La realidad molesta. El dicho de que "en este mundo traidor nada es verdad y nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira" encaja a las mil maravillas con el debate político catalán. El consejero de Interior, Ramon Espadaler, ha hecho un ejercicio doble estos días al ver una realidad donde todo el mundo sensato ve otra. Este daltonismo declarativo de Espadaler abre las puertas a que todo el mundo diga lo que se le antoje sin necesidad de justificarse.
Llegados a este punto, cualquier anti-independentista puede soltar que el Pino de las Tres Ramas se rompió solo. O, apelando al estilo del ínclito Sala i Martín, afirmar que la rama la serraron los propios independentistas para hacerse las víctimas
El juez que investiga el caso de Esther Quintana, que perdió un ojo por el impacto de una bala de goma disparada por mossos d'esquadra el 14 de noviembre durante la huelga general, ha concluido, como no podía ser de otro modo, que eso fue lo que pasó. El consejero Espadaler, sin embargo, aún no lo tiene claro y continúa creyendo que fue un meteorito o vaya usted a saber qué lo que desfiguró a Quintana.
También ha sido Interior quien ha resuelto el misterioso caso de la mujer que insultó y agredió al primer secretario del PSC, en la catedral de Tarrasa. Dice la mujer que solo le empjuó, que le insultó, eso sí, y que todo viene de una antigua discusión cuando ella le recriminó al entonces alcalde socialista que la bandera catalana que ondeaba en el balcón municipal estaba sucia. Conclusión del consejero: la agresión no tiene nada que ver con la supuesta tensión social causada por el debate independentista. Conclusión de los mortales comunes: ¡Claro que tiene que ver! ¿No llevamos meses y meses envueltos en banderas catalanas, esteladas o españolas? ¿No se quejaba la señora del desprecio de Navarro por el estado de conservación de la bandera catalana?
Pero aquí es cuando aparecen multitudes de analistas y opinadores que dicen que Pere Navarro se equivocó cuando vinculó la agresión a la famosa crispación que existe pero que no existe.
Llegados a este punto, cualquier anti-independentista puede soltar que el Pino de las Tres Ramas se rompió solo. O, apelando al estilo del ínclito Sala i Martín, afirmar que tienen todo el derecho a creer que la rama la serraron los propios independentistas para hacerse las víctimas.
Cuando la verdad importa poco y de lo que se trata es de ganar, sea como sea, aunque sea cerrándose todos atrás y practicando el peor fútbol posible, hay que hacer caso al catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Duke, Allen Buchanan. Ha venido a Barcelona y ha defendido que se cree una comisión de prestigio internacional que haga de mediadora entre los gobiernos de Cataluña y España. Yo añadiría que esta comisión tenga autoridad para velar por la objetividad de los medios de comunicación públicos y subvencionados con dinero de los contribuyentes cuando tratan esta cuestión.
Que formen esa comisión personas que no tengan ningún interés en negarse a reconocer que el ojo lo perdió Esther Quintana por un disparo de bala de goma de los mossos, que entiendan que la señora de Tarrasa andaba excitada por la guerra de las banderas y los sentimientos y que el Pino de las Tres Ramas no se rompió solo.