Pensamiento

Cervantes y Cataluña

3 junio, 2014 09:03

Cervantes habló de Cataluña y Barcelona en cuatro obras: La Galatea (1585), Las dos doncellas (1613), La Segunda Parte de don Quijote de la Mancha (1915) y Los trabajos de Persiles y Segismunda (1617). De todas las referencias y descripciones que aquí aparecen, vamos a destacar las que hablan del bandolerismo catalán, de la ciudad de Barcelona y de los catalanes.

Sobre el bandolerismo

...viniendo Timbrio caminando por el reino de Cataluña, a la salida de Perpiñán, dieron con él una cantidad de bandoleros, los cuales tenían por señor y cabeza a un valeroso caballero catalán, que por ciertas enemistades andaba en la compañía, como es ya antiguo uso de aquel reino, cuando los enemistados son personas de cuenta, salirse a ella y hacerse todo el mal que pueden, no solamente en las vidas, pero en las haciendas (La Galatea).

-No os congojéis, hermano, que ya los bandoleros se han ido y han dejado atados a los árboles deste bosque más de treinta pasajeros, dejándolos en camisa (Las dos doncellas).

-No tienes de qué tener miedo, Sancho, porque estos pies y piernas que tientas y no vees sin duda son de algunos forajidos y bandoleros que en estos árboles están ahorcados, que por aquí los suele ahorcar la justicia, cuando los coge, de veinte en veinte y de treinta en treinta; por donde me doy a entender que debo de estar cerca de Barcelona. (Don Quijote de la Mancha).

Nos habla Cervantes del bandolerismo que, iniciado en la Edad Media, fue el mayor problema social de Cataluña en los siglos XVI y XVII. El catalán, se diferencia del bandolerismo del resto de España por un rasgo fundamental: no era un fenómeno de delincuentes, fruto de la presión demográfica y la pobreza, sino del enfrentamiento entre nobles, campesinos ricos y alto clero, que dirimían sus disputas territoriales, familiares y de control social mediante la organización de bandos armados. Era una prolongacion de las guerras feudales y tribales, contra las que luchaba infructuosamente la justicia del Estado. Cervantes nos lo deja claro: al frente de los bandoleros está "un valeroso caballero catalán". Llamarle "valeroso" forma parte de la literaturización del relato, pero no encubre su carácter violento, "como es ya antiguo uso de aquel reino". Ese carácter agresivo y cruel aparece también en el retrato de Roque Guinart, pues a pesar de destacar su sentido de la justicia y su valor y cortesía, recordemos que él mismo confiesa haberse hecho bandolero "por vengarme de un agravio", y que es quien protagoniza la primera muerte violenta y directa de todo el Quijote: le abrió la cabeza a uno de sus "escuderos" que desaprobó su generosidad. Cervantes nos habla de las luchas sangrientas entre nyerros y cadells, que no eran sólo un fenómeno rural, sino que se extendía a las ciudades, incluida Barcelona.

Cervantes llama "reino" a Cataluña de modo genérico, sin ningún valor jurídico, del mismo modo que en otra ocasión habla de "los de esta nación". Nada que ver con el significado político que este término adquirió en el siglo XIX, en el que se originan los nacionalismos.

Cervantes incluye dentro de Cataluña a Perpiñán, porque efectivamente pertenecía a Cataluña. Recordemos que la pérdida de la "Catalunya Nord" se produjo como consecuencia de la Revolta dels Segadors. Luis XIII, nombrado Luis I de Barcelona, la anexionó de hecho a Francia en 1652. Extraño negocio, pues los campesinos, que se levantaron tanto contra el ejército imperial establecido en Cataluña como contra los abusos de la nobleza, la burguesía y el clero catalán, acabaron teniendo que pagar al ejército francés lo que se negaron a entregar al nuevo ejército español organizado por el conde-duque de Olivares (al servicio de Felipe IV), que diez años después logra derrotar al ejército franco-catalán.

