Enrique Krauze es el intelectual mexicano más interesante de nuestros tiempos. Liberal, historiador, ensayista y motor cultural como lo fuera Daniel Cosío Villegas, fundador de la gran editorial mexicana Fondo de Cultura Económica. De él, de Krauze, acabo de leer la biografía de otro gran liberal y mayor literato, Octavio Paz, El poeta y la revolución. Y tras su lectura, no puedo dejar de comentar algunas ideas que me han recordado los peligros del ensimismamiento nacionalista y de la tentación populista, tan de moda estos días.
Esa adolescencia permanente que promete paraísos terrenales y que estigmatiza cualquier disconformidad como una traición a la nación anida en el populismo separatista. Aquí ya no se permiten las medias tintas
Respecto al ensimismamiento, Octavio Paz acabó por entender la mexicanidad no como una exaltación de la diferencia, sino como una búsqueda de la autenticidad. En tiempos como los que evoca su apellido, fuera de cualquier contienda bélica o revolución, un "país borracho de sí mismo (...) revela un nacionalismo torcido, que desemboca en la agresión si se es fuerte y en un narcisismo y masoquismo si se es miserable". Así pues, años después de escribir El laberinto de la soledad, concluiría que "una inteligencia enamorada de sus particularismos (...) empieza a no ser inteligente". Forzando -no mucho- paralelismos, podríamos decir que Paz avanzó por el camino que algunos nacionalistas catalanes han desandado. Hoy algunos dan un paso atrás en la civilización de las identidades múltiples: los que antes buscaban la autenticidad de la catalanidad y ahora justifican el separatismo con el narcicismo de la pequeña diferencia.
No sería ésta la única evolución en el pensamiento del poeta. Otrora partidario de la revolución, a medida que conoció los desmanes del socialismo real fue adoptando el liberalismo (aún de izquierdas) y el reformismo democrático. Se negó, pues, a ser lo que Orwell llamó un "adolescente permanente", ese tipo de intelectual que aplaude para otros países lo que nunca querría para el suyo. De este modo, Paz acabaría concluyendo que "el liberalismo democrático es un modo civilizado de convivencia. Para mí es el mejor entre todos los que ha concebido la filosofía política". Un paso que no fue gratuito, ya que le supuso un intento de marginación y los epítetos más abyectos por parte de los guardianes de las esencias izquierdistas más intransigentes.
En nuestro caso, esa adolescencia permanente que promete paraísos terrenales y que estigmatiza cualquier disconformidad como una traición a la nación anida en el populismo separatista. Aquí ya no se permiten las medias tintas. Por esta razón, el farol semanal de Duran i Lleida es ahora respondido por CDC con un todo o nada, que fuerza al de Unió a dejar rápidamente las cartas sobre la mesa, no sabemos si resignado, pero sí aceptando, una vez más, que ahora manda ERC y que si quiere mantener el cargo hay que acatar lo que diga Junqueras.
Igual que México superó el monopartidismo, también Cataluña superará el mono-tema, independientemente de los posicionamientos que adopte el nuevo nou PSC. Los dogmas se petrifican y se rompen
En 1990, otro premio Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, definió la estructura política de México como la dictadura perfecta. El PRI controlaba el sistema político y la sociedad civil era controlada por él. La disidencia era complicada cuando la subsistencia dependía del ogro filantrópico, metáfora acuñada por Paz para entender cómo funcionaba el Estado mexicano. Y es que también algo de eso hay en Cataluña, donde el nacionalismo no sólo ha creado una espiral del silencio, sino que ha conseguido que muchos se autoconvenzan de que lo mejor para subsistir es adoptar el discurso oficialista. Y de ahí a asumirlo íntimamente hay un paso, porque a nadie le gusta vivir en contradicción con su pensar.
Sin embargo, no hay sistemas de control social perfectos. Quizás Vargas Llosa no se había dado cuenta de que en los ochenta el sistema mexicano había empezado a cambiar. Poco a poco se había iniciado una "perestroika" económica con Miguel de la Madrid. Carlos Salinas de Gortari abundaría en la apertura económica, aunque el gran paso hacia una auténtica transición democrática no llegaría hasta el sexenio (1994-2000) de Ernesto Zedillo. Esta apertura económica y política cristalizaría con la victoria del PAN en los inicios del siglo XXI. Un ejemplo más de que la libertad económica y el aumento del bienestar suelen conllevar la exigencia de una apertura democrática, el respeto por los derechos humanos y el estado de Derecho y la moderación.
Igual que México superó el monopartidismo, también Cataluña superará el mono-tema, independientemente de los posicionamientos que adopte el nuevo nou PSC. Los dogmas se petrifican y se rompen. Bien lo sabía Stuart Mill. El independentismo tiene techo. Décadas después, el voto nacionalista aún se mueve entre el millón y el millón y medio. Cierto, hay transferencias de votos hacia la radicalización, de CiU a ERC, pero entre las dos formaciones apenas alcanzaron el 45 por 100 del voto, lo que significa el 20 por 100 del censo en las pasadas elecciones europeas. Además, la supuesta participación excepcional que debía lanzar un mensaje claro a Europa no fue superior a la de La Rioja o la Comunidad Valenciana; por lo que el mensaje estuvo en Francia. El éxito de la estrategia de silenciamiento de la pluralidad reside en que como minoría han sabido actuar como mayoría. Quizás debamos actuar igual los que no estamos por convertir en extranjeros a nuestros compatriotas.
Pero, aunque la Generalidad actúe como el ogro filantrópico, con sus palos y sus zanahorias, no logrará instaurar un unanimismo perfecto en una Cataluña plural, ni logrará que el proceso (de desintegración) sea irreversible. México superó la "dictadura perfecta" del partido hegemónico, los quebequeses acaban de dar calabazas al nacionalismo y los nacionalistas flamencos han tenido que renunciar a la independencia para ser un partido mayoritario. ¿Por qué no íbamos a superar los catalanes los fantasmas del ensimismamiento nacionalista y la tentación populista? De hecho, la sociedad civil catalana ya ha empezado a articular sus mecanismos de defensa.