opciones políticas.
La crítica que hace Giddens a la izquierda puede generalizarse a casi todo el espectro político: "Los gobiernos [...] están haciendo política sobre la marcha. El esqueleto de su quehacer político necesita cubrirse con carne teórica, no sólo para respaldar lo que hacen, sino para dotar a la política de un mayor sentido de la dirección y el propósito".
Una política avanzada, novedosa, convincente, debe comenzar por recoger las preguntas incómodas que la pereza mental no quiere hacerse por miedo a tener que cuestionar sus cómodos esquemas, sus prácticas habituales y su falta de atención hacia las cosas que se mueven. O lo que es peor, por temor a la reacción de sus votantes potenciales.
Una política avanzada, novedosa, convincente, debe comenzar por recoger las preguntas incómodas que la pereza mental no quiere hacerse
Por mucho que se empeñen, la política no es mera administración, ni simple adaptación, es configuración y diseño de los marcos de actuación.
Pero no desesperemos. En el propio fallo de los políticos al uso está la oportunidad de emprender un nuevo camino: la evidente erosión de algunos conceptos tradicionalmente aceptados en España, hace nuevamente posible la política. El mundo es contingente y la contingencia significa la posibilidad de que las cosas sean de otra manera. Invita a buscar alternativas. Lo posible es un marco de acción. La contingencia es un riesgo que contiene muchas oportunidades. Porque, de nuevo en palabras de Innerarity, "la política es una respuesta, mejor o peor, a una coyuntura".
Si la inseguridad es algo que acompaña inevitablemente a la libertad, ése es también el precio que la democracia pluralista tiene que pagar para mantener abierto el futuro. Cuando alguien plantea alternativas, introduce aquella incertidumbre que es necesaria para volver a observar aspectos olvidados o desatendidos de la realidad. La lucha política se enrarece, no cuando hay una gran tensión ideológica, sino cuando todos hacen en la práctica más o menos lo mismo. Creo que en estos olvidos reside una parte de la indignación y hartazgo de muchos de nosotros.
Lo que va en contra de la política en definitiva, al margen del cieno de la corrupción en que se refocilan los que pretenden lucrarse a costa de todos, es la mala política, la política miope y cortoplacista, la política líquida y deletérea de quienes no proponen nada porque no tienen nada que proponer.
Hace más de dos mil cuatrocientos años, Platón escribió: "Un hombre que no arriesga nada por sus ideas, o no valen nada sus ideas, o no vale nada el hombre". Sigue siendo verdad.