Es llamativo que los actuales dirigentes políticos, "herederos" de aquella nobleza levantisca y clerical, no hayan establecido la fecha de 1640 del levantamiento de els Segadors como hito fundacional, y hayan elegido la fabulosa mitificación de la derrota de 1714. (Conmemorar una derrota resulta llamativo. No hay peor rebelión que la que se alimenta del rencor y la venganza). No lo han hecho quizás porque se vería mucho más clara la burda manipulación de los hechos históricos. Aunque tampoco creo que se hubieran cortado un pelo, pues puestos a inventar, hasta la guerra civil la han convertido en un enfrentamiento entre España y Cataluña. (¿Habrá que recordar, entre miles de datos, que fueron los cardenales catalanes Gomá y Pla i Deniel los mayores impulsores de la idea de Hispanidad y de Cruzada? ¿Qué habría sido de Franco sin el apoyo de la burguesía vasca y catalana, de donde proceden la mayoría de los actuales esquerro-convergentes?)

Sobre Barcelona y los catalanes

Admiróles el hermoso sitio de la ciudad y la estimaron por flor de las bellas ciudades del mundo, honra de España, temor y espanto de los circunvecinos y apartados enemigos, regalo y delicia de sus moradores, amparo de los estranjeros, escuela de la caballería, ejemplo de lealtad y satisfación de todo aquello que de una grande, famosa, rica y bien fundada ciudad puede pedir un discreto y curioso deseo (Las dos doncellas).

..."que de su natural condición nacía hacer aquellas obras, o otras que fuesen buenas, a todos los que conocía o imaginaba ser hidalgos castellanos". "...que es condición natural y propia de la nobleza catalana saber ser amigos y favorecer a los extranjeros que dellos tienen necesidad alguna" (Las dos doncellas).

Barcelona, archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza única (Don Quijote de la Mancha).

Los corteses catalanes, gente enojada terrible, y pacífica suave; gente que con facilidad dan la vida por la honra y por defenderlas entrambas se adelantan a si mismos... (Los trabajos de Persiles y Segismunda).

Los elogios que Cervantes hace de la belleza y riqueza de Barcelona tienen mucho de fórmulas genéricas, y así aparecen en otros escritores de la época, dirigidas también a otras ciudades como Sevilla o Nápoles. Se acomodan sin duda al ambiente alegre, bullicioso y cosmopolita de la ciudad, por la que circulaban numerosos extranjeros que iban hacia Italia, el norte de África y América. El ser zona de frontera e intercambios es lo que la hacía al mismo tiempo insegura, no sólo por las disputas internas, sino por la presencia de galeras y la piratería que asoló sus costas.

En entrando en ella, oyeron grandísimo ruido, y vieron correr gran tropel de gente con grande alboroto; y, preguntando la causa de aquel ruido y movimiento, les respondieron que la gente de las galeras que estaban en la playa se había revuelto y trabado con la de la ciudad. (…) …que él sabía bien cuán mal libraban los que en tales pendencias se metían, que eran ordinarias en aquella ciudad cuando a ella llegaban galeras. (…) Y, en llegando a la marina, vieron muchas espadas fuera de las vainas y mucha gente acuchillándose sin piedad alguna (Las dos doncellas).

Cervantes enfatiza la hospitalidad de los catalanes, sobre todo de los nobles, con los extranjeros, y particularmente con los "castellanos". Pero junto al valor, la cortesía y la caballerosidad, Cervantes hace otras apreciaciones que se han dejado de lado, siendo igualmente importantes: "temor y espanto de los circunvecinos", "venganza de los ofendidos", "gente enojada terrible y pacífica suave". Por supuesto, Cervantes no considera a Barcelona fuera de España: "honra de España".

Algunas conclusiones

La visión que Cervantes nos transmite de Cataluña, Barcelona y los catalanes es una mezcla de descripciones realistas y apreciaciones agudas, destacando lo que considera más relevante, ya sea positivo o negativo. La imagen que nos transmite poco tiene que ver, desde luego, con la mitificación que del pasado hacen y difunden los independentistas de hoy. Ni Cataluña aparece separada de España, ni luchando contra ella, ni defendiendo e imponiendo su lengua, ni odiando a los castellanos, pero tampoco como un remanso de paz y armonía. Destaca, y esto es lo más llamativo, el carácter violento y nada pacífico de los catalanes, tanto de los nobles como de "la gente", propensa al alboroto y las pendencias.

La imagen del catalán pacífico, pactista, impregnado de seny y pragmatismo, trabajador y emprendedor, es algo que empezó a fabricarse a partir del siglo XVIII, precisamente cuando Cataluña, después de la derrota ante Felipe V, inicia su industrialización y deja atrás su "medievalismo". El comercio con España y América, y la protecciòn arancelaria, están en la base de este progreso. Así que todo depende de las circunstancias. No existen pueblos pacíficos y demócratas por naturaleza. Cualquier pueblo puede volverse violento y "terrible" si cambian las condiciones históricas. No existe ninguna esencia catalana que convierta al conjunto de catalanes en pacíficos demócratas. En esto no se diferencian ni un ápice del resto de españoles. Las circunstancias hoy están cambiando. Hay que contar con ello. Que la sociedad catalana hoy en su conjunto es pacífica, no hay duda; pero que en su seno anida una tendencia violenta, también es evidente. Nadie puede asegurar la paz en el futuro. Hoy estamos en la fase de lo que podríamos llamar "violencia pacífica", o sea, violencia encubierta de democracia y pacifismo. El acoso político y mediático es violencia, el desprecio público es violencia, los insultos son violencia, el ataque a los símbolos comunes es violencia, la amenaza es violencia, la exclusión social es violencia, la imposición lingüística es violencia, la demonización de la discrepancia ideológica es violencia... No hay duda de que la tensión y los enfrentamientos a causa del proyecto independentista van en aumento, tanto dentro de las familias como en los ámbitos sociales. Crecerán la presión y los ataques contra los "no catalanes", o sea, contra los que no muestren su adhesión inquebrantable al Movimiento Nacional Independentista, aunque sean "catalanes de toda la vida". El cuento de la "cohesión social" es otra forma de intimidación. Cohesión entre "los nuestros" y anulación de "los contrarios". La "paz social" hoy en Cataluña está asentada en gran parte en el "miedo al conflicto", ese inhibirse o callarse "para no liarla".

Hay que desmontar esa idea de un "movimiento popular masivo que reclama pacíficamente la independencia", como si no estuviera controlado y manipulado por los actuales dirigentes políticos, que saben dosificar muy bien la violencia verbal e institucional, con la de la calle: "gente enojada terrible y pacífica suave". También lo dijo el portugués Francisco Manuel de Melo: "Son los catalanes, por la mayor parte, hombres de durísimo natural... En las injurias muestran gran sentimiento, y por eso son inclinados a venganza". Evitemos las generalizaciones, a las que son tan dados los actuales independentistas, pero no nos quedemos con la propaganda y el tópico de los "catalanes trabajadores, progresistas, demócratas y pacíficos", incapaces de usar la violencia movidos por el interés, el rencor y un sentimiento de superioridad de inconfundible origen racista. Sobre el futuro nadie puede asegurar nada, pero cualquier optimismo debe ponerse en las peores condiciones, precisamente para evitarlas.

 

[El próximo día 6 de junio el escritor Santiago Trancón dará una conferencia con motivo de la presentación de su libro Huellas judías y leonesas en el Quijote. Redescubrir a Cervantes, en la Casa de Madrid en Barcelona, en la calle Ausiàs March, 37. Adelanta aquí algunas de las ideas que allí desarrollará